Francisco Arturo Vega de Lamadrid no es el gobernador de la seguridad. Tampoco es el gobernador de las obras, mucho menos el gobernador de los programas sociales. Ni él se considera el gobernador del Mando Único; ni siquiera el gobernador de la salud. Vaya, ni al gobernador de las guarderías ha llegado, con todo y que fue su promesa. Si en el primer año de gobierno nos basamos, Francisco Arturo Vega de Lamadrid, ha sido el gobernador del borrón y cuenta nueva, el gobernador del Teletón/Televisa, el gobernador de los viajes, y el gobernador de las inversiones… en Baja California Sur. En el año al que ya le quedan pocos diítas, el gobernador no ha brillado por su acuciosidad, no se le ha visto en todos los temas sensibles que aquejan a los bajacalifornianos dando la cara por ellos, defendiéndolos y promoviendo acciones que beneficien a las mayorías. Cosa contraria y para confirmar lo anterior, sus empleados han de salir de semana en semana a defenderlo. Ya dice uno que debe dedicar el 40 por ciento de su tiempo a viajar y que trae carretadas de dinero cada viajecito, como otro justifica que no debe ser popular, y que lo de las encuestas que le han reprobado en su primer año, es cosa subjetiva. A inicios de 2014, incluso la administración de las finanzas del gobierno se puso en entredicho. Convenios ventajosos para empresas de nueva creación, convenios millonarios para empresas terceras, todo desde la oficina del secretario de Planeación y Finanzas, defendido por el gobernador, no investigado por los diputados y con la impunidad del Órgano de Fiscalización Superior del Estado (ORFIS). En este gobierno desorganizado, resalta la falta de apoyo y solidaridad hacia empresarios, comerciantes y pequeños negocios que mueven la economía local. La ausencia de inversión, y, más grave, la evasión por parte del gobernador en materia de seguridad. Poco a poco, porque se les ha permitido, las bandas de criminales han ido transitando hacia células de secuestradores, de sicarios, de narcomenudistas y de contrabandistas. En las últimas semanas los bajacalifornianos, los tijuanenses en particular, hemos visto acciones criminales que hace años no veíamos. Nos hemos encontrado con casos que hacía años, unos cuatro o cinco, no veíamos en Baja California. Balaceras a cualquier hora y en lugares públicos. Harto concurridos. Primero en un restaurante en el Bulevar Agua Caliente, después en una plaza comercial en la Chapultepec y luego en una plaza comercial en el Soler. Balaceras con armas largas, heridos, ciudadanos inocentes, ciudadanos organizados, vulnerados ante las balas. Bandas independientes de criminales que en la no intervención policíaca, en la falta de liderazgo en materia de procuración de justicia y de investigación ministerial, ven a Baja California como caldo de cultivo criminal. Recuerdo cuando hace cuatro, cinco años, el gobernador del Estado era, junto al Comandante de la II Zona Militar, el líder de la coordinación policíaca, ministerial y de procuración de justicia, y juntos, daban frente a los criminales no solo con declaraciones, cuanto más con acciones. Me llega el caso cuando en un decomiso -que había muchos más de los que hoy suceden- encontraron proyectiles calibre .50, y cómo se alarmaron los líderes de la coordinación en materia de seguridad -que después serviría de modelo al ex Presidente Felipe Calderón para instaurar el Mando Único- porque esas balas eran para un rifle de asalto de los llamados “mata policías”, debido a su alcance a más de mil metros y su capacidad para perforar el blindaje. Tanto gobernador, General, como procurador y secretarios, se afanaron a buscar el arma a la que iban destinados esos proyectiles. Sabían que estaba en Baja California, porque hasta acá llegaron los cartuchos útiles. No descansaron hasta encontrarla y confiscarla. Hoy día, el gobernador no es el líder de la coordinación en Baja California, ni siquiera aspira a instaurar un Mando Único, y ello se refleja en lo relajado que están los operativos conjuntos, no solo por su falta de liderazgo, sino porque ha confiado ciertas corporaciones -la PEP, pues- a una persona que no es de confianza ni de General, ni de secretario. Estas acciones, y la falta de las mismas, hacen que Baja California sea, otra vez, una tierra fértil para los criminales. Para los narcotraficantes, para los secuestradores, para los traficantes de armas, para los extorsionadores y para los criminales organizados. El decomiso de 18 armas entre largas y cortas que se dio en la semana -no por un seguimiento y una investigación específica al respecto- deja ver cómo los delincuentes se están rearmando. Nos pueden vender -o pretender vender- la idea que las armas entraron por esta frontera para ser vendidas al sur del país, pero los ataques en plazas comerciales, las balaceras a diestra y siniestra, confirman lo contrario. O que por lo menos, algunas de las armas se quedan aquí, para gozo criminal de miembros del Cártel de Sinaloa, de lo que queda del CAF, de las cada vez más bandas independientes y para las representaciones de otras organizaciones criminales. Es muy lamentable que la falta de liderazgo por parte del gobernador en materia de seguridad, acabe con la coordinación y estrategia que durante años, se tuvo con otras corporaciones e instituciones. Muy grave. De seguir ignorando el delicado tema, la violencia puede escalar.