La Reforma Energética, la enmienda más importante del sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto, la que abre el sector energético nacional a los capitales extranjeros y rompe de tajo con 76 años del monopolio petrolero del Estado, fue aprobada luego de 18 días de votaciones en el pleno y cerca de 170 horas de discursos en tribuna en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Nunca en la historia del Congreso mexicano una sola sesión, ordinaria o extraordinaria, había requerido tanto tiempo para desahogar un solo tema. El debate en tribuna fue un mero trámite legislativo, la mayor parte del tiempo se consumió en un diálogo de sordos entre los dos partidos mayoritarios del Congreso de la Unión: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el de Acción Nacional (PAN) y sus satélites, Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal), quienes rechazaron las más de tres mil 500 reservas que presentó la oposición para mejorar los dictámenes. No obstante, los partidos mayoritarios sí realizaron más de 250 modificaciones al texto original enviado por el Presidente Peña, en su mayoría adiciones planteadas por Acción Nacional y algunas del partido en el gobierno. El poco debate que se registró estuvo acompañado de descalificaciones y a veces hasta de acusaciones personales. En la Cámara de Diputados, los legisladores de izquierda no se cansaron de llamar a priistas y panistas “traidores a la patria”. En el Senado, la cámara de origen de cuatro de siete dictámenes el debate fue de mayor nivel aunque no estuvo exento de la defensa de las posiciones ideológicas. (ZETA/SinEmbargo)