Don Arturo Sarukhan es una eminencia en política exterior, un diplomático de carrera, de 20 años al servicio, seis los ejerció como embajador. Lo fue de México en los Estados Unidos durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, estrechando las relaciones de aquel gobierno con el de Barack Obama. Cuando concluyó el encargo diplomático, Sarukhan mantuvo su residencia en Washington, donde hoy tiene un despacho de consultoría y colabora con dos prestigiados centros de ideas políticas en la capital norteamericana, The Brookings Institution y The Woodrow Wilson Center. Del 3 al 11 de noviembre fue invitado por el Centro de Economías Emergentes del Pacífico de la Universidad de California en San Diego, para dar cátedra y pláticas a los estudiantes de post grado de la Escuela de Relaciones Internacionales y Estudios del Pacífico. Y ahí estaba el miércoles 5 de noviembre hablando de migración, tratado de libre comercio y economía mexicana, cuando fue sorprendido por los manifestantes protestando por la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014. Al embajador le gritaron asesino, narcofuncionario, entre otros calificativos que soportó inmóvil y en calma. Cuando a los manifestantes se les explicó que Sarukhan -hijo de un ex rector de la UNAM, por cierto- ya no representaba al gobierno mexicano, las protestas no disminuyeron, pero sí cambiaron de lugar. Abandonaron el Gran Salón de la escuela y llevaron su presión social a los patios de la Universidad. El día de hoy, el ecuánime Maestro Sarukhan estará en Tijuana en visita académica.
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