Sin entrar en el estudio sobre las teorías para explicar el origen del hombre americano, lo cierto es que América estaba poblada por distintas razas de indios cuando los españoles aparecieron en sus costas. Contraria a la práctica de otros poderes coloniales como holandés, ingleses y belgas, los españoles mezclaron su sangre a la de los aborígenes. A fin de aliviar los trabajos que pesaban sobre los indios, los soberanos españoles autorizaron la introducción de negros esclavos. De esa forma entró el tercer elemento componente del “crisol de razas” que es la América hispana. Posteriormente se produjo la inmigración de otros países europeos y en menor escala de los demás continentes. La raza india constituye todavía hoy un factor importante en la población de Perú, Bolivia, México, Ecuador y Guatemala, pero su cantidad es exigua en el resto de los países. El encuentro de todas etas razas atrajo su cruzamiento, produciendo: los mestizos (cruce de blancos e indios), los mulatos (liga de negros y blancos) y los zambos o zambaigos (constituidos por los que tienen sangre negra e india). El criollo: es el elemento humano nativo que surge de la mezcla de los peninsulares con las razas indígenas y negra o por la unión de españoles entre sí. Pero lo distingue el haber nacido en América, ser ésta su patria y tener, por ese motivo, intereses e ideales distintos que los españoles. La importancia del surgimiento del criollo hay que calibrarla teniendo en cuenta que es el protagonista y el hacedor palpitante y viviente de la historia y de la literatura hispanoamericana. La verdadera literatura empieza cuando los criollos comienzan a crear obras literarias utilizando como instrumento de expresión la lengua de Castilla. Pero no como se habla en España, sino con las naturales variantes sufridas en un medio completamente nuevo. Cuando el criollo comienza a intervenir en el acontecer político y social, comienza también a hacer historia y a escribirla. El criollo tiene sus características distintivas; muchas de ellas son cualidades comunes a la raza hispánica y, otras, genuinamente americanas. Entre sus peculiaridades espirituales y sicológicas están: su carácter idealista y soñador; su precocidad; la espontaneidad y la liberalidad. Además, sobresale por su romanticismo innato; su indisciplina o resistencia a toda norma preestablecida, incluyendo las del propio idioma: el exceso de emoción que por lo general pone en las cosas; gran sentido de la dignidad y el honor; cierto sentimiento de frustración en los aspectos político, económico, social y hasta cultural; su apasionamiento; su realismo; cierto dejo de amargura y contrariedad íntima; su necesidad de expresar los problemas íntimos y colectivos. Este cuadro sicológico se completa con otras características, como son: su gallardía entre lo imposible; el peligro y lo irrealizable; independencia y rebeldía innatas; sentido crítico y de inconformidad con la realidad circundante; gran sentido del humor, que no pierde ni en los momentos más difíciles; despego por los trabajos manuales, porque su habilidad parece más intelectual que práctica y una profunda intuición democrática, aunque a veces ha sido presa del caudillismo, quizás por el peso ancestral de su apasionamiento y emocionalismo. Narrativa tomada del libro de Orlando Gómez-Gil. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B. C.