Julio Scherer García llegó a la redacción de ZETA un año después del fallecimiento de Don Jesús Blancornelas. Era el año 2007. Pidió hablar con la autora de esta columna. No la encontró. Investigó su celular y dejó un mensaje: “Señora Navarro. Habla su servidor Julio Scherer García para pedirle me reciba en su periódico a las tres de la tarde”. Así sucedió ese día, y los que le siguieron. Su visita a Tijuana tenía una misión. Estaba escribiendo su libro “La Terca Memoria”, y uno de los capítulos lo dedicaría al profesor Carlos Hank González. No podía escapar a su memoria terca, la vida del hijo más polémico de Carlos Hank, Jorge Hank Rhon. Venía, pues, a reportear. Dijo entonces que Carlos Monsiváis le espetó cuando le confió las líneas de su siguiente obra literaria de no ficción: “Si vas a escribir de Jorge Hank, tienes que ir a ZETA”. Y así lo hizo. Con la generosidad que tuvo hacia quienes como él, se dedicaban al mejor oficio del mundo de manera crítica, independiente y analítica, Don Julio llegó a ZETA para arroparnos. Platicamos por horas de su tema y de otros, espléndido, recorrió la redacción y charló con reporteros y editores. Entrevistador nato, les preguntó y les escuchó. Julio Scherer fue el periodista mexicano más reconocido desde mediados del siglo pasado. Sus investigaciones y sus reportajes develaron actos de corrupción y abuso de poder en México y en el extranjero. Su férreo compromiso con la investigación periodística lo llevó a otros países, donde sufrió también la persecución. Con su pluma y desde sus páginas, apoyó las causas sociales, le dio espacio a la denuncia y a la manifestación, alentó siempre a la sociedad y criticó a quienes osaron reprimirla. En México le hostigaron los gobiernos priistas y también los panistas. Distante del poder, se acercaba solo para obtener información. Escuchaba a los que querían callar. Les daba voz a quienes querían silenciar. Persiguió a las mafias gubernamentales con su aguerrida pluma y su mente brillante. Fue la referencia del periodismo en México, como Ben Bradlee en Estados Unidos, Guillermo Cano en Colombia, Ryszard Kapuscinski desde Polonia, por mencionar algunos de los -para nuestra generación- decanos del periodismo en el mundo. Primero en Excélsior y después en Proceso, Scherer le dio la oportunidad a varias generaciones de periodistas, muchos de ellos hoy consolidados. Hizo activistas, analistas, sus páginas fueron libres y a disposición de los oprimidos. De aquellos víctimas del Estado, de aquellos presos del sistema político mexicano que nos ha gobernado en los últimos 70 años. Apasionado del periodismo, cuando el golpe dirigido desde el Gobierno de la República en la Cooperativa de El Excélsior lo dejó fuera de la dirección, salió por la puerta principal acompañado de quienes, como él, solo tenían el objetivo de una prensa libre, no oficiosa, no oficial. Así nació Proceso en noviembre de 1976. Durante exactamente 20 años, Don Julio dirigió Proceso. No se debió la decisión a que su tiempo como periodista había concluido. Fue el acuerdo al que llegó con su compañero de batalla periodística, Vicente Leñero. Juntos, arropados por periodistas independientes, críticos todos, iniciaron esa lucha, y juntos acordaron, se retirarían 20 años después. Scherer respetaba, amaba fraternalmente a Leñero, aun cuando podía y quería seguir al frente de la revista, cumplió su palabra. Aunque siguió yendo a Proceso dos, tres días a la semana, hasta no ir más. Guio a su equipo de reporteros y editores, les protegió cuando fue necesario y les defendió siempre. Maestro de periodistas no es un título que se gane cualquiera. Con quienes trabajamos en ZETA, Julio Scherer fue siempre generoso. A la visita de 2007 siguieron muchas más. Siempre con la investigación periodística como su objetivo. Los secuestros, las fosas, el narcotráfico, la frontera. La última vez que lo vimos en esta, nuestra ciudad, fue el 17 de abril del año 2010. Ese día, fue testigo de la celebración del 30 Aniversario de ZETA. Compartió el momento con mis compañeros, con nuestros invitados todos. Se sentó a la mesa con otros dos grandes periodistas, Miguel Ángel Granados Chapa y Carmen Aristegui. En los últimos años, las visitas a la Ciudad de México tenían el objetivo de verle. De escucharle. Compartimos experiencias, anécdotas, intercambiamos libros. Debatimos noticias. Seguimos de cerca la redacción de sus notas y sus libros, 22 en su haber de periodista escritor, de narrador de la realidad. Con Julio Scherer García no muere el periodismo crítico, se poda a su ejemplo. El compromiso es mayor ahora que él no está. En paz descanse.