La movilización masiva en protesta por la desaparición de 43 estudiantes normalistas, y que durante horas marchó de manera pacífica por las principales calles del centro de la Ciudad de México, se tornó tensa en el Zócalo, una vez que concluyó el mensaje de los padres de las víctimas secuestradas en Iguala, Guerrero. Fue alrededor de las ocho de la noche cuando jóvenes encapuchados lograron derribar algunas vallas de seguridad colocadas desde el mediodía para resguardar el Palacio Nacional, y lanzaron piedras y cohetones a los elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) apostados también en los alrededores de éste inmueble sede del Poder Ejecutivo federal. Con extinguidores, los elementos de seguridad lograron apagar el fuego y el humo. Mientras, granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal se acercaron al lugar para apoyar los elementos del EMP y, entre ambas fuerzas de seguridad, alrededor de las 10 de la noche (hora de México), replegaron a los manifestantes y cercaron Palacio. Los manifestantes que permanecían todavía en la plancha del Zócalo tocando tambores y lanzando consignas como “¡Zapata vive, la lucha sigue!”, o contando hasta 43 para rematar con una exigencia de ¡Justicia! Para esta manifestación, la Presidencia de la República no solo desplegó un operativo en los alrededores del recinto; sino adentro, lo que motivó sonoras rechiflas de los manifestantes. Los padres de los normalistas se retiraron del mitin desde las 21:00 horas. Felipe de la Cruz, padre de un normalista que sobrevivió al ataque del 26 de septiembre y ahora vocero de los familiares, pedía con insistencia a los encapuchados que no empañaran con violencia la manifestación, pero sin resultados ya que los jóvenes no dejaron de aventar artefactos hacia Palacio Nacional. El mitin encabezado en el Zócalo por los padres de los estudiantes secuestrados concluyó con un mensaje de esperanza emitido por De la Cruz, quien estuvo acompañado por varios familiares más: “No vamos a descansar hasta encontrar a los muchachos o hasta que nos los entreguen. Estamos seguros que saben dónde están. Tenemos la esperanza e ilusión de verlos”. Y fue después de este mensaje que inició la tensión en el Zócalo, cuando un grupo reducido de jóvenes con banderas de fondo negro empezó a empujar las vallas de seguridad ubicadas alrededor de Palacio, logrando quitar algunas. Otros encapuchados lanzaron objetos a los cientos de granaderos que se apostaron sobre la calle Corregidora. Otros quisieron quemar la puerta del edificio sede del Ejecutivo, otra vez. Y así cerró la jornada más intensa y concurrida desde que los indignados empezaron a marchar, apenas unos días después de conocerse la tragedia de los normalistas secuestrados.