No cabe duda que en Tijuana somos privilegiados y estamos con suerte, la mano de Dios nos ha protegido. Ni terremotos, ni huracanes nos han azotado alguna vez con daños mortales. Uno que otro ventarrón de Santa Ana, harto calor este verano de 2014, pero hasta allí. Quizá la zona geográfica, el océano, la falla de San Andrés, que sigue dormida, amén de uno que otro temblor, como el del domingo de Pascua en 2012, tendremos los perpetuos baches, basura y otras negligencias, conocidas por todos, pero hasta allí. La última lluvia fuerte tipo ciclónica fue en enero de 1993, con más de 40 muertos. No más. Hasta allí. La madre y gentil naturaleza nos tiene privilegiados en esta zona occidental tijuanense. El calentamiento global y el deshielo del Ártico, ha generado y generará más temporales fuera de toda normalidad y en destiempo. El mentado ciclo productor de lluvias torrenciales, el Niño ha estado latente, ¿cuándo y cómo vendrá? ZETA ha dado seña y advertencia con expertos en esa materia de cómo serán los tiempos futuros con el Niño, huracanes, épocas y demás advertencia. Ojalá Tijuana nunca sufra uno o algo similar al desastroso “Odile”. Tijuana, la verdad, se acabaría, poco quedaría en pie, cañones, laderas, arroyos; hay casas raquíticas y paupérrimas en su construcción. Desaparecería toda la zona vulnerablemente pobre y no sé qué más. ¿Tenemos botiquín?, ¿provisión para tres semanas mínimo, papeles de índole personal, seguros, agua embotellada segura, etcétera? Creo que no. Allí empezamos con la vulnerabilidad personal, luego, la ingeniería casera y luego la general, todos vulnerables. Nos seguimos salvando, con la mano de Dios. La naturaleza irritada con tanto daño que hemos hecho al plantea, la capa de ozono, contaminación, negligencia, etcétera; pongámonos a pensar que no queremos vivir lo de “Odile”, “Álex”, “Katrina” y más ciclos destructores y mortales. Pidamos sigamos así, sin temporales de película, porque si no, la pasaríamos muy, pero muy desgraciadamente, muy mal. La mano de Dios en la coqueta Tijuana aún libre de ciclones, pero los baches aún no, y así regocijémonos de alegría, que la mano de Dios y su protección aún la tenemos. No se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de Dios. Leopoldo Durán Ramírez Tijuana, B. C.