Ha sido un buen año para el escritor bajacaliforniano Jorge Ortega que finaliza en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), a celebrarse del 29 de noviembre al 7 de diciembre. 2014 empezó para Ortega con la publicación de “Bedouins” (Molossus, 2014), una selección de su obra poética traducida al inglés por Anthony Seidman; y concluyó con la edición del libro de ensayo “El ancla y el arado” (Cecut, 2014) y el poemario “Guía de forasteros” (Conaculta, Bonobos Editores, 2014). “Guía de forasteros” figura como parte de las novedades editoriales del Conaculta y Bonobos Editores durante la FIL. Además, el poeta y ensayista cachanilla participará en el homenaje a Juan Gelman bajo la coordinación de José Ángel Leyva y en el homenaje a Guillermo Fernández dirigido por Ernesto Lumbreras. Escrito con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México, Jorge Ortega (Mexicali, 1972) entrega “Guía de forasteros”, un poemario donde converge la madurez de un poeta que ha merecido ser Finalista Único del Premio de Poesía Hiperión 2005 en España por “Estado del Tiempo” y que ha sido el único bajacaliforniano en ganar el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines” por “Devoción por la piedra”, en 2010. Sobre “Guía de forasteros” el poeta David Huerta advierte: “‘Guía de forasteros’ es uno de esos libros-límite. En los poemas de Jorge Ortega hay algo más que calidad literaria o maestría u oficio. Hay en este libro un sedimento trascendental que convierte la lectura en una puesta en encrucijada del ser mismo del lector y de la inteligencia que se enciende en el contacto con estos poemas. Decir que se trata de un extraordinario libro de poesía no basta para describirlo o valorarlo: significa simplemente encajarlo en un espacio que no le corresponde, pues en sus páginas ocurre nada menos que eso a lo que Nietzsche nos llamaba con una pasión arrasadora: la transvaloración, el proceso de transformación de la cultura en vida raigal, sin concesiones, restituida en su pureza desafiante”. Por su parte, Jorge Ortega, Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona, abunda a través de ZETA sobre su poemario: “La fecha de los poemas puede situarse y agruparse en tres grandes tiempos: poemas anteriores a mi partida a Barcelona, poemas concebidos durante los años que pasé allá, y poemas escritos a mi retorno, tanto a México como a Baja California, a través del dramático embudo de re-inmersión que implica cualquier proceso de re-sintonización con un orden previo. “Hay de hecho una estrecha correspondencia entre ‘Guía de forasteros’ y ‘Devoción por la piedra’, de 2011, colecciones que recogen experiencias de ultramar y que intentan deletrear las recompensas de tal distanciamiento, aunque en honor a la exactitud habría que aclarar que si ‘Devoción por la piedra’ simboliza el movimiento de ida, ‘Guía de forasteros’ el de la vuelta”. —Has dicho que “Guía de forasteros” podría remitir parcialmente al poema “El retorno maléfico” de Ramón López Velarde incluido en “Zozobra”, de 1919. Explícanos tu interés en el tema del que se va y regresa con ojos de forastero presente en tu obra… “Cuando terminé de armar el libro advertí la familiaridad que guardaba su parte medular con lo que me atrevería a llamar precisamente el tópico del retorno maléfico, que si bien afianza López Velarde se halla en la poesía mexicana desde el siglo XIX, con José Rosas Moreno, Francisco de Icaza y Luis Urbina, y luego, tras López Velarde, con Octavio Paz y José Emilio Pacheco. Es un asunto discreto e impopular en nuestra poesía, debido a las susceptibilidades que despierta la cuestión identitaria. “‘Guía de forasteros’ reactiva de manera explícita dicho tópico en algunos pasajes, haciendo de él la razón de su conflicto, el del viajero que se ausenta por un largo período de su tierra y al cabo de los años retorna siendo naturalmente otro y siendo, en esencia, el mismo, aquejado de una contradictoria sensación de extrañeza y asombro, desconcierto y estupor ante la encrucijada del reencuentro con lo propio y la noción de desarraigo, el instinto de pertenencia y la adopción de otro horizonte. “El que se marcha y vuelve está condenado a ser un hombre escindido y un forastero en su patria. Mientras la comunidad le exige ser quien era y recobrar la unidad, su mundo interior y su visión alterada se lo impiden, orillándolo a errar con miras a conciliar las mitades de ese ser. Cambiar conlleva así una problemática. Vaya paradoja. Lo digo con franqueza y sencillez: ‘Es más difícil regresar que irse. / Empiezas a saberlo’”. —“Todo es volver, todo es estar volviendo, todo / es un retroceder a cierto inicio”, anotas en el texto “Greyhound”; incluso hay uno denominado “Viaje a la semilla”… ¿Hacia dónde retrocede o regresa el sujeto de “Guía de forasteros”? “‘Viaje a la semilla’ es la antítesis de ‘Greyhound’. Para el peregrino de mi libro la semilla no representa el punto de partida sino el umbral de la llegada al lugar deseado, que no siempre es el lugar de origen sino el sitio al que aspiramos por decisión personal, la geografía utópica que en el caso más afortunado culmina en una realidad permanente. “‘Guía de forasteros’ oscila entre ambos polos, el de la imposibilidad y el de la probabilidad; uno incumbe al misterio de la inercia de estar sentenciado a un destino invariable, el otro al de rasgar ese círculo en apariencia inquebrantable para abrir la línea de la vida a la tentación de alterar nuestro destino a través de la más radical de las resoluciones: la fuga como una forma de renuncia o adhesión a determinados espacios vitales”. — ¿Cómo es tu proceso de creación poética y escritura? ¿Cómo nace un poema? ¿Tienes algún horario para escribir? “En la medida que mi poesía es altamente matérica en cuanto a su inclinación por concitar texturas y cristalizar en imágenes sensoriales, responde a un registro casi inmediato de lo circundante. Suelo tomar notas en un pequeño cuaderno que cabe en el bolsillo del saco o de la camisa y que más tarde paso en limpio, considerando ya, si proceden, modificaciones a la versión germinal del poema. “Más que reescribir, transcribo a hojas blancas y afino. Todo a mano. Hasta que publico un poema en una revista o desarrollo un proyecto de libro uso la computadora. También a veces el poema crece en mi cabeza durante varios días para cuajar de pronto en un semáforo o una caminata, o en plena ducha. “Cuando viajo escribo por ejemplo al andar, merodear, deambular. Fue un hábito que hice al estar fuera de México y en el que me sentí muy cómodo. Bajo este criterio no hay para la poesía horario fijo que valga. La memoria es más importante que el papel”. — ¿Cómo determinas la forma que adoptará un poema, a qué se amolda? “La música del poema define sus contornos, y la música del poema está antes de la forma. Antes de que vaya apareciendo el poema, está la pauta rítmica de una frase, la melodía todavía precaria de un enunciado, la primera línea del poema que se insinúa. Esa primera línea establece un parámetro armónico, sin embargo es imperativo dejar hablar al lenguaje, que constituye no solo la andadura del texto sino a la par su metabolismo. “Por ende, cada poema es dueño de una música única. Antes de la conciencia de la forma está, pues, el buen oído, que no vacilaría en considerar, junto a la intuición, una de las facultades básicas de la creación lírica”. —En la pieza “Primera impresión” apuntas: “A qué país he llegado, / qué vastedad barrida por la ráfaga / del no-pasa-nada”. ¿Cómo era México cuando te fuiste a España y cómo lo encontraste a tu regreso? “Salí cuando arrancaba el gobierno de Fox y volví a México después de que Calderón había sacado el ejército a las calles. Del esperpento pasé a atestiguar la progresión de la violencia en numerosas ciudades y cuantiosos pueblos: norte, Pacífico, estados del centro. México se había teñido de rojo. “Sin haber presenciado las elecciones presidenciales de 2006, con su entonces justo voto por voto, salté de la caricatura voluntaria e involuntaria de la pareja imperial a la creciente marea de brutalidad de la guerra contra el crimen organizado, cuya víctima capital acabó siendo la población civil. “Esos versos pudieran reflejar la rampante ausencia de ley que ya ha dado de sí, pero igual la desolación existencial de la provincia retratada por Rulfo en su relato ‘Luvina’, esa desquiciante aridez con la que se topa el hijo pródigo tras recorrer el mundo e intentar recuperar el diálogo con el solar natal y su desierto anímico, su ofrenda anti-climática. En el fondo ‘Guía de forasteros’ explora también la poética del no-lugar”. —Finalmente, a propósito del México donde “no-pasa-nada”, igual que en el sexenio de Calderón en la administración de Peña Nieto continúan las ejecuciones, los secuestros, las desapariciones, como la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. ¿Podrías compartirnos tu reflexión al respecto? “Ayotzinapa es el primer Tlatelolco del siglo XXI. No obstante, a diferencia de la matanza de 1968, la pira humana de Guerrero exhibe, he ahí lo desalentador, los procaces signos de descomposición de la sociedad mexicana, el recrudecimiento de la barbarie en un país de impunidad y donde mexicanos atacan mexicanos, donde mexicanos matan mexicanos, donde mexicanos borran del mapa a otros mexicanos. El horror. “Supe de la rueda de prensa de la Procuraduría General de la República horas antes de disertar sobre poesía frente a una legión de estudiantes universitarios de letras, en una tarde negra para el estudiantado de México en que se confirmaba lo que conocíamos de antemano. Aunque la mejor intervención hubiera sido una conferencia de 43 minutos de silencio, acudí a dar la cara para reivindicar el logos poético en un intento por re-dignificar la poca o mucha humanidad que nos queda”.