Los Barriles, Baja California Sur. En los últimos 35 días se han registrado diez homicidios. La mayor incidencia se centró en La Paz, y en esta pequeña comunidad turística de más de mil habitantes. A pesar del discurso oficial, cada semana los muertos van en aumento. Fuerzas federales y militares consultadas por ZETA coinciden en señalar que la primera etapa de esta narcoguerra entre el Cártel de Sinaloa y el de los Beltrán Leyva, en alianza con “Los Zetas”, ha arrojado el siguiente saldo: * Diez crímenes violentos con torturados, enterrados y baleados, entre los que destaca un oficial de la Policía Estatal Preventiva. * Cuatro heridos de bala y por tortura. * Más de 450 cartuchos percutidos de calibres .45, .223, 7.62 y 9 milímetros. * Más de 24 armas cortas tipo 45 y 9 milímetros, así como rifles de asalto R-15 y AK-47, utilizadas en los homicidios. * Más de cinco kilos de droga incautados. * Cuatro narcomenudistas detenidos. * Dos vehículos con reporte de robo en Sinaloa usados en la ola de asesinatos, que sospechosamente pasaron vía marítima por el filtro de la terminal de Pichilingue. * Una persona inocente, abatida por una bala perdida. En suma, y según el recuento de este Semanario, el número de asesinatos se traduce en: * Un muerto cada tres días. * Un muerto por cada 25 mil 100 habitantes, de los 251 mil pobladores del municipio de La Paz. * Poco más del 20 por ciento de los 39 “delitos de alto impacto” u “homicidios dolosos” cometidos en 2013. * El 8% de los 122 homicidios perpetrados en los primeros tres años de administración del gobernador Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor. El clima de inseguridad en Baja California Sur actualmente está mutando, derivado de la participación de policías estatales y ministeriales, aunado a la complicidad de funcionarios de la Secretaría General de Gobierno y la Coordinación de Giras, alcanzando niveles de violencia insospechados. Desde la privación ilegal de la libertad y la tortura, hasta la ejecución; incluso el primer caso de fusilamiento de un delincuente como punto final de la lucha entre bandas rivales del crimen organizado. El lunes 1 de septiembre de 2014, la violencia sumó tres muertos más a la lista. Se trata del que, según el mapa delictivo elaborado por autoridades federales y militares, era considerado como jefe de la plaza del narcomenudeo de Los Barriles, José Ramón Sánchez Quiroz “El Pelón”, y de su lugarteniente, Rosendo Jesús Acevedo Amador “El Chendo”. Las dos víctimas fueron asesinadas en dos ataques armados, ocurridos entre las 10:00 y 10:30 pm. El primer ataque se registró cuando “El Chendo” fue sorprendido dentro de su vivienda, en Calle Cost Cirque, Colonia La Laguna de esta comunidad. Estaba acompañado de su pareja, identificada como Guadalupe Torres López, una bailarina de table dance conocida como “Melody”. Según las primeras pesquisas, dos pistoleros llegaron a bordo de dos vehículos, se bajaron y se dispersaron conforme caminaban hacia la vivienda, la cual no tiene una sola reja de protección en la calle, ni en las ventanas. El brazo derecho de “El Pelón” veía acostado la televisión cuando los sicarios empezaron a disparar desde afuera y quebraron los ventanales con las balas; después un pistolero abrió la puerta de una patada y siguió disparando hasta que “El Chendo” cayó muerto dentro de su morada. Después de perpetrado el ataque, los matones abordaron los dos vehículos y salieron huyendo del lugar, hasta perderse en la oscuridad de la noche. Casi enseguida, los asesinos aparecieron sobre la carretera federal de La Paz a Los Barriles, para dirigirse al bar La Oficina, donde el pistolero del rifle R-15, bajó de uno de los vehículos y enseguida hizo siete disparos sobre el negocio y la vivienda aledaña, consistente en un camper, por lo que el jefe de plaza de narcomenudeo de Los Barriles, José Ramón Sánchez Quiroz “El Pelón”, salió de inmediato, supuestamente porque estaba acompañado de su familia. Fue privado de su libertad y llevado en dirección hacia el poblado de San Bartolo. De acuerdo a las primeras investigaciones, los sicarios estacionaron sus vehículos a un costado del Kilómetro 115 de la carretera Los Barriles a La Paz, bajaron al narcomenudista y lo pararon. Según el informe de balística, los pistoleros cargaban tres rifles de asalto AK-47 y lo fusilaron, encontrándose en la escena del crimen alrededor de 60 cartuchos percutidos 7.62 de tres rifles de asalto conocidos como “cuerno de chivo”. El nivel de violencia Los primeros sorprendidos con el crimen de José Ramón Sánchez Quiroz “El Pelón” fueron los peritos y criminalistas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). El rostro completamente desfigurado del ex líder del narcomenudeo en Los Barriles no tenía otra conclusión: “Fue fusilado”, expuso uno de los expertos en crímenes con base a la posición en la que fue encontrada la víctima en el piso, las huellas del calzado de los matones, quienes se pararon frente al ultimado y la posición de los cartuchos percutidos en la escena del crimen. “Fue escalofriante ver esa escena, es la primera vez que te puedo decir que participo en la investigación criminal de un fusilamiento real, porque la víctima no tenía rostro y su cabeza prácticamente se partió en dos partes, lo cual nos dimos cuenta cuando cargamos a la víctima, que fue encontrada boca abajo sobre la tierra; cuando lo giramos no tenía cara, había sido despedazada por la lluvia de balas”, declaró el perito, quien solicitó la omisión de su nombre. En su opinión, “el crimen de ‘El Pelón’ se trata de un asesinato con otro nivel de violencia, hasta cierto punto lleno de un sadismo que podríamos empezar a ver en el estado, donde si no se hace nada para resolver el problema de seguridad, vamos a empezar a ver muchos fusilados que marquen una nueva era en los asesinatos del crimen organizado”, advirtió. Anteriormente los homicidios se habían dado por ahorcamiento o armas blancas, pero de un tiempo a la fecha, las formas de muerte pasaron a la utilización de armas de fuego, lo que ha incrementado el número de homicidios, a la par del nivel de violencia. En esta lucha entre los cárteles de la droga, y como suele suceder, también se registró el primer caso de asesinato de una persona inocente por bala perdida. Según investigaciones de la PGJE, Guadalupe Torres López “Melody” – novia de “El Chendo”- estaba en el lugar equivocado y con la persona equivocada, cuando fue asesinada de un tiro en la cabeza. De acuerdo a la escena del crimen, cuando escuchó las primeras detonaciones de arma de fuego desde afuera de la vivienda, la bailarina se tiró al piso para meterse debajo de la cama, en la refriega, una bala de rifle AK-47 impactó su cabeza de rebote y murió en el lugar. Investigadores del caso refieren que la agresión fue dirigida a su novio, porque en su cuerpo encontraron alojados 21 tiros de rifles R-15 y AK-47; la mujer solo tenía un tiro en la cabeza que golpeó en la pared, rebotó y se alojó en su cráneo. Aunque pudieron escuchar los gritos de una mujer, los pistoleros no alcanzaron a advertir de donde provenían, tanto que cuando “El Chendo” quedó abatido, el matón del rifle AK-47 se dirigió al baño y dejó caer una ráfaga más, por si alguien se había ocultado dentro del sitio. En la escena del crimen, la PGJE encontró 25 cartuchos percutidos de R-15, y 26 de AK-47 en el piso, el brazo derecho de “El Pelón” y debajo de la cama, la bailarina. En este último crimen participaron dos vehículos, dos sicarios e igual número de pilotos de las unidades, una de las cuales -Ford Mustang color azul marino- cayó en una zanja y reventó las dos llantas delanteras, por lo que fue abandonada por los pistoleros. Dentro de la vivienda de Rosendo Jesús Acevedo Amador “El Chendo”, la PGJE encontró alrededor de 400 gramos de cristal y marihuana, así como una pistola calibre 25 y un rifle exclusivo de las fuerzas armadas, conocidos como M-1. El 27 de agosto, el occiso había sido perseguido y atacado en la colonia El Ancón, en el poblado de Los Barriles, cuando circulaba a bordo de un vehículo Nissan Tsuru color negro, el cual fue abandonado con 17 impactos de bala de 75 cartuchos percutidos de rifle AK-47, encontrados sobre el camino donde tuvo lugar la persecución. Por otra parte, “El Pelón” tenía casi un año de haber salido de prisión, ya que el 19 de septiembre de 2013 fue detenido por delitos contra la salud, y recluido en el Centro de Readaptación Social (CERESO) de La Paz. Extrañamente, salió casi de inmediato. Los escapados Hasta el cierre de esta edición, los responsables materiales de la ola de crímenes no habían sido capturados por la presunta participación de policías estatales y ministeriales en los asesinatos; no obstante, ya había pistas concretas de algunos involucrados, entre ellos tres narcomenudistas y dos oficiales de la Policía Estatal Preventiva: Fernando de Jesús Estrada Martínez “El Mono” y Javier Aurelio Parra Mungaray “El Cuervo”. Investigadores de la PGJE tienen indicios de que otros agentes policiacos habrían participado en la privación ilegal de cuatro personas en la calle Nautilus de la colonia La Esperanza II, en La Paz, donde, según los sobrevivientes identificados como Jesús Ernesto Tirado Palomares “El Chuy” y José Francisco Lizárraga Félix “El Chapo”, la madrugada en que fueron levantados -alrededor de las dos de la mañana- por un comando armado de entre siete y diez personas mientras dormían, alcanzaron a escuchar que algunos eran policías. La investigación indica que los sobrevivientes eran presuntos escoltas del ex policía ministerial de Sinaloa, Luis Fernando Leyva Guzmán, torturado y asesinado a golpes, y posteriormente, enterrado en una fosa clandestina a espaldas de la estación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), a escasos 200 metros del Bulevar Pino Payas, casi frente al nuevo fraccionamiento de nombre Fortalezza. Integrantes de la célula del grupo delictivo “Los Mazatlecos” revelaron que su “jefe” era familiar del líder del Cártel de los Beltrán Leyva (Héctor Beltrán Leyva “El H”), quien tenía cuatro días de haber llegado a La Paz, proveniente del poblado de El Potrero de Sataya, municipio de Navolato, Sinaloa, cuando personas encapuchadas y vestidas de negro tocaron fuertemente la puerta de su vivienda. Los encapuchados brincaron por la barda, abrieron el portón y patearon la puerta principal de acceso e ingresaron a la casa, agarrando a todos dormidos, por lo que los sometieron, los amarraron y esposaron, para después meterlos a un cuarto. Una vez amarrados, se identificaron como sicarios del Cártel de Sinaloa”, llevaban pistolas y armas largas. Los encapuchados empezaron a hacer preguntas y comenzaron a golpear dentro del baño a “El Chuy” y “El Chapo” hasta que revelaron la identidad de Luis Fernando Leyva Guzmán, y al observarlo, todos fueron subidos a la cajuela de un carro. Los sobrevivientes no supieron decir cuántos vehículos iban en convoy ni hacia dónde los llevaron, porque antes de salir de la vivienda, les taparon la cara con sus propias camisas. Lo cierto es que antes de salir de la casa de La Esperanza II, hicieron un par de llamadas a agentes de las policía Estatal y Ministerial, para que les “despejaran el camino” y comenzaron a sacar ropa y aparatos electrónicos de la vivienda, robando además un cargamento de droga almacenado dentro de la vivienda. Según los testigos, al llegar a la casa de seguridad, escucharon que se abrió una puerta eléctrica y posteriormente los bajaron, los metieron a un cuarto y los hincaron. Una vez ahí, escucharon que algunos sujetos se despidieron, y después de salir, uno de los sicarios comentó: “Pinches policías pendejos, se quedaron contentos con la droga y las cosas que se llevaron, y hasta nos ayudaron a levantar a estos cabrones”. Después ingresaron a la habitación y comenzaron a golpearlos y torturarlos. Según su declaración, los jalaron de los cabellos y los estrellaron contra las paredes, tomaron fotografías y las enviaron vía celular. Por la madrugada llegaría la orden de que mataran al pariente de los Beltrán Leyva, por lo que le dijeron “vas al hoyo”, lo levantaron del piso y lo subieron a una camioneta pick-up color blanco, junto con otro sujeto de nombre Eduardo Salvador Aguilar Sosa, originario de Ciudad Constitución, Baja California Sur. Los asesinos subieron un pico y una pala, tomaron camino pavimentado y luego terracería hasta pararse, los bajaron y, entre seis sujetos, empezaron a golpearlos fuertemente por todas partes del cuerpo. En un descuido, el ex policía ministerial Luis Fernando Leyva Guzmán corrió unos veinte metros, al tiempo que gritaba “¡Auxilio, me quieren matar!”, pero fue alcanzado. De acuerdo a la versión de Eduardo Salvador Aguilar Sosa, los sicarios dijeron: “Ya callen a este pinche viejo, está gritando mucho”, por lo que lo patearon, y aprovechando que estaba en el piso, empezaron a brincarle en el pecho hasta matarlo. Por otra parte, al momento en que fue bajado de la unidad, el otro sujeto, originario de Comondú -quien se cree era chofer del familiar de los Beltrán Leyva-, recibió un golpe en la cabeza con una pala, por lo que permaneció inconsciente por un rato, hasta que sintió que caía tierra en su cara y abrió los ojos, observando que los sicarios estaban cavando una tumba, se quejó del dolor en la cabeza, a lo que uno de los asesinos expresó: “¿No te has muerto, hijo de tu puta madre? Ahorita vas a ver”; y cuando se dirigía hacia él, otro de los sujetos gritó: “¡Ahí viene el agua, ve por ella, ahorita lo chingamos!”, tiempo que la víctima aprovechó para levantarse y comenzar a correr, metiéndose entre hierbas y matorrales, perdiéndose entre la oscuridad de la noche hasta llegar a unas casas en construcción del fraccionamiento Fortalezza. Ahí solicitó apoyo a un velador, quien se negó a ayudarlo, por lo que se metió en una casa y esperó unos minutos en lo que se reponía del susto; posteriormente salió para adentrarse entre las ramas y los árboles atrás de las viviendas, donde permaneció hasta el amanecer. Posteriormente caminó hasta la casa de un conocido -del cual no quiso proporcionar el nombre- y desde allí habló con su esposa, quien llegó dos horas después y le llevó ropa, trasladándolo al Hotel Tijuana de la calle Miguel Legaspy y Serdán, en la Zona Centro de La Paz, donde se escondió dos días antes de presentar su declaración ante la PGJE. Los otros dos sobrevivientes y presuntos escoltas de Leyva, Jesús Ernesto Tirado Palomares “El Chuy” y José Francisco Lizárraga Félix “El Chapo”, lograron escapar de un vehículo en movimiento cuando iban a ser asesinados entre los fraccionamientos Paraíso del Sol y Miramar. Los señalados Visto y analizado desde todos los ángulos por empresarios, políticos, funcionarios federales y hasta fuerzas armadas, el nuevo rostro violento de Baja California Sur no es compartido por el gobernador Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor, quien prefiere hacer un comparativo con el índice de criminalidad de estados como Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Baja California, sin observar lo que ocurre a su alrededor. Carente de un plan de trabajo, una estrategia clara de seguridad y con todos los mandos fuera de control y supervisión -como planteó a ZETA un experto en delincuencia organizada al hacer un análisis de los últimos sucesos-, el gobernante está abriendo las puertas a grupos criminales como el Cártel de Los Beltrán Leyva, que tiene como brazo ejecutor a uno de los narcotraficantes más sanguinarios y peligrosos de México: Fausto Isidro Meza Flores “El Chapo Isidro”. En base a un estudio de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de la Delincuencia Organizada (SEIDO), el capo es el líder operativo de Héctor Beltrán Leyva “El H”, y desde 2008 a la fecha, ha reclutado células criminales como “Los Mazatlecos”, “La Mochomera”, “Los Laurillos”, “El 88” y el llamado Cártel de La Oficina; también, tejió una alianza criminal con “Los Zetas” en su lucha contra el Cártel de Sinaloa, cuyo negocio no solo es el narcomenudeo o el trasiego de droga, sino la extorsión y los secuestros, “es muy peligroso sobre todo cuando interactúan con policías y tienen la venia de altos funcionarios de gobierno, sobre todo para un estado que recibe turismo de alto nivel, como empresarios, artistas, deportistas y magnates de todas partes del mundo”. Aunque oficialmente, la Procuraduría General de la República (PGR) no ha atraído el caso por oficio, a pesar de tratarse de crímenes relacionados a la delincuencia organizada, el sábado 30 de agosto, un grupo especial de la Policía Federal Preventiva llegó a Baja California Sur para recabar información, llevándose consigo nombres de sospechosos de estar implicados en la ola de violencia. Según versiones de delincuentes detenidos y policías, se trata de: * Irineo Martínez Ordaz, coordinador de Giras del gobernador Marcos Covarrubias. * Jesús Raghner Torres Moreno, comisionado de la Policía Estatal Preventiva. * Fernando Guadalupe Ramírez Martínez “El Sabueso”, primo de Irineo y subcomisionado de la Policía Estatal Preventiva. * Luis Alberto López López, director general de Prevención, Ejecución y Reinserción Social. * Luis Raymundo Flores “El Ray”, director del CERESO de La Paz. * Juan Hernández Rico, titular del CERESO de San José del Cabo. * Los agentes Rubén Romero Cabrera, Armando Martínez Estrada, Martín Aceves Marqués “El Keko”, Ángel Castro Flores y Luis Diéguez Jasso, de la Policía Estatal Preventiva. * El subdirector de la Policía Ministerial del Estado, Martín Álvarez Savín, y los comandantes, Juan María Flores Álvarez, Francisco Martín Güereña Escobar, David Martínez Castillo; así como los agentes Ramón Vargas Agúndez “El Loco” y Alberto Domínguez “El Coyote”. Informes en manos de la Policía Federal Preventiva indican que los citados fueron colocados y recomendados en puestos clave por Irineo Martínez Ordaz. Al cierre de esta edición, la PGJE inició una investigación en contra del subdirector de la Policía Ministerial y los tres comandantes señalados, en tanto, la subsecretaria de Seguridad Pública Estatal, Martha Cecilia Garzón López, ordenó la remoción del cargo de Jesús Raghner Torres Moreno y de Fernando Guadalupe Ramírez Martínez, y de cuando menos cinco agentes de la Policía Estatal Preventiva. En las próximas horas -según datos recabados por ZETA- iniciarán los primeros reacomodos dentro de la PGJE y de la SSPE. En cuanto a la ola de ejecuciones, a raíz del crimen del líder de las fuerzas especiales de Esteban Espinoza Velázquez “El Pantera”, de su escolta Alberto Montero Lizárraga “El Betillo” y de Enrique Urquiza Portillo “El Ferrari”, el delegado de la PGR, José Eduardo Peruyero Redondo, se lavó las manos y no ha atraído las investigaciones por oficio, pese a las evidencias de que las ejecuciones están relacionadas con el crimen organizado, donde datos en poder de la Policía Federal Preventiva, implican a células del Cártel de Los Beltrán Leyva que llevan los apodos: “Don Carlos”, “El Mili”, “El Ramoncito”, “El Ferras”, “El Héctor”, “El René”, “El Compadrón”, “El Güero”, “El Mayel”, “El Edi” y “El Pica”. Cabe señalar que de acuerdo a investigaciones federales y militares, “El René” es uno de los principales operadores de los Beltrán Leyva y “Los Zetas”, en tanto, “El Pepillo” pertenece al Cártel de Sinaloa, cuyas disputas podrían ceder tras la primera limpia en la PGJE y la SSPE.