Literalmente así andan los policías municipales de Tijuana que dicen que comanda la señora Patricia Sida, pero que en realidad coordina el secretario de Seguridad Pública, Alejandro Lares. Así, con los códigos y las torretas encendidas, se les ve todas las noches. Particularmente en las principales calles, avenidas y bulevares de las distintas delegaciones. La costumbrita se les quedó luego que fue adoptada en el trienio de Jorge Hank Rhon para -supuestamente- inhibir la comisión de delitos ante la alerta de que una patrulla policíaca se acercaba. En la Ley que regulaba la relación administrativa de los miembros de las instituciones policiales de Baja California, claramente se prohibía tal acción, pues conminaba a “respetar las señales y demás dispositivos de tránsito y usar solo en caso necesario los estrobos, sirenas, torretas o altavoz”. Pero en la Ley de Seguridad Pública de Baja California se omitió esa reglamentación. La cuestión, refiere un ciudadano, es que a nadie asustan con las luces encendidas, pues ya se han acostumbrado, pero sí alertan a visitantes y turistas, pues al ver los estrobos y las torretas encendidas, piensan que recién se cometió un delito. El faroleo, afirma el ciudadano, es una práctica innecesaria que solo abona a que la ciudad siga siendo considerada -por lo menos en la percepción- como peligrosa. A ver si Lares instruye un cambio para una prevención efectiva y discreta, o sigue el ejemplo que le dejó Hank.