En 1987, el desaparecido Patrick Swayze y Jennifer Grey -hija del legendario actor y bailarín Joel Grey- pusieron a la gente a moverse al cadencioso ritmo de “Dirty Dancing”. Con su historia sencilla que cuenta el romance entre una chica de familia acomodada y un joven sin un quinto, la película causó sensación en su momento. De ahí que en 2014, este éxito en la taquilla se convirtió en un musical que primero fue presentado en el Theatre Royal de Sidney, Australia. Luego vino una gira nacional que duró 18 meses, después, otra producción en el Theatre Neue en Hamburgo, Alemania, enseguida en el famoso distrito teatral de Londres, donde se registraron seis meses con llenos totales en el Aldwych Theatre. A la fecha, el espectáculo ha recorrido teatros en Toronto, Canadá; Utrech, Holanda; Berlín, Alemania y Johanesburgo, Sudáfrica, entre otras plazas. Y ahora, como parte de la gira nacional en Estados Unidos, esta puesta en escena ha llegado al Teatro Civic dentro de la temporada 2014-2015 de Broadway San Diego. En la noche de su estreno, el martes 6 de enero, la obra dirigida por James Powell, con coreografía de Michele Lynch -basada en la coreografía original de Kate Champion- tampoco permitió que un asiento se quedara vacío en el Civic. Con un trabajo verdaderamente ingenioso para recrear el exclusivo resort donde la familia de “Baby” (Jillian Mueller) va a pasar el verano, utilizando proyecciones para dar la sensación de estar en el campo, frente a un lago, con las montañas como trasfondo, el ambiente queda establecido con la nostalgia de 1963, que es cuando se desarrolla la acción. Después, en el momento en que “Johnny” (Samuel Pergande) primero sale a escena provoca una que otra porra del público, permitiendo que la película cobre vida en el foro alimentado con la energía de los números dancísticos que además de clásicos del rock como “This Magic Moment”, “Do You Love Me?” y “Honey Love”, mezcla cha cha chá, merengue y hasta una interpretación humorística de “Bésame Mucho”. El resultado es una fiesta que va creciendo desde la primera escena hasta la última, cuando se recuerdan éxitos como “She’s Like the Wind” y el gran final con “(I’ve Had) The Time of my Life)”, ahora con las espléndidas voces de Doug Carpenter y Jennlee Shallow. Para esto el amor prohibido de “Baby” y “Johnny” ya se ha desarrollado con toda la intensidad y los matices necesarios para hacer una obra musical sólida que, incluso, tiene muy presente un estupendo trabajo de orquesta en vivo. Así es que aquí hay mucho de todo: riqueza visual, fuerza actoral, canto, por supuesto que un baile explosivo y una gran pasión que explica por qué “Dirty Dancing” es una fórmula que funciona a la perfección, tal como se constató el 6 de enero, ante un público totalmente absorto por la fuerza de esta atinada propuesta musical.