El Presidente mexiquense viaja del D. F. al Oriente, lleva toda su comitiva, gastos, felicidad y pura vida. Ha comprado un jet presidencial, hecho, fabricado como casa residencial, les costó a los mexicanos aunque coman frijoles con gusanos. El Ejecutivo sigue como en campaña, fotos, saludos y los muertos en la montaña, un Mandatario frágil y el país en maraña, Reforma, petróleo, energética, ¿cuál mañana? Dice Peña Nieto incierto: crecimiento al 3 por ciento; van dos interinatos y la democracia no llega. Peña Nieto está en Los Pinos, se toma sus vinos, pero la chirriona lo espera: “Ha llegado tu hora”. El Mandatario revira y ve a la Catrina; “Te llevaré de una vez, mexiquense, por fin llegó tu muerte”. La Huesos lo tiene ya, le dice: “Calla, calla, te llevaré al más allá, recuerda lo de Tlatlaya”. El Peña Nieto pela los ojos y la parca con él vuela lejos, atrás quedó Iguala; “Ya tengo pa’l entierro pala. Te llevo conmigo, guapo, contigo ya me agasajo, vivirás macabro hallazgo”; lo lleva en su regazo. Ha muerto el “tarjetas Soriana”, se lo ha llevado la dientona, va al panteón municipal, al fin, tal para cual. Ya lo pone en la tumba, antes con él baila rumba, va pasando una gaviota volando y al Peña Nieto lo están sepultando. Así reza su epitafio: “A la democracia desafió, mal, muy mal gobernó y por ello la Catrina se lo llevó”. Dijo “R.I.P.”. Leopoldo Durán Ramírez Tijuana, B. C.
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