A más de 17 días de la captura de Víctor Barraza Martínez “El 28”, “El Vidal” o “El Víctor”, y tras haber rendido sus primeras declaraciones -junto con cinco de sus cómplices-, en el Centro de Arraigo de la Procuraduría General de la República (PGR), la Unidad Especializada en Investigación de Delitos contra la Salud de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) inició operaciones para ubicar, detener y presentar a los sicarios que presuntamente participan, desde el 31 de julio de 2014, en levantones, ejecuciones, tortura, calcinaciones y crueles asesinatos, en una evidente guerra entre los capos del Cártel de Sinaloa: Dámaso López Núñez “El Licenciado” e Ismael “El Mayo” Zambada, por el control de la plaza en La Paz. Las investigaciones, bajo el número de averiguación previa PGR/SEIDO/UEIDCS/605/2014, iniciaron desde el 26 de noviembre, cuando uno de los dos jefes de pistoleros de las “Fuerzas Especiales Dámaso”, fue capturado, trasladado y arraigado en la Ciudad de México. En su declaración, el jefe de sicarios admitió ser uno de los principales responsables de la ola de violencia en La Paz, quien tenía en su teléfono celular números de La Paz, Los Cabos, Comondú, Culiacán y El Dorado, Sinaloa; inclusive fotografías de la mayoría de los integrantes de su célula criminal, que posaban armados con uniformes de color negro y camuflados, y armas de alto poder, entre los que aparecían algunas bellas mujeres, a quienes utilizaban -dijo- para seducir a sus rivales y ubicar a sus víctimas, para posteriormente levantarlos y asesinarlos. El propio jefe criminal reconoció a los integrantes de su organización delictiva y también de sus rivales, aportando información clave que llevara a su paradero en un operativo en los estados de Baja California Sur, Baja California, Sinaloa y Sonora. Durante la investigación federal, “El 28” no se resistió a los interrogatorios y, sin necesidad de presionarlo, habló del modus operandi de los grupos delictivos. Dio detalles, fechas, lugares, nombres y direcciones, y habló de la red de vínculos entre delincuentes y policías municipales, ministeriales y estatales involucrados en la ola de violencia en La Paz. El pistolero fue más explícito y expuso su relación con el comisario de la Policía Estatal Preventiva, Francisco Javier Camacho Manríquez, y algunos funcionarios del gabiente del gobernador Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor, como el ex coordinador de Giras, Irineo Martínez Ordaz, y el ex director de Transporte, Gabino Ceseña Espinoza, entre otros, como de la Secretaría de Finanzas, quienes presuntamente habrían elaborado y entregado gafetes oficiales como servidores públicos a delincuentes como Esteban Espinoza Velázquez “El Pantera”, José Enrique Urquiza Portillo “El Ferrari” o “El Moreno”, y Alberto Montero Lizárraga “El Mandraque” o “El Mago”. Después de iniciadas las investigaciones, la SEIDO aseguró la vivienda de la calle Gilberto Mendoza de la colonia Civilizadores de La Paz, donde fueron detenidos “El 28” y sus cómplices, quienes en la entrada de la casa tenían un culto a la Santa Muerte con veladoras y balas calibre 9 milímetros,.223 y 7.62 x 39. Los investigadores federales confirmaron que la casa de seguridad era utilizada para torturar y asesinar a narcomenudistas, inclusive colocaron Luminol en el piso de la vivienda y pudieron observarse restos de sangre en la parte del comedor, donde -de acuerdo a investigaciones- torturaban a sus víctimas, lo que cuadra con las fotografías y videos encontrados en poder del jefe de sicarios. Durante esta investigación, la mesera rescatada el día de la captura de “El 28”, Karla Guadalupe Lugo Beltrán “Kenia”, fue detenida y trasladada al Centro de Arraigo de la SEIDO, donde rinde su declaración en torno a los hechos. Los sicarios Dentro del expediente de la SEIDO, aparecen algunos testimonios de víctimas como Jesús Ernesto Tirado Palomares “El Chuy”, uno de los dos sobrevivientes que pudieron escapar de las manos de los sicarios, cuando estaban a punto de ser asesinados, quien para su buena fortuna, la cajuela del auto donde venía oculto, se abrió inesperadamente y pudo brincar y solicitar ayuda hasta ser asegurado por la policía Municipal de La Paz. Después de haber sido levantado junto con tres personas más por un comando armado de hombres encapuchados, en la calle Nautilus de la colonia La Esperanza II, la víctima recordó que ese día llegaron a una vivienda que era pequeña y de color lila por fuera y color claro por dentro, donde fueron metidos a un cuarto que tenía una televisión, abanicos y otros objetos. La víctima relató que estaban amarrados de las manos y de los pies con cinta gris, y que sus captores comenzaron a tomarles y enviar fotografías con un teléfono celular, pidiéndoles que sonrieran. En el expediente, “El Chuy” relató que “los sicarios se quitaron sus pasamontañas y pude ver alrededor de diez personas, y observé a una mujer de aproximadamente 24 años de edad, estatura baja, complexión delgada, la cual se veía muy voluptuosa, como si estuviera operada del pecho y nalgas; nariz respingada, cabello largo, lacio y de color negro, y con acento sinaloense”. La víctima recordó a algunos de sus captores de la siguiente manera: 1.- Una persona joven de sexo masculino, de estatura aproximada de 1.90 metros, complexión delgada, tono de piel y ojos claros, sin bigote, cabello largo, quien era llamado “El Grande”. 2.- Un hombre de aproximadamente 23 años de edad, de 1.60 metros, complexión robusta, tez clara, cabello de color castaño, con entradas, sin barba, sin bigote, mirada fija y tono de voz gruesa; parecía ser jefe y le apodaban “El Mayor”. 3.- Una persona de sexo masculino, de aproximadamente 1.70 metros de altura, complexión robusta, tez morena clara, ojos como metidos y ojeras, lampiño, sin barba, sin bigote y entradas, de unos 26 años, apodado “El Guacho”. 4.- Un hombre de poco cabello, entradas amplias, 1.70 metros de estatura, complexión robusta, tez clara, barba muy corta pero arreglada, de aproximadamente 27 años y acento sinaloense. 5.- Un individuo del sexo masculino, nariz aguileña, con una cicatriz en la misma, de aproximadamente 32 años, barba de candado completa, con una cicatriz en la quijada; 1.70 metros de estatura, complexión robusta, tez morena y cabello corto, como pelón. 6.- Un hombre de aproximadamente 28 años, 1.70 metros de estatura, complexión robusta, tez morena, cabello negro, sin barba ni bigote; como seña particular, un tatuaje en el pecho, el cual decía “Pugar”, y en la espalda otro tatuaje. Su vestimenta era de tipo cholo, al igual que su tono al hablar. La víctima relató que todas estas personas comenzaron a golpearlos y torturarlos, azotándolos contra la pared, y después de un rato, él y sus otros tres compañeros, de nombre Luis Fernando Leyva Guzmán, Eduardo Salvador Aguilar Sosa y José Francisco Lizárraga Félix “El Chapo”, fueron separados y comenzaron a interrogarlos a cada uno. Los victimarios querían obtener información sobre sus rivales, incluso “el sujeto de apodo ‘El Mayor’ llegó con una arma larga y comenzó a golpearnos con la culata, y nos gritaba ‘¡ustedes saben, dígannos la verdad!’”. Asimismo, el sobreviviente dijo haber observado cómo torturaban y mataban a Luis Fernando Leyva Guzmán, solo escuchaba los lamentos y gritos a tal grado de que “yo intenté ahogarme, metiéndome los dedos en la boca, ya que sentía que me matarían, y lo intenté por más de una hora sin haberlo logrado”. En su testimonio, Jesús Ernesto Tirado Palomares “El Chuy”, dijo que después de las torturas, solo escuchaban risas y música de narcocorridos, fue que entonces se acercó a él, la persona de apodo “El Grande”, para expresarle: “¿Cómo quieres empezar? ¿Quieres que te arranque los huevos y te los ponga en la boca?”. “Yo contesté que no”, expuso, para después relatar que el sicario se marchó para llevarse a torturar a José Francisco Lizárraga Félix “El Chapo”, quien fue hincado y cuya cabeza metían a la taza del baño, después lo desnudaron y lo metieron a una regadera, donde era golpeado salvajemente. Según la víctima, ese día fue un infierno para él y sus compañeros, siendo ya muy tarde y vencido por el sueño, despertando cuando “El Grande” abrió la persiana del cuarto y comenzó a decir que “no íbamos a ver la luz del día”, muy contento agarró un acordeón, el cual sabe tocar muy bien, y preguntó textualmente: “¿Qué canción quieren?”. “Contesté yo, la que quieras”, entonces “empezó a tocar, y observé a la persona de barba cerrada y delineada, cantando y burlándose de nosotros, expresando la persona con el tatuaje de ‘Pugar’ que ese día nos tocaba morir a nosotros, fue entonces que nos sacaron y metieron en la cajuela de un vehículo y nos sacaron de la casa. “Sin embargo, cuando iban a matarnos, y como iban muy recio, el carro golpeó con un tope y se abrió la cajuela”, situación que él y su compañero aprovecharon, brincando para después pedir ayuda en la tienda Express Miramar, hasta donde llegó la Policía Municipal de La Paz. El mensaje Después de la captura de Víctor Barraza Martínez “El 28”, la mañana del 7 de diciembre fue levantado, torturado y asesinado el narcomenudista Jesús Daniel Quiroga Pichardo, cuyo cuerpo fue abandonado fuera de la vivienda particular del subdirector de la Policía Ministerial del Estado, Félix Geraldo Castro, en la calle Mar Mediterráneo entre Océano Pacífico y Mangle, Colonia La Esperanza II, a escasas cuadras de la casa del gobernador del Estado de Baja California Sur, Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor. El cuerpo iba dentro de una bolsa vinílica y tenía el siguiente mensaje: “Jesús Félix Castro Geraldo ya deja de agarrar dinero, ya sabemos que te lo trae el comandante Edgar René Meza Castro alias El Tomatillo, los dos cómplices de la delincuencia de René, eres un traidor culero, pero gracias por ponernos al Helio y al Pikas aunque eres un traidor nos jugaste chueco pinche doble bandera te estabas cuajando con el sueldo de los dos bandos y aparte el del gobierno pinche traidor Att C.D.S”. La bolsa de la víctima tenía a su alrededor una treintena de dulces, y según peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado, el cuerpo estaba mutilado del rostro y no tenía cuello, incluso le faltaban algunos órganos. De inmediato, la PGJE abrió una investigación y, al cierre de esta edición, ya tenía indicios de los presuntos responsables. Los investigadores del caso creen que el crimen de Jesús Daniel Quiroga Pichardo está vinculado con la detención de “El 28”, ya que la víctima era uno de los sicarios que estaban a su servicio, el cual habría sido recomendado por Giovanni Alejandro Agúndez González “El Pelón”. De acuerdo con los investigadores, el asesinato se habría planeado tras descubrirse que el narcomenudista delató la ubicación de la casa de seguridad de “El 28”, sobre todo porque a un par de días de su captura, comenzaron a repartirse una serie de volantes entre delincuentes del mismo Cártel de Sinaloa, uno de los cuales llegó a manos de las autoridades estatales y federales, donde textualmente decía: “Hay vergas ya agarraron boletos para el Facebook, este fin de semana, valdrán verga putos por traidores vende puchas, el tiro está listo pinches valevergas ni saben a quien traicionaron putos El Grande va pa atrás también junto con sus estatales y ministeriales, del oxxo pa arriba ningún puto traidor quedara vivo. De dos en dos hasta romperles su madre que ni tienen jefecita putos traidores al chapito lo pusiste tu violín michoacano”. El narcomensaje releva una naciente pugna entre la célula criminal de Cruz Alonso Lozoya Uriarte “El Grande” y la de Víctor Barraza Martínez “El 28”, de las Fuerzas Especiales de Dámaso, por la captura de este último. Según el análisis del mensaje por un especialista en delincuencia organizada, la gente de “El 28” tiene la certeza de que “El Grande” estuvo detrás de su captura de Víctor Barraza Martínez para salvar su pellejo, incluso tener tiempo de escabullirse o salir de Baja California Sur, tras la llegada de la SEIDO, lo que podría abrir un nuevo frente de batalla entre los grupos armados del Cártel de Sinaloa.