No lo imagino entre zaguaros comiendo carne asada. Ni sudando. Nota incrédula de la R.) Lo expresado en los escritos del Nobel sobre la mexicanidad se circunscribe a los pobladores del altiplano central, en particular cuando dice “Mentimos por placer y fantasía, sí, como todos los pueblos imaginativos pero también para ocultarnos y ponernos al abrigo de, en la política, el amor, la amistad. Con ella no pretendemos intrusos. La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos. De ahí su fertilidad y lo que distingue a nuestras mentiras de las groseras invenciones de otros pueblos. La mentira es un juego trágico, en el que arriesgamos parte de nuestro ser. Por eso es estéril su denuncia.” En esta última línea, la de dar por sentado que denunciar una mentira es perder el tiempo, nos enfrenta con nuestra realidad mexicana, esa contra la que cualquier demanda, manifestación, acusación, boicot, huelga o desplegado se hace añicos. (O tuiter, juatsap, feisbuk, yutuv. Nota cibernética de la R.) En todo ámbito de la vida chichimeca nos encontramos con la máscara del discurso que disimula la corrupción que se ubica en todas partes. Donde levantemos está gangrenado. Donde sea. Cuando Octavio Paz sacude el árbol autóctono con “La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad. Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos…para ocultarnos y ponernos al abrigo de intrusos” todos los frutos nos caen a las manos. Somos actores de una Fuente Ovejuna al revés -Fuente Mexicuna- en la que todos tenemos casting. Todos mentimos, simulamos, toleramos, eludimos. Hablamos, chismeamos, discursamos. Jugamos el juego de santiguarnos con una mano mientras la otra está dentro del bolsillo de otro mexicano. (Imagen tomada de un comentario de Adolfo López Mateos, ex presidente de México. Nota plagiada de la R.) Que yo sepa, el señalamiento de Paz nunca ha sido motivo de cuestionamiento ni refutación ni polémica ni vergüenza ni interés ni foro ni convención de educadores para enfrentar y extirpar esa putrefacción, panorama que lo confirma: somos comparsas de la mentira, criminalidad, manipulación, saqueo de nuestro gobierno que es uno y lo mismo con nosotros. Si no fuese así, tendríamos otro gobierno porque seríamos otros. Los mexicanos actuamos cotidianamente Fuente Mexicuna. Quien no se sienta en el reparto de esta obra, no es nacional, es apenas residente, cándido espectador de la obra montada veinticuatro horas del día desde 1521. Una persona tan claridosa como Denise Dresser vive fuera de la realidad mexicana. Sospecho que aún no regresa de donde se hizo estructuralista, como dice ser. No puedo indicar lo mismo de una multitud de articulistas, comentaristas, analistas, gesticuladores todos que viven del embute y de mamar el suero de la nómina pública. Son pares de nuestros gobernantes, primeros actores del engaño. ¿Dónde está la voz del profesor? ¿Hay pensadores en México? (Nota desesperada de la R.) ¿Explicar al mundo el espesor de nuestro cinismo ante tragedias como las de los 43 normalistas y tantas otras habidas en tiempos en que no existía la tecnología digital que nos ha despojado de la máscara? ¿Explicar que en el horror de Ayotzinapa, como en tantas otras del pasado, hay evidencias de que está inmerso todo el establishment donde el edil de Iguala y su consorte son meros actores secundarios? ¿Explicar que desde la colonia vivimos la corrupción, la prebenda, el engaño, el servilismo, el atropello como forma de vida, como necesidad vital similar a respirar, esa que produce capitales como los de Slim y su padrino Salinas? ¿Y la revolución mexicana, qué fue de ella ahora que la vemos usada como escudo de la muerte ajena por los activistas de Guerrero cometiendo infamias que nadie se atreve no ya a reprimir sino ni siquiera mencionar, los mismos comentadores que ponen el grito en el cielo si alguno de estos manifestantes es tocado, vuelven la vista hacia otro lado y callan acciones terribles, ahora que estamos viviendo una suerte de dictadura del proletariado en la cual todo exceso es permitido y se tolera toda ilegalidad? ¿Explicar que en México –este de “Nuestra América”– aplicar la fuerza del Estado para imponer el orden se llama represión y la violencia de los manifestantes tiene libre curso? ¿Aceptar que cualquiera organismo, comisión como la CDH, el IFE, la PGR, el pomposamente auto denominado Gobierno de la República son veneros de fraude, mentira, parasitismo, vampirismo, antropofagia? ¿Qué esperar del Congreso Nacional en cuyas paredes está inscrito con letras de oro el nombre de asesinos del pueblo como Francisco Villa, esa cámara donde se han rendido honores a criminales seriales como Goyo Cárdenas y el Negro Durazo? ¿La Patria es Primero o “El Partido es Primero”? ¿Cómo explicar que no tenemos la casta para salir a las calles a derribar este establishment, actitud que comprueba que estamos orgullosos de pertenecer a la ralea mencionada por Paz, esa que acepta con abyección que “toda denuncia es estéril? No hay problema, contamos con el recurso de la máscara: máscara el rostro, máscara la sonrisa. En este territorio hermético, de iniciados en la simulación, no entran extraños. Quien se abra es un rajado, un traidor. ¿Ayotzinapa, crimen de estado? ¡Todos a una! ¡Lo hizo Fuente Mexicuna! Diego Moreno [email protected]