Cierto día llega un joven a confesarse y le dice al sacerdote: — Padre, confieso que le hice el amor a mi novia. “Hijo, eres un pecador…”. — Padre, compréndame, es que ella sola, yo solo y la casa sola… “Bueno, hijo, te comprendo, pero igualmente eres un pecador…”. — Pero padre, eso no es todo… también le hice el amor a mi suegra. “¡¿A tu suegra?! ¡Eres un degenerado!”. — Pero padre, comprenda, mi suegra sola, yo solo, la casa sola… “Mmm… difícil de comprender, hijo, muy difícil…”. — Pero padre, hay mucho más. Es que también le hice el amor a la abuelita de mi novia. “¡¿Quéee?! Esto es el colmo…”, exclama asustado el padre. — Pero padre, compréndame, la abuela sola, yo solo y esa casa sola… “Hijo, esto es imposible de comprender”. — Pero padre, falta más todavía. Le hice el amor a… a… En ese momento el padre sale corriendo. El joven suplica: — Padre, ¿por qué corre? ¡Termine de escucharme! “No hijo, ni sueñes… ‘Es que usted solo, yo solo y la iglesia sola…’”. Autor: Un monaguillo.