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miércoles, octubre 2, 2024
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De la tragedia a los vivas

Es increíble que en la segunda década del Siglo XXI, con los avances tecnológicos que tenemos, la era de la comunicación digital y la telefonía celular, los sistemas mexicanos sean tan vulnerables. Desde el domingo y todavía el martes, cientos de miles de personas que residen en los cinco municipios de Baja California Sur, estaban incomunicados. Sin energía, sin agua, sin telefonía celular o cualquier tipo de comunicación, con las carreteras deshechas, los aeropuertos severamente destruidos, sin gasolina y en algunos casos sin hogar ni vehículos para emprender el camino de la supervivencia. A propósito de la llegada terrible del Huracán Odile que el domingo 14 de septiembre por la noche tocó tierra sudcaliforniana en una categoría tres, los mexicanos vivimos nuestra vulnerabilidad. Con todo y que el Gobierno del Estado de Baja California Sur, con Marcos Covarrubias a la cabeza, y las representaciones federales de Protección Civil, Comisión Nacional del Agua, y autoridades de los cinco ayuntamientos, tomar precauciones abriendo albergues, evacuando zonas de alto riesgo y haciendo un llamado a la ciudadanía a proteger sus viviendas, los daños son catastróficos. Con la poca información que fluye, dado que más del noventa por ciento de la población se quedó sin energía eléctrica el domingo por la tarde en los cinco municipios, y varias antes de telefonía celular y de radiodifusoras fueron derribadas por los vientos de más de 275 kilómetros por hora, los damnificados se cuentan arriba de los 15 mil al primer día sin fuertes vientos, y ya con el Huracán Odile convertido en tormenta tropical. Corresponsales de periódicos, radiodifusoras y televisoras se quedaron varados en hoteles, bodegas y oficinas, sin energía para recargar sus equipos y sin señal telefónica para comunicarse con los suyos y con sus medios. Los reporteros de ZETA estuvieron transmitiendo información hasta el lunes a las 5:30 de la tarde cuando se perdió comunicación con ellos. Afortunadamente no se habla aún de víctimas fatales. Sí de daños por el momento incuantificables. Hoteles inundados y destruidos. Negocios sin ventanas ni puertas, decenas de postes derrumbados, condominios que fueron desmantelados, automóviles volteados que los fuertes vientos llevaron de un lado a otro y palmas y árboles derruidos. Con la incomunicación llegó el saqueo. Muchos perdieron lo que tenían por inundaciones y vientos y tomaron lo que había. Las gasolineras perdieron máquinas expendedoras y toldos. Todo inició el domingo 14 de septiembre y las autoridades locales con el apoyo de Protección Civil y la Conagua, entre otras, comenzaron la alerta. Pero el daño en Baja California Sur, la tragedia de Odile no afectó la celebración del grito de independencia en la Ciudad de México. De hecho el Presidente Enrique Peña Nieto se quedó en el Distrito Federal hasta la tarde del martes 16 de septiembre a presenciar el desfile militar y después de ello viajó a la zona afectada. Así la tarde del martes llegó el Presidente, el Secretario de la Defensa, el de Gobernación y el de Hacienda entre otros. Las imágenes que debieron encontrarse son dolorosas, la recuperación apenas iniciará, y en los siguientes días se podrán cuantificar los daños y afectaciones tanto de la infraestructura como del recurso material. De los 30 mil turistas, la gran mayoría extranjeros, muchos han iniciado el despegue a partir de la activación de rutas aéreas con aviones principalmente de las Fuerzas Armadas y de aerolíneas comerciales, que los llevan a Tijuana, Guadalajara o Ciudad de México. Ni con todo el recurso, ni con toda la infraestructura en telecomunicaciones, los sudcalifornianos se salvaron de los efectos de Odile. Vulnerados, empequeñecidos ante el fenómeno natural, están incomunicados. La presidencia de la República reaccionó dos días después con todo y la avanzada de delegados federales. Ciertamente un huracán es un fenómeno climatológico que no hay poder humano que lo detenga, ciertamente tomar precauciones es lo único que se puede hacer, pero estando Baja California Sur como muchas otras ciudades costeras de México, en zona de huracanes, la preparación de protocolos y planes federales para actuar en lo inmediato, deberían ser más eficientes. No es por ser aguafiestas, de hecho no es necesario cancelar las fiestas, pero sí tener un poquito más de respeto para esa parte de la población que no tenía ni manera, ni ánimos, ni oportunidad de gritar vivas. No se ha hecho pública por ejemplo, la lista de los albergues en los cinco municipios de Baja California Sur, sabemos que se habilitaron más de cien entre hospitales, universidad, hoteles, bodegas, auditorios, pero no saben los mexicanos dónde están ni si hay manera de comunicarse para saber si sus familiares o amigos están bien aun cuando con pérdidas materiales. Tampoco se ha publicado una lista con los nombres de las personas que fueron ingresadas a un albergue, o la lista de nombres de los turistas que han sido evacuados por la vía aérea ni su destino, para que familiares e interesados puedan buscarlos. No existe una lista de productos que requiere la población, ni el número de una cuenta bancaria para hacer un llamado a la solidaridad. Tampoco se ha convocado a los estados vecinos a participar con servicios, equipos, herramientas y personal para iniciar la limpia de calles, avenidas, carreteras, casas. No hay pues una comunicación para saber qué es lo que sucede, cuál es el recuento de los daños, dónde podemos encontrar al ser querido damnificado, o en qué podemos ayudar el resto de los mexicanos. En la cruda de los festejos patrios, apenas van aterrizando en esa parte de la patria inundada. Mientras las páginas electrónicas de los ayuntamientos de La Paz, Los Cabos, Comondú, Mulege y Loreto, así como la del Gobierno del Estado siguen caídas, no se ha habilitado una por parte del Gobierno Federal para informar al resto de la población lo que sucede y el estado en que se encuentran damnificados y turistas. Para haberse anunciado tanto, el huracán Odile ha exhibido a las autoridades en su ineficacia para la preparación del manejo de una crisis… otra vez. Foto: cortesia Armando D'Anna

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