Si yo hubiera sabido que serías mi perdición me habría reprimido de amarte con tal pasión. El día que tú me llamaste a mi trabajo, ¿recuerdas?, creí que me hablaba un ángel, que hasta perdí mis destrezas. No me culpes por amarte, yo encontrarte no intentaba, no dejaba de adorarte mientras con otro te atabas. Recuérdalo, chiquitita, yo a ti no te molestaba, no sé por qué tú solita mi presencia reclamabas. Tal vez problemas triviales con tu pareja interino, para hacernos cual rivales me enredaste en tu camino. Hasta a mi casa me hablabas para pedirme favores, que un lugar me esperabas no fallaba en tus albores. <p>Sin embargo, mujercita, te exonero de tu culpa, de buscarme, mamacita, ¿no sabías lo que resulta? Yo te concedo, maestra, el beneficio de duda y que tu mente sea presta para quedarte cual muda. Con el recuerdo de un hombre que te amó sin fundamento, con mis deseos y mi hambre de estar contigo un momento. Te pido que me perdones por haberte amado tanto, al entregarme tus dones no me contuve al encanto. Si en esta vida tan dura no juntamos los destinos en la otra vida, ¿maduras?, no viviré en desatinos. Estuve meditando un día de qué estoy haciendo contigo, te escribiré otra melodía, ¡enrédate tú conmigo! Planeaba cómo librarme de tus desplantes y burlas, pero si vas a engañarme no te emociones con bodas. Espero que mi coartada te despierte la conciencia, que te dejes de tontadas y guardes las apariencias. El amor que te profeso tiene sustento en tu vida, pero sí, hoy te lo confieso: te extraño tanto cada día. Con amor te doy mi tiempo por el derecho a tenerte, pero, mi vida, presiento, que tú no estarás presente. Me despido muy contento de haberte tenido en vida, esperaremos momentos… no hagas caso a las envidias. Si Dios concede la vida, la vida te ofrece muerte, para darnos la salida… pensar primer y ser fuerte. Joel Vizcaíno Parra Tijuana, B. C.