Es fácil juzgar a un ser humano por su preferencia sexual. Es sencillo condenar a una persona por su elección sexual. Estoy harto de que persigan a mi amigo porque ha decidido ser heterosexual, hombre. Bisexuales y homosexuales han organizado una cacería para terminar con la vida de mi amigo. Lo persiguen a todos lados, en su vecindario, en la tienda de conveniencia, en el banco, en el gimnasio, en el restaurante bar al que acude todos los días. No lo dejan en paz. Lo rodean, lo acechan, preguntan por él. Lo buscan y hacen señas obscenas con la lengua. Empiezan a danzar a su alrededor como abejas a la miel. No puede ir al sanitario sin que lo persigan. No puede ir a fumar a la terraza sin que lo acechen. No puede ni siquiera admirar el paisaje porque bloquean su visión. No puede voltear a mirar con ternura a una mujer, porque obstaculizan su ángulo visual. No puede estar sentado en el patio de su casa sin que empiecen a danzar pendularmente tratando de que detenga la mirada en sus cuerpos afeminados por su preferencia sexual. Haciendo simulaciones eróticas del coito hombre-hombre. Tratando de emular un encuentro sexual pasajero, sin importancia. Como si esto no fuera suficiente, las mujeres se han unido a esta persecución, con la finalidad de que le sea infiel a su amada esposa, en estos momentos tan difíciles de su separación. Le dan dos opciones, o casarse con una de ellas o tener una relación con un bisexual o un homosexual, pero mi amigo tiene quince años de feliz matrimonio y no quiere ceder. Casadas, divorciadas, viudas, comprometidas, solteras, adolescentes, todas emulan a los bisexuales y homosexuales, danzando pendularmente para bloquear su visión. No puede apreciar la hermosura de una mujer sin que corran a bloquear su ángulo visual. Todos los días mi amigo les recuerda a las féminas que está casado con el amor de su vida, que no tiene ninguna intención de divorciarse y volverse a casarse, pero no ceden, es como si el demonio de la necedad las poseyera. Con el ánimo caído mi amigo acudió por mi consejo. Le recomendé que acudiera a la Procuraduría de Derechos Humanos para presentar su denuncia, por intolerancia sexual e intolerancia por fidelidad matrimonial. ¿Quién se creen estos bisexuales y homosexuales? ¿Quién se creen estás féminas desesperadas? No pueden estar por encima de la Constitución, interrumpiendo la libre visión de mi amigo, coercionando la libertad sexual de mi amigo, presionando para modificar su estado civil. De estas y de otras cosas más hablaremos, todos los días hasta que cese la persecución. José Antonio Cortés Guedea Correo: [email protected]