Que los dos gobernadores sustitutos de los dos gobernadores constitucionales depuestos (o que solicitaron licencia pues) este año, sean académicos, no puede ser una coincidencia. No sólo porque en política las coincidencias no existen, sino porque quienes viven en y de la academia, difícilmente tienen un papel protagónico en el sector que llenan los partidos políticos. En el PRI por ejemplo las candidaturas todas son para sus miembros, en el PAN de vez en cuando le abren la puerta a los ciudadanos no afiliados y en el PRD pues recogen lo que hayan dejado el PRI y el PAN en las selecciones internas de los candidatos. Esto que parece ser un parámetro, que los dos primeros gobernadores sustitutos del sexenio de Enrique Peña Nieto, provengan de la academia, pues no es gratuito. Dos académicos haciéndose cargo de lo que dos políticos no pudieron: la administración estatal en dos estados, en Michoacán y en Guerrero ¿Acaso no había políticos que podrían haber sucedido a los gobernadores constitucionales? Es probable que la respuesta sea afirmativa, pero lo que evidentemente no hubo en ambos casos, fue un clima de seguridad y una confianza de los ciudadanos hacia los políticos. Tampoco había acuerdos entre los partidos representados en los Congresos locales. Si a esas dos premisas se suma la creciente, terrible, terrorista y salvaje inseguridad que acontece tanto en Michoacán como en Guerrero, pues la probabilidad de acordar entre políticos se reduce a nada. En el primer caso la confianza en el gobierno priista local se había perdido, y debido a las relaciones de colaboradores y familiares de Fausto Vallejo –el gobernador con licencia- con miembros del narcotráfico y el crimen organizado, imposibilitó que alguien de ese partido tomara su lugar. Mientras el PAN y el PRD habían perdido ese derecho en las urnas, la decisión neutra que tuvo que haber venido de la Presidencia de la República, responsable de la seguridad interior, fue voltear a la academia. Así llegó al Gobierno de Michoacán quien hasta el día de tomar posesión era el Rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, don Salvador Jara Guerrero se tituló como Físico Matemático, especialista en Física Experimental con maestría en Tecnología Educativa y Doctorado en Filosofía de la Ciencia (nada pescadito). El clima en Guerrero, que es el segundo estado donde un Gobernador cae de la silla institucional, no es para menos. Iguala es un nombre que la comunidad internacional estudiantil, política, empresarial y social, ya tienen marcado en la mente y en el imaginario colectivo del horror de la humanidad. Hace más de 30 días en un poblado de aquel municipio de Guerrero fueron muertos, heridos y desaparecidos con toda la fuerza del estado y del crimen organizado, estudiantes normalistas. El horror, el terror de la barbarie en Iguala han posicionado a México como uno de los países más violentos, más crueles y más injustos del orbe. Cambiar al Gobernador del Estado ciertamente no mejoraría la situación de los guerrerenses que exigen antes de paz justicia, pero sí disminuiría un poco los calores ciudadanos que han elevado el nivel de las manifestaciones, y colmaría un poco también la sed de linchamiento hacia la clase política –en este caso el PRD dado que el Gobernador como el alcalde de Iguala fueron candidatos por ese partido-. Una vez más como parece ser la norma de este gobierno, los responsables de la política interior, los hacedores del Pacto pro México y los negociadores con las cúpulas de los partidos políticos, no vieron en las filas de sus partidos a sucesor ya no digamos digno, sino pacificador. Y voltearon a la Academia. Quien era el Secretario general de la Universidad Autónoma de Guerrero, don Salvador Rogelio Ortega Martínez, se convirtió en el Gobernador de aquella entidad (sí, otro Salvador). Ortega Martínez es licenciado en Sociología con especialidad en Historia, Maestro en Estudios Iberoamericanos y Doctor en Ciencias Políticos y Sociología, por títulos pues, no desmerece. Entonces ¿Significa que en épocas de inseguridad, violencia, barbarie y terrorismo la clase política ya no la hace? ¿Los académicos están rebasando a los partidos? ¿Los partidos no ven en los suyos la solución que contribuya a la justicia social? Esta incipiente pero importante norma podría ser aplicada en las elecciones del 2015, darle a más académicos más candidaturas ante el desprestigio de la clase política mexicana. Al Presidente Enrique Peña Nieto ya no le quedan muchas cartas limpias o cartas bajo la manga. Con la mezcolanza de partidos que hizo en su Pacto por México para sacar sus once reformas, acabo con el poquísimo prestigio, individualidad e ideología distinta que tenían los partidos políticos. Al sumarlos a un pacto los convirtió en una masa amorfa de voluntades e intereses y los alejó de las instituciones políticas con principios, ideología y valores individuales que como partidos debían tener. Peña Nieto está viendo antes de concluir su segundo año de administración como el país se le sale de control. La inseguridad y la violencia que ignoró sistemáticamente los primeros 19 meses de gobierno le golpea en la cara, en el ego y en la capacidad para administrar el gobierno, la procuración de justicia, y la llegada del México en Paz que ha pregonado sin sustento. En esas condiciones, sin más cartas políticas, con una estrategia incompleta para combatir al crimen organizado y al narcotráfico, que subsistente en todo el territorio mexicano con la ayuda de gobiernos que corruptos ofrecen impunidad, ahora los políticos voltean a considerar a los académicos… ¿Pero ellos podrán?