26.5 C
Tijuana
lunes, octubre 7, 2024
Publicidad

Claudio Magris y “la escritura que se ejerce con absoluta e irresponsable libertad”

El día en que Claudio Magris recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014 iba dispuesto a dar cátedra sobre los “colores” de la escritura. “Lápices de Colores” fue el ensayo que el célebre intelectual italiano leyó el 29 de noviembre de 2014 ante más de 2 mil personas, en el Auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Disponible en el link www.fil.com.mx/prensa/com_muestra_negocios.asp?id=1853, la disertación de Claudio Magris (con la traducción al español de Dulce Ma. Zúñiga), trató primero sobre una dedicatoria de Heimito von Doderer, en un ejemplar de “su obra maestra”, titulada “La Escalinata de Strudlhof”, cuya firma contenía “una afectuosa, amplia y auto irónica dedicatoria escrita con seis lápices de colores”. En realidad, el pensador italiano (Trieste, 1939) recurrió a la metáfora de la dedicatoria en diversos colores que le envió Heimito von Doderer para desarrollar el tema de los “colores” de la escritura: “Aquella dedicatoria era probablemente también auto irónica porque utilizaba colores diferentes para escribir -a mano- sus novelas, largas como la vida misma; los colores diferenciaban los distintos planos de la novela: la narración de los sucesos, el flujo de la conciencia, las descripciones. “Utilizar colores diferentes también para escribir la dedicatoria significaba que toda escritura -así fueran unas cuantas líneas- es un texto, un tejido de planos diferentes, rico en referencias; sostenido por una tensión entre la totalidad y el fragmento, lo dicho y lo no dicho. La escritura tiene colores y lápices diferentes, también para quien no escribe a mano, como lo hace Doderer. Diversos colores, diversas escrituras, también en el espacio de aquella que las abraza a todas, la escritura única e irrepetible de cada autor”, leyó Claudio Magris. Cabe mencionar que gran parte de las ideas planteadas en “Lápices de Colores” también se encuentran plasmadas en “La Literatura es mi Venganza”, título escrito en coautoría con Mario Vargas Llosa y publicado este año por Anagrama, sello que, por cierto, cuenta en su catálogo con obras de Magris, como “El Danubio” (1986), “Conjeturas sobre un Sable” (1986), “Otro Mar” (1991), “Microcosmos”  (1997), “A Ciegas” (2005), “El Infinito Viajar” (2005), “Así que Usted Comprenderá” (2006). Además de la pieza teatral “La Exposición” (2001) y los ensayos “Utopía y Desencanto” (1999), “La Historia No Ha Terminado (2006) y “Alfabetos” (2008). “La escritura es como un río sinuoso” Traducido a más de 20 lenguas, Claudio Magris sostiene en “Lápices de Colores,” a propósito de los diversos tipos de escrituras: “El ensayo, por ejemplo, es una escritura que se hace a tientas, ensayando, y el argumento se va creando conforme se avanza: se construye y se busca a la vez. Es una forma de escritura que habla de un tema queriendo expresar algo diferente que no se puede decir directamente, y que el propio autor va conociendo poco a poco, se busca lo inexpresable detrás de cada imagen. “La escritura es a la vez un agente de aduana y un contrabandista; establece fronteras y las trasgrede. Se utilizan lápices, colores diferentes, para la escritura ético-política y para la propiamente literaria, de invención”. La parte medular de la disertación de Magris consiste en ejemplificar, con la metáfora de los colores, los tipos de escrituras para inevitablemente desembocar, como el vaivén del agua del río, en la creación literaria: “Hay tantas escrituras: las que dan voz a la tragedia y al horror de la vida, y aquellas que dan voz a su encanto; las que se obsesionan con la verdad y aquellas que pretenden reinventar el mundo. “Está la escritura que nace en la cabeza, en el conocimiento intelectual, y aquella que nace en la mano, en la creatividad que ignora que el autor entiende menos su obra que los demás, como me sucedió cuando hablaba con Singer y me daba cuenta de que yo entendía más sus grandes obras, sus relatos y parábolas que había escrito él y no yo.  “Hay una escritura que informa sobre el mundo, que detecta las necesidades y denuncia las injusticias; también la escritura que se practica como un ‘buen combate’, para usar la expresión de San Pablo, en defensa del ser humano, y hay la escritura que se ejerce con absoluta e irresponsable libertad”. — ¿Podría explicarnos este concepto de “la escritura que se ejerce con absoluta e irresponsable libertad?, solicitó  ZETA a Claudio Magris durante una ronda de preguntas y respuestas. “Si yo por ejemplo, estudiara lo que ocurrió aquí con los estudiantes (desaparecidos de Ayotzinapa), bueno, claro que el lenguaje sería diferente porque trataría de buscar la verdad en correspondencia con lo que ocurrió, o sea, no podía haber espacio quizá para una especie de discreción fantástica; y cuando yo escribo para intervenir políticamente o hablar de algún problema, ahí el lenguaje tiene una sintaxis distinta. El lenguaje es como ‘sí, sí, no, no’, porque es un lenguaje que hay que centrar, que hay que centrarse a la claridad. “Si nosotros hablamos del problema de las pensiones, por ejemplo, tenemos que ir a ver cuál es la situación precisa; sin embargo, si yo estoy contando la historia de un pensionado, entonces ya no es el problema de las pensiones, sino más bien es lo que le pasa en la vida a este pensionado, qué le ocurre a él en su vida, a su gato, a su familia, etcétera, y es ahí que cada afirmación es corregida y modificada por las cosas. “Si yo hablo de un delito, yo tengo las ideas muy claras, sé qué ocurrió y lo que no; yo cuando cuento la historia de un asesino, claro, sigo la claridad del asesinato, pero este hombre no es solo un asesino, también tengo que hablar de cómo llegó a ser un asesino, éste es otro tipo de escritura. Es por eso que me voy para adelante, me voy atrás, al pasado, corrijo las primeras impresiones, corrijo lo primero que escribí, es un proceso distinto. “Una cosa es la escritura clara, ‘sí o no’; y la otra es la escritura que más bien penetra en la vida del hombre, de los principios morales que siguen siendo fundamentales, claros y precisos porque ahí están; sin embargo, se entra en una ambigüedad de las tendencias de una persona, sus inclinaciones, lo que vivió, lo que surgió, no porque se le vaya a justificar, sino porque hay que entenderlo en diferentes contextos. “Si yo mato a alguien, o usted mata a alguien, este delito es igual, porque era un hecho que no hay que matar, pero no sería un delito igual porque usted pondría detrás su vida y sus errores de su vida, y yo pondría mi vida y los errores de mi vida; y es por eso que la escritura es como un río sinuoso que va para adelante, que va para atrás, que se corrige, que se regresa, y yo siento mucho este problema, quiero mucho ese problema. Es un problema, créame, en primer lugar de sintaxis”. — ¿Cuál es la aspiración de Claudio Magris cuando ejerce la “irresponsable libertad?, insistió el reportero. “Cuando yo hablo de irresponsable libertad, hay que entender una cosa: un escritor es sobre todo una persona, un hombre o una mujer, con todos los deberes y todas las limitaciones de cualquier hombre o de cualquier mujer, y con todas las responsabilidades de cualquier hombre, de cualquier mujer. “Naturalmente, como la escritura inventa un mundo, nosotros tenemos que tener toda la libertad del juego para tratar de buscar todos los caminos posibles; si vamos, aquí, de noche, por las calles de Guadalajara, en auto, nosotros tenemos que respetar el código vial de aquí; si escribimos, en la literatura podemos hacer entender la importancia de ir en la forma adecuada simplemente contando la historia de un loco que va en sentido contrario. “Cuando Conrad escribe Lord Jim (citado también en ‘La Literatura es mi Venganza’), inventa este episodio y no tiene ninguna obligación moral a priori, él no quiere formar una sociedad para ayudar a las personas que se están ahogando como ocurre en Lord Jim; sin embargo, la manera en la que cuenta esta historia nos hace entender la enorme diferencia que hay entre estar listos para ayudar a los demás, estar con la disposición, o ser malos. Nos hace entender sin dar un juicio moral, bajando la moral a la vida, o sea, llevando la moral a la vida, ésa es la enorme diferencia; esto tiene que ver mucho con la formación de las personas. “Por ejemplo, mis padres nunca me dijeron que no hay que ser racistas, nunca me lo dijeron; sin embargo, tampoco nunca me dijeron que no hay que comer en el baño; la manera, simplemente, en la que ellos vivían, trabajaban, cómo se peleaban, cómo jugaban, cómo platicaban con sus amigos, todo esto creaba un mundo en el que era impensable ser racistas, igual que llevarse el plato e ir al baño a comerte tu comida. La literatura es exactamente lo mismo, nos cuenta algo que nos da un sentido de la vida; la literatura no es catequismo, no es un decálogo, no es un código civil o moral, es simplemente la narración de lo que significa ayudar, por ejemplo, a alguien a hacer el bien o hacer el mal, o sancionar. O sea, no son juicios, sino más bien una narración. “De hecho, ¿los grandes fundadores de las religiones desde Jesús hasta los maestros del talmud o buda, por qué cuentan o narran historias, parábolas? ¿Por qué? Pues para que se entienda una verdad moral, para que esa verdad moral se entienda, hay que ponerla en la vida; el amor al prójimo es una cosa abstracta, entonces Jesús cuenta cómo un hombre bajaba con su asno por la colina; Buda cuenta, por ejemplo, sus historias, sus narraciones, sus parábolas; y los maestros hebreos que comentaban la Biblia, cuentan por ejemplo qué significa caminar el sábado más allá del límite. Hay una parábola bellísima, que luego si quieres te la cuento, pero son historias que como historia en sí, no proponen un juicio, sino que al narrar algo, tienen un juicio dentro de sí”, finalizó Claudio Magris.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
- Publicidad -spot_img

Puede interesarte

-Publicidad -

Notas recientes

-Publicidad -

Destacadas