Martha Millán fue a la escuela de niños toreros. En Tijuana y a cortísima edad, también acudía a las peñas taurinas donde se discute con enjundia la fiesta brava; la llevó de la mano su padre, Don Óscar Millán, quien fue subalterno en la cuadrilla de picadores en hartos festejos taurinos. Comunicóloga de formación, cronista taurina por pasión, Martha reseñó las corridas de toros en radio y prensa escrita. A la sección de Deportez de ZETA llegó para dar ese toque de la Fiesta que le hacía falta. Cada semana publicó la columna Toroz, firmada por ella, por “La Arruzina” como le decían y ella disfrutaba, en homenaje a su padrino, el matador Manolo Arruza. Platicadora de todos los temas y las circunstancias, Martha fue perdiendo su salud poco a poco. Pero el decaimiento físico no le afectó el ánimo, no le quitó lo parlanchina ni acabó con su compromiso de acudir a las corridas en la Plaza Monumental, y reseñarlas para los lectores de este Semanario. El jueves 18 de septiembre de 2014, Martha Millán sucumbió a la enfermedad que la aquejaba. Se fue tranquila, en su hogar y siempre acompañada de sus seres queridos, su madre y sus hermanas. Nosotros en ZETA lamentamos su partida, acompañamos en estos momentos difíciles a quienes le sobreviven. A nuestros lectores, Martha Millán les dejó su “Ultima Columna”, a la cual dedicó sus últimos días y que se publica en la página 22 de la sección B de esta edición. En paz descanse nuestra compañera Martha Millán.