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jueves, septiembre 19, 2024
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La renuncia del Ingeniero

Jesús Alejandro Ruiz Uribe No puedo imaginar, lo pesada que debe ser la loza psicológica, que el hijo de un héroe debe cargar, sobre todo, si decide dedicarse a la misma actividad de su padre. Adivino que por eso Cuauhtémoc Cárdenas tiene esa personalidad seria, reservada, podría decirse que tímida, pero no ausente de templanza, de fuerza espiritual, de carácter. El Ingeniero escucha, consulta, pero en solitario resuelve los asuntos más trascendentes de su vida política, su liderazgo no proviene de su encanto, simpatía o florido discurso, sino de la contundencia del ejemplo que nos brinda en cada uno de sus actos. Así fue, cuando junto a Porfirio Muños Ledo e Ifigenia Martínez decidió retar a la entonces omnipotente figura presidencial, exigiéndole renunciar a la potestad no escrita de nombrar sucesor; su argumento era impecable: vivíamos en un régimen constitucional democrático que debía respetarse y la vieja costumbre del dedazo presidencial contradecía esos principios, la estatura política de los tres democratizadores no permitió tacharlos de locos o inconscientes, lograron establecer el debate nacional en un México asfixiado por una mordaza institucional que hacia callar a la inmensa mayoría de los medios de comunicación, no existían redes sociales, por lo que la población debía aferrarse a los escasos medios que habían conquistado su libertad o desarrollar una extraña facultad para encontrar la verdad en las notas mentirosas y lisonjeras que el gobierno dictaba a sus lacayos. Exigieron que el candidato presidencial Priista fuera electo por la inmensa militancia y no por el Presidente de la Republica, su propuesta fue escuchada, incómodamente debatida, profusamente comentada por la sociedad, pero rechazada por el consejo nacional tricolor, instancia formal partidista, pero antidemocrático transmisor de la voluntad presidencial. Era otro México, muy diferente en derechos y libertades ciudadanas, en el país de hace tan solo 27 años, existían formalmente elecciones constitucionales federales y locales, diferentes opciones político electorales, medios de comunicación privados y públicos, libertad de expresión, división de poderes, pero esto solo era una ficción que intentaba ocultarle al mundo el verdadero caris autoritario de un régimen político, con leyes repletas de inmensos espacios para la discrecionalidad presidencial, que resultaban en poderes legislativo y judicial subyugados al poder ejecutivo,  medios de comunicación controlados por el estado mediante discrecionales patrocinios, el monopolio estatal del papel, la amenaza del retiro de licencias de operación y el legendario chayote, la sociedad podía hacer chistes de los gobernantes, pero no organizarse para denunciar atropellos o soluciones so pena de ser reprimidos ferozmente como ocurrió con los estudiantes, los maestros, los doctores, los ferrocarrileros, un sistema de partidos con un partido hegemónico que “ganaba” todas las elecciones, partidos satélites que postulaban siempre al mismo candidato Presidencial del PRI, un PAN que solo funcionaba como Válvula de escape para un sector minoritario y no contestatario de la clase media, y una izquierda intelectual testimonial. A este sistema, bautizado por Vargas Llosa como la dictadura perfecta, es al que retó Cuauhtémoc. Al no ser atendidas sus demandas, sin titubeos, exponiendo todo, nombre, apellido, libertad, integridad, vida, futuro, comodidades, sin lloriqueos, estridencias o reclamos, de una, aceptó la candidatura presidencial del PARM, un viejo partido satélite, que esta vez, no postularía al mismo candidato presidencial que el PRI, Pronto, otros partidos de izquierda también lo postularían. El resultado de la elección presidencial de 1988 jamás lo sabremos, el fraude perpetuado por un gobierno aterrorizado lo impide, pero después de esa fecha, en nuestro país nada fue igual. Después de grandes movilizaciones exigiendo la reversión del fraude y de la imposición de Carlos Salinas de Gortari como presidente de la república, el ingeniero rechaza llevar al país a un enfrentamiento armado del que todavía no habríamos salido  convocando a la sociedad en general y a las fuerzas políticas que lo habían apoyado, a la conformación de un gran partido político, de izquierda democrática, que se estableciera como meta llevar este país hacia la transición democrática y conquistar el poder para construir de una vez por todas un estado mexicano, social y democrático, comprometido con el desarrollo nacional, con la soberanía respecto de nuestros recursos naturales, con pleno respeto y aplicación de la libertades y derechos humanos, que abatiera las centenarias injusticias que han asolado a nuestro México. De esta convocatoria surgirá el Partido de la Revolución Democrática,  poético nombre para un instituto político que se compromete  a cambiar a México por la vía pacífica y la lucha cívica. El PRD, bajo los liderazgos de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador  trasforma la vida política nacional, conquistando espacios de gobierno que imponen una nueva forma de gobernar: trasparente, incluyente, eficiente, honesta, respetuosa, democrática, justiciera. Hoy nuestros estándares democráticos son mejores que los de hace 27 años, se ha dado la alternancia gracias a un mejor sistema electoral, en el poder legislativo ningún partido ha vuelto a tener hegemonía numérica, el poder judicial es esencialmente autónomo del poder ejecutivo, se logró la alternancia en gobiernos de los estados y en la presidencia de la república, pero seguimos transitando hacia la democracia, las fuerzas autoritarias evolucionaron hacia el establecimiento de poderes facticos, que defienden el estatus Quo incluso mediante fraudes electorales más sofisticados que el del 88, apoderados de los políticos, conducen la agenda nacional y retrasan la consolidación democrática, la tragedia es que el PRD, motor del cambio ha sido asaltado por una burocracia sin estatura, que asociada a el “nuevo PRI” margina a los fundadores del partido, a sus candidatos presidenciales a quienes lograron los triunfos electorales que les dieron vida, una burocracia proveniente de esos partidos satélites que en 1988 se separaron del régimen apoyando a Cuauhtémoc, vueltos a su condición de lacayos, envilecidos por el excesivo dinero que tramitaron en esta transición fallida, renunciantes a la búsqueda del poder, capaces de postular a narcotraficantes, asesinos o caciques, si pagan la cuota establecida y, sobre todo, si apoyan a esa misma burocracia. Ante esta situación que esperábamos ¿Qué hiciera el Ingeniero? Lo de siempre, actuar guiado por sus principios, por eso, en medio de esta crisis moral y de valores democráticos les pidió que renunciaran y permitieran la reconstrucción del sueño de la revolución democrática, ante la negativa, sin titubeos, y defendiendo su mítica congruencia, renuncio. Que destino le espera al PRD, no lo sé, tal vez ninguno, los burócratas empoderados están dispuestos a llevarnos al precipicio, a sabiendas de que la fuerza acumulada por la lucha democrática que nos precede, les alcanza para sobrevivir, con engaños, una década que coincide con el final biológico de su vida política, Así de miserables.  * Jesús Alejandro Ruíz Uribe es ex Dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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