¡Mamá, ya llegué! ¿Estuviste tomando? No, mamá, claro que no, te doy mi palabra que no he probado ni una gota de alcohol. ¡Mira, idiota, que soy tu padre! Érase una vez en una fiesta que un político se emborrachó hasta ponerse como diablo. En eso vio a una persona vestida de negro y se acercó para decirle al oído: -A ver, la viudita se ha de morir de ganas de bailar conmigo, ¿verdad? La persona molesta se da la vuelta y responde: Señor, yo no voy a bailar con usted por tres motivos: uno, usted es un borracho mal educado; dos, el himno nacional no se baila, y, tres, ¡no soy ninguna viuda, soy el obispo! Querido alcohol: Debo decirte que teníamos un trato con el cual tú me hacías ser más simpático, mejor bailarín y más guapo. Ayer vi el video… ¡Tenemos que hablar! Autor: Un lector sobrio… seguramente.