Los relatos de los turistas enviados a Tijuana desde el martes 16 de septiembre, reafirman la falta de preparación, de protocolos de reacción y de información para recibir a un fenómeno natural como el que azotó a Baja California Sur el domingo 14 de septiembre. Todavía con las imágenes del desastre que provocó “Odile” en sus mentes, alrededor de 800 paseantes, entre nacionales y extranjeros, llegaron en aviones de la Fuerza Aérea Mexicana y de la Secretaría de Marina, procedentes del sur de la península bajacaliforniana. Por su ubicación fronteriza, Tijuana fue uno de los tres destinos seleccionados, junto a Guadalajara, Jalisco y Distrito Federal, para evacuar a los 30 mil turistas varados en La Paz y Los Cabos, principalmente. El puente aéreo coordinado por el Ejército Mexicano y con colaboración de aerolíneas comerciales, inició un día después de que, con categoría 4, el ciclón transitara y arrasara con lo que encontró a su paso. A las víctimas de “Odile” se les ofreció traslado a por lo menos cuatro puntos: al Aeropuerto Internacional de Tijuana, a la central camionera, a la Garita de San Ysidro o al Aeropuerto del Condado de San Diego. Para los destinos en este municipio, tanto el XXI Ayuntamiento como el Gobierno del Estado, habilitaron camiones de empresas particulares. Mientras que el Consulado de los Estados Unidos hizo lo propio para cruzar a sus connacionales a territorio norteamericano. Del martes 16 al miércoles 17 de septiembre, aterrizaron en Tijuana nueve aviones en la Base Aérea del Ejército Mexicano de la colonia 70-76. Fueron entre 770 y 800 personas, un 90 por ciento extranjeros, el resto mexicanos. Abordados por este Semanario al bajar de los aviones, los turistas afectados coincidieron en que las autoridades estatales (de Baja California Sur) y los agentes de viajes, afirmaron hasta el último momento que “Odile” no impactaría tierras sudamericanas, asimismo, el personal de los hoteles donde se hospedaron. Una vez que el huracán tocó tierra en los destinos turísticos, no se les orientó sobre algún plan de contingencia, albergues u otros puntos de resguardo, hasta que el Ejército reaccionó para evacuarlos, activando su Plan DN –III-E. “Estábamos preguntando ese día, ¿qué está pasando?, ¿cuál es el plan?, y nos decían que no iba a pegar, pero nuestras familias ya nos estaban hablando ese día diciéndonos que iba directo a San José del Cabo, y todos los trabajadores del hotel nos decían: ‘No, no, solo quédate en tu cuarto y todo va a estar bien´”, relata Esther, originaria de San Diego, California. Durante la noche del domingo y madrugada del lunes, la turista no tuvo otra opción que resguardarse en su habitación junto a dos amigos, donde en un momento de la noche alguien tocó la puerta. Se trataba de otros turistas organizándose para bajar a la discoteca en un subterráneo, sin apoyo de autoridades o empleados del hotel. Al pasar de las horas, el municipio de Los Cabos se convirtió en tierra de nadie y escenario del desastre. El cambio lo relata Larisa: “Muy feo, en la noche estaba bien, pero al siguiente día estaba todo caído, toda la gente llorando, peleándose por la comida. Estaba muy feo, ya me quería regresar”. Lo que le sucedió a Kieran Hayes, beisbolista que llegó de La Paz, donde se encontraba participando en un torneo de beisbol panamericano, refleja el desconocimiento y falta de prevención. La desinformación fue tal, que al joven de 17 años, al resto de sus compañeros y entrenadores (que suman un total de 40), las primeras lluvias los sorprendieron disputando un partido de la justa, de donde lograron retirarse a tiempo para buscar resguardo. Gilberto Camacho viajó a Los Cabos San Lucas junto a su esposa y sus dos hijos, de cuatro y dos años de edad, el jueves 11 de septiembre. A ellos también les llegó el desastre por sorpresa. Cuando las primeras lluvias y vientos (que llegaron 200 kilómetros por hora en el punto más álgido) comenzaron a sentirse, supieron que “Odile”, a diferencia de lo que todos aseguraban, si afectaría la ciudad. Pasaron la noche tirados en el suelo, encerrados en la habitación, con sillones y muebles recargados en puertas y ventanas. “Los cuartos contiguos se destruyeron, se destruyeron ventanas, pusimos los sofás y colchones en las ventanas para protegernos, pero ellos no prepararon nada”, refirieron. Hasta el martes 16 de septiembre recibieron la primera atención, y por tener hijos de corta edad, su evacuación de Los Cabos se consideró prioritaria. Saqueos y golpes Sin alimento, agua potable y energía eléctrica, el eventual saqueo de comercios también fue relatado por los turistas. Como consecuencias, cuentan desde la falta de abasto de alimentos, medicinas y agua, hasta el robo de productos electrodomésticos, televisores o enfriadores de agua. Además, los golpes por la comida, barricadas dentro de fraccionamientos para evitar el ingreso de ladrones y organización entre la población para inhibir la delincuencia. “Me tocó ver las tiendas Ley, se estaban peleando por comida, a golpes. Hasta ahorita voy pesando, estoy en shock, quiero llorar”, comentó Larisa Ramírez. “Manden víveres” La primera reacción de los turistas trasladados al ver a los medios de comunicación en la base aérea militar, fue solicitar ayuda a la población: “Díganle a la gente que manden víveres”, insistían. Gabriel García Rincón, General de la II Zona Militar, explicó que las instalaciones de la base aérea están abiertas como centros de acopio ante la contingencia. Los aviones que llegan con turistas, regresan al sur de la península con víveres.