De suyo abandonado el norte del País, particularmente esta región de la Baja California, la más alejada del centro de México, ha podido avanzar a pesar de las medidas centralistas tomadas por diferentes Presidentes de la República y sus respectivos Secretarios de Hacienda y Crédito Público. Nunca como ahora con Enrique Peña Nieto, ciertamente; el Presidente que homologó el IVA a la frontera mexicana por considerarlo un trato especial, un privilegio que los norteños no debíamos tener sobre el resto de los mexicanos. Así pasamos de tasar un 11 por ciento de Impuesto sobre el Valor Agregado, a pagar el 16 por ciento. Los estragos de esa medida centralista los hemos padecido desde el 1 de enero de 2014. Subió el costo de vida, incrementaron los precios, las rentas, las colegiaturas y los servicios y productos todos. De súbito todos los bajacalifornianos, incluidos los gobiernos, debimos de pagar el 5 por ciento más a la Hacienda federal. Obviamente esto provoca que llevar una vida en el norte sea más difícil. Y si a eso le agregamos la desigual competencia que tienen los comercios y servicios mexicanos frente a los comercios y servicios del otro lado de la frontera en los Estados Unidos, pues estamos fritos. Ya para completar de golpear a la frontera norte de México, la inestabilidad económica, la creciente inseguridad y la poca certeza jurídica y económica, ahora los fronterizos enfrentamos el alza reciente en la cotización el dólar. 14 pesos por un dólar es un duro golpe para la frontera. Los golpes que Enrique Peña ha asestado a la frontera se sumaron a los que nos dio Felipe Calderón. Aquel presidente controló el manejo de los dólares norteamericanos en una región binacional que se mueve con el intercambio de esa moneda; incrementó los aranceles para la importación y anunció prohibiciones en el mismo tema. Redujo el flujo fronterizo en materia de transacciones e importaciones, entre otras medidas tomadas a más de 3 mil kilómetros de distancia. En este terrible escenario para el desarrollo de la economía fronteriza, Peña nos incrementó el IVA, nos modificó la forma en el pago de impuestos, redujo la inversión económica para Baja California, y nuestros gobiernos, particularmente el del Estado encabezado por Francisco Vega de Lamadrid, no han podido con acciones propias, denuncias de atención federales y flujo de recursos desde el centro del país, menguar la situación, incentivar a la inversión y el empleo, disminuir los costes de vida. Nada. (Bueno, el Gobernador ha viajado mucho, construye una mansión más grande que “La Casa Blanca” de los Peña, y crece y vigila frecuentemente sus inversiones en Baja California Sur, al tiempo que sus secretarios de Economía y de Finanzas culpan a todos –incluidos los medios– de los males de Baja California, antes de reconocer su parte en el caos). A propósito de que era urgente que Enrique Peña Nieto enfrentara a los mexicanos que se han manifestado por cientos de miles tanto en el centro del país como en los estados de la República y las capitales internacionales, el presidente, a su modo, a su estilo, se armó su espectáculo en Palacio Nacional, hizo que todos los gobernadores acudieran a escucharle, que los representantes de las paraestatales, organismos descentralizados y ciudadanos estuvieran ahí, también los del Poder Legislativo y los del Poder Judicial, lo mismo que su gabinete, que todos fueran a oír un discurso que nunca, en ningún momento, se dirigió “a los mexicanos todos”, que fue para las señoras y los señores ahí presentes. Leyó un decálogo antes de declarar que se suma al clamor social porque todos somos Ayotzinapa, como si eso nos diera certeza jurídica. Y después de prácticamente decretar la Policía Única, acabar con las municipales, deslindar responsabilidades en la persecución del narcomenudeo (que es la base del narcotráfico), crear leyes y reglamentos para juzgar a policías corruptos y deshacer cabildos y ayuntamientos, habló de darle un trato preferencial a los estados del sur de México. Finalmente aceptó que un esquema de economía especial es un incentivo para el desarrollo en esa materia, situación que se negó a entender cuando se le explicó una y otra vez por parte de los bajacalifornianos y los norteños todos, que el IVA al 11 por ciento, que una zona fronteriza, eran precisamente eso, una economía especial para detonar el desarrollo. Ahora Peña lo entiende pero no para Baja California o la frontera norte, sino para los estados del sur, particularmente Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Michoacán, entidades a las que les dará lo que negó a los fronterizos: una economía especial. El desprecio por el norte de México es evidente una vez más en la Presidencia de la República ahora con Enrique Peña Nieto, que lejos de entender a México como un todo, lo disecciona y privilegia a su antojo, incluso con los mismos argumentos que dio, para no continuar con la zona especial en la frontera norte del país. Lamentablemente, Ayotzinapa no es el sur; Ayotzinapa y los 43 desaparecidos no son un problema del sur, son producto de la corrupción, la impunidad, el matrimonio del crimen organizado con el gobierno, la falta de justicia, la ingobernabilidad creciente y un estado fallido que cada vez se evidencia más.