San José del Cabo, Baja California Sur.- Las primeras indagatorias de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) -tras el millonario robo en la sede del palacio municipal del XI Ayuntamiento de Los Cabos-, apuntan hacía dos de los principales hombres de confianza del alcalde José Antonio Agúndez Montaño. Se trata del tesorero Gerardo Manríquez Amador, y del comisario de la Dirección de Seguridad Pública, Policía Preventiva y Tránsito Municipal, Guillermo Marrón Rosas, quienes –según las primeras investigaciones oficiales- son quienes deben responder por el atraco cometido la madrugada del 1 de febrero cuando un comando de presuntos delincuentes entró al gobierno municipal y se llevó alrededor de 3 millones 130 mil pesos en efectivo que estaban resguardados en dos cajas de seguridad en el área de Recaudación y Nómina de la Tesorería. La PGJE indica que los ladrones poseían información que solo el tesorero municipal y sus principales colaboradores, Susana Burgoin Amézquita, Ana Luisa Guluarte Arista y Héctor de Jesús Olmos, directores de Ingresos, Contabilidad y Egresos y Recursos Financieros, respectivamente, conocían sobre la existencia y ubicación de las cajas fuertes donde fue resguardado el dinero que se recaudó el 31 de enero en el marco del último día del programa de descuento del 15 y 20 por ciento en el pago del Impuesto Predial. Los delincuentes tuvieron todo a su favor para perpetrar el millonario hurto, y ser muy precisos en el golpe, porque cuando habían ingresado dentro de la sede gubernamental, el comandante de guardia nocturna, Jesús Leyva Valenzuela, ordenó sospechosamente un operativo y distrajo la atención de las únicas dos patrullas de la zona centro que cuidaban la seguridad de la oficina del gobierno en el Sector Uno. Peor aún. La versión del único policía de guardia de la sede del palacio municipal de Los Cabos, Raúl Orozco Martínez, supuestamente sometido por los malhechores, resulta inverosímil, sobre todo porque cuando escuchó los primeros ruidos, y estando a casi 30 metros de distancia por donde supuestamente entraron los ladrones, hizo absolutamente nada para detenerlos, a pesar de traer consigo un radio de comunicación y una pistola abastecida calibre 9 milímetros y, sospechosamente, se dejó someter de manera rápida sin oponer ningún tipo de resistencia. Según su declaración ministerial las marcas de los supuestos golpes que recibió de los delincuentes en la mejilla izquierda y derecha y los rodillazos en la espalda, no aparecieron por ningún lado. Físicamente, y de acuerdo al dictamen medico, no presenta rastros de hematomas, por lo tanto, “nunca hubo tal golpiza”. Por el contrario, cuando el atraco estaba en proceso el policía conocido como “Tatu”, salió del palacio municipal alrededor de las 3:45 de la madrugada, y cuando pasó una de las dos patrullas del Sector Uno, reportó “sin novedad”. Después de 22 minutos, tras la supuesta fuga de los ladrones, finalmente informó sobre el millonario robo; el primero en llegar casualmente fue el comandante de la guardia nocturna, Jesús Leyva Valenzuela, a bordo de la patrulla DST-1003, en compañía del agente Paúl Portal. Con toda esta información, la PGJE inició la averiguación previa SJC/84/TUR/2015 con información de que “el caso del atraco fue planeado desde la tesorería, porque solo el titular y su gente sabían de la existencia de las cajas fuertes, y protegido desde la policía municipal, porque siendo responsable de la seguridad, ofreció todo tipo de facilidades a los delincuentes para que pudieran consumar el millonario robo”. Un colaborador cercano dijo que José Antonio Agúndez Montaño “tiene la certeza que el golpe financiero fue planeado desde la tesorería y la policía municipal porque estuvo tan bien sincronizado que no hubo fallas y tampoco se equivocaron”. El multimillonario robo políticamente es un golpe muy fuerte para el edil cabeño, que va de salida. También lacera las aspiraciones de su hermano, Narciso Agúndez Montaño, quien busca sucederlo en el cargo, después de haber gobernado por 16 años este destino de playa. La peor parte de este latrocinio la están llevando en este momento los Agúndez, porque –según el presidente del Consejo Coordinador Empresarial de Los Cabos, Julio Castillo Gómez— “es un hecho vergonzoso”, el robo más grande de la historia de este destino de playa por el monto del dinero en efectivo sustraído por encima incluso de asaltos en bancos, tiendas departamentales y gasolineras. El robo La primera noticia que se tuvo sobre el millonario robo fue alrededor de las 4:07 de la madrugada del pasado primero de febrero, cuando el agente y único guardia de seguridad de la sede del gobierno municipal, Raúl Orozco Martínez, reportó el atraco y solicitó el apoyo de todas las unidades de la policía municipal de Los Cabos. Los primeros en llegar –según el parte informativo de la policía—fueron los siguientes: 1.- El comandante de la guardia nocturna, Jesús Leyva Valenzuela, y el agente, Paúl Portal, a bordo de la patrulla DST-1003. 2.- El comandante Alberto Burgoin, y el agente, Evelia Robles, a bordo de la patrulla DST 844. 3.- Los agentes Julio Castillo y Daniel Coronado, a bordo de la patrulla DST-862. 4.- Los agentes Rolando Duntón Díaz y Antolín Cota, a bordo de la patrulla DST-978. El policía relató a sus compañeros que alrededor de las 3:20 de la madrugada, tres sujetos cubiertos del rostro con pasamontañas, entraron corriendo por la puerta lateral del palacio municipal, localizada en la calle Manuel Doblado en la colonia Centro de San José del Cabo. El agente de 50 años de edad se dijo sorprendido y expuso que “uno de los tres sujetos le apuntó con una pistola e inmediatamente lo sometieron y le amarraron las manos con un cincho de plástico por la parte de la espalda, después de desarmarlo”. Los delincuentes “le apuntaron en la cabeza”, le dijeron que “era un asalto” y que venían a robar el dinero, llevándolo con ellos a todos los lugares donde destrozaron los cajones de los muebles y sacaron el dinero de las cajas fuertes para echarlo en una mochila deportiva de color negro y en un costal tipo harinero. Los hampones “tenían acento sinaloense” y portaban chamarras tipo sudadera, una azul marino con manga gris, otra azul entero y otra azul cielo; además traían guantes de tela tipo jardinero. El agente dijo que después del atraco lo sujetaron con cinta color gris en las piernas, y lo tiraron al piso. Posteriormente, “como pudo se liberó” y reportó el suceso por su radio. Sin embargo, los agentes de investigación de la Policía Ministerial del Estado, llegaron a la escena del robo hasta las 5:30 de la madrugada, y quienes acordonaron la zona y no permitieron el acceso a nadie. Los investigadores encontraron el arma del policía, una pistola marca Smith and Wensson, calibre 9 milímetros y número de serie TAM 7152 en la jardinera de un ciruelo localizado frente a la oficina de Recaudación de la Tesorería y 28 cartuchos útiles regados por todos lados. La puerta lateral del palacio municipal, utilizada como acceso de servicio, estaba todavía abierta, por donde se presume entraron y salieron los presuntos delincuentes. El relato de los hechos En su declaración preparatoria, el policía Raúl Orozco Martínez dijo que el día del atraco se había presentado a laborar alrededor de las 4:00 de la tarde, y donde estuvo platicando con su compañero, Eulogio Olivas, hasta entrada las 9:00 de la anoche, cuando se retiro y cerró la puerta de la sede gubernamental, la cual no atracó porque era muy temprano. El oficial expuso que se fue al área donde está instalado un cajero automático, donde estuvo sentado checando su computadora laptop hasta la una y media de la madrugada, cuando la apagó, fue y la resguardó donde comúnmente guardan sus cosas personales. Comentó que acomodó la silla a un lado del cajero, y poco antes de las 3:00 de la madrugada de ese día, escuchó por radio un reporte que había una riña en el bar “Ay Ay Ay”, localizado a media cuadra de la sede gubernamental y estaban solicitado el apoyo de patrullas. “En eso salí y emparejé la puerta por afuera, y caminé treinta metros hacía donde estaban las patrullas, y ya que se llevaron a un detenido de ese lugar, y se retiraron las patrullas, me regresé al interior del palacio municipal”, declaró. Dijo que habrían pasado unos 15 minutos, cuando “escuché un ruido en la parte posterior del palacio municipal”, es decir, por la calle Manuel Doblado, particularmente en un portón por donde se saca la basura, y no le tomé importancia porque ahí siempre se escuchan muchos ruidos. “Fue cuando en ese momento de esa parte salieron tres tipos con capucha, y antes de llegar a donde yo estaba, el que iba hasta adelante me dijo ¡no te muevas hijo de tu puta madre!”, explicó y opinó: “Yo creo que se metieron al palacio municipal, cuando yo salí, me pusieron una pistola en la sien del lado izquierdo, y otro de ellos me sacó el arma que traía yo y el cargador extra que traigo”. El policía dijo que lo primero que le preguntaron era “¿dónde está la caja fuerte?”, y les contesté que no sabía, porque yo nunca había entrado a ese lugar, y me quitó la pistola y me dijo “no te hagas pendejo” y “vamos a buscarla hasta que la encontremos”. El guardia de seguridad señaló que de inmediato lo jalaron de la chamarra, y lo primero que hicieron fue llevarlo a la parte de la tesorería sin dejar de apuntarle con un arma en la nuca, y uno de ellos traía una barra de metal como de 80 centímetros con una punta plana y empezaron abrir todas las puertas hasta que encontraron donde está la caja fuerte, la cual estaba en una oficina chiquita en el área de Nómina, y le empezaron a sacar un marco de madera que tenía porque estaba incrustada en la pared, y cuando lograron botarla fueron y la llevaron hasta el área de caja general, donde hacen los cheques y pago de proveedores y ahí la voltearon con la puerta para arriba. El agente policiaco dijo que los malhechores traían arrastrando un costal harinero, del cual sacaron dos tanques pequeños, como de un metro, con una manguera verde y una roja y un soplete, y empezaron a sopetear las bisagras de la caja fuerte; cuando terminaron le hicieron palanca con una barra de metal que traían hasta que le quitaron las dos puertas que tenía, de ahí sacaron varias bolsas de papel color manila, y otras bolsas transparentes, y las echaron en una maleta negra que traían. Los delincuentes ya se iban –según el guardia—y empezaron a discutir entre ellos y expusieron textualmente que “ni el trabajo que hicimos porque no había nada”, echando agua a la caja para apagar el rojo vivo del metal. Cuando se retiraban –de acuerdo al policía—“uno se resbaló con el agua que había tirado, y estiró la mano y movió por accidente un mueble de la misma oficina, y vieron que había otra caja fuerte, y quitaron el mueble, y le dieron vuela a esa otra caja fuerte e hicieron la misma operación, y sacaron otro sobre manila, algunos traían documentos, otros traían cheques y otros dinero en efectivo, y un maletín negro que estaba lleno de dinero, y lo vaciaron en la maleta que llevaban”. El agente policiaco expuso que cuando los delincuentes ya se iban, el del soplete me dice “párate” y “ven para acá”, cuando estaba sentado en una silla de color rojo, me pega una cachetada en la mejilla izquierda, me dijo no te muevas, sacó un cinto de plástico como de 80 o 90 centímetros y me lo puso en las manos y una cinta gris, y me dijeron sabemos dónde vives y te tenemos ubicado, y me venda los ojos y me golpea con la rodilla en la espalda y me pega unas cachetadas en la mejilla derecha y me dice gracias a tus compañeros, y se sale del palacio municipal por la parte de atrás. Finalmente, el policía dijo que cuando los delincuentes huyeron, “me volteé boca arriba y traté de sentarme, y ya que estuve sentado me quité un zapato, y luego el otro, y arrastrándome salí de la oficina donde estaba encerrado y empecé a mover recio los pies hasta que aflojé la cinta, y ya cuando me logré zafar me empecé a jalar los brazos, y logré zafarme un brazo, corrí hacia donde estaba tirado el radio, y le hablé a la patrulla, hasta donde llegaron varias”. La postura oficial Sobre estos hechos, el tesorero del XI Ayuntamiento de Los Cabos, Gerardo Manríquez Amador, no descartó que algún servidor público pudiera estar involucrado, sobre todo cuando el atraco fue muy preciso y violento. “No se descarta nada”, dijo textualmente y lamentó que la delincuencia haya tocado esta vez a la sede del palacio municipal de este destino de playa. Durante una entrevista con ZETA, el responsable de las finanzas municipales, de inmediato se justificó de “no haber depositado el dinero de los contribuyentes” porque –según dijo—“el horario fue ampliado en los últimos tres días de la campaña de descuento, es decir, jueves, viernes y sábado hasta las 6 de la tarde, y derivado del horario ya no se pudo depositar el dinero en el banco y se guardó en las cajas fuertes”. El funcionario comentó que las cajas recaudadoras cerraron a las 6:00 de la tarde y todavía se tuvieron que esperar a los cortes de caja y a la elaboración del informe correspondiente, terminando el sábado hasta muy tarde. Acompañado del secretario general del XI Ayuntamiento, Enrique Pascal Navarro, y de las directoras de Ingresos y de Contabilidad, Susana Burgoin Amézquita y Ana Luisa Guluarte Arista, respectivamente, así como del director de Comunicación Social, Jorge Castañeda, señaló que la normatividad marca que el dinero recaudado por concepto del pago de impuestos y derechos, debe depositarse al día siguiente en el banco. Sin embargo, como el sábado y el domingo eran días inhábiles, y el lunes era festivo, se pretendía depositar hasta el martes, por lo tanto, el dinero de los impuestos se guardó en las cajas fuertes de recaudación y de nómina. El funcionario confirmó que el robo ascendió a 3 millones 130 mil pesos –según el análisis y la revisión de los cortes de caja—, de los cuales 2 millones 130 mil pesos eran de impuestos recaudados y alrededor de un millón de pesos pertenecía a la nómina que se pretendía pagar el martes a 150 de 300 trabajadores que rayan en efectivo. No supo explicar cómo y porqué esos empleados cobran su dinero en efectivo, cuando la mayoría de los trabajadores reciben su sueldo cada quincena a través de transferencia bancaria. El tesorero Gerardo Manríquez Amador rechazó que los ladrones se hayan llevado documentación oficial, tal y como ha salido en algunos medios, y lo único que se robaron fue dinero en efectivo. La sede del palacio municipal carece de cámaras de seguridad por dentro y fuera, lo que había complicado hasta el pasado 4 de febrero la ubicación física de los presuntos ladrones. – ¿No es una incongruencia que el alcalde de Los Cabos, José Antonio Agúndez, anuncie que pusieron una cámara de seguridad aquí y otra allá, y el propio gobierno, carezca de esta herramienta de seguridad?, se le preguntó. “Pues sí. Créame y es algo a lo que debemos poner atención, derivado de los hechos y tenemos que reforzar la seguridad”. Finalmente, dijo que ya está en proceso de compra un equipo de cámaras de seguridad, como parte de las medidas correctivas, donde también se está contemplado la contratación de una compañía especializada en el manejo y traslado de valores y evitar otro asalto de ese tipo. Las contradicciones El caso del millonario robo tiene sumido en un torbellino político principalmente al alcalde de Los Cabos, José Antonio Agúndez Montaño, y su hermano, Narciso, y quien pretende sucederlo en el poder. Los dos, a partir del robo con violencia, son prácticamente los principales protagonistas en todas las redes sociales, con todo tipo de memes y caricaturas sobre este atraco que políticamente es un golpe bajo por extraer ilícitamente dinero del erario público. Casi por nada, y según datos recabados por ZETA, el propio alcalde ordenó una investigación paralela a la contraloría municipal de Los Cabos, y solicitó a la PGJE ir hasta el fondo y deslindar responsabilidades penales en contra de los presuntos responsables. De hecho, al cierre de esta edición, el edil José Antonio Agúndez había solicitado la renuncia del tesorero Gerardo Manríquez Amador y del comisario de la Dirección de la Policía Municipal, Seguridad Pública y Transito Municipal, Guillermo Marrón Rosas, como un paso importante para no entorpecer las investigaciones. Y es que –según los agentes de investigación—, el caso del millonario robo está plagado de contradicciones, las cuales se están investigando. Por citar algunos ejemplos: 1.- El guardia de seguridad, Raúl Orozco Martínez, dijo en el parte informativo elaborado por sus propios compañeros que los delincuentes entraron corriendo, cuando en su declaración ministerial expuso que llevaban cargado un saco harinero con taques y mangueras del soplete. 2.- El policía aseguró que fue golpeado, pero no presenta hematomas en la cara y la espalda. 3.- Expresó que estaba sentado a un costado del cajero de Banamex y la silla en la que dijo estar fue encontrada afuera de la oficina del tesorero. 4.- Expuso que los ladrones entraron por la puerta de enfrente cuando salió a ver el pleito del bar “Ay Ay Ay”, y contradictoriamente expuso que entraron y salieron por la puerta de atrás. 5.- En su declaración ministerial, dijo que uno de los delincuentes se había resbalado con el agua que había echado a la primera caja de seguridad sopletada, cuando una caja de la otra, estaban en dos oficinas diferentes. La versión del policía –según su declaración ministerial—, contraviene la del propio tesorero Gerardo Manríquez Amador, porque mientras el guardia de seguridad dijo que en una caja de seguridad no había nada, el responsable de finanzas expuso a ZETA que en una había alrededor de un millón de pesos y en otra 2 millones 130 mil pesos. Total, ninguno se pone de acuerdo, y en las primeras investigaciones comenzaron a caer en contradicciones. Ni el tesorero sabe qué hacía un millón de pesos en efectivo para el supuesto pago de nómina de trabajadores, los cuales sospechosamente no se presentaron a cobrar en la quincena, a sabiendas de que sería fin de semana largo por el puente vacacional, y donde el oficial mayor, Edilberto Graciano Chávez, como responsable de Recursos Humanos, no quiso aclarar el trabajo que hacen los 300 supuestos trabajadores, los cuales están en una lista de raya y reciben su pago en efectivo.