No me dijeron qué marca era el auto. Simplemente se fijaron en “es un último modelo”. Blanco. Quién sabe si por aquello de José Alfredo Jiménez le pintaron hermosos caballos en cofre y portezuelas. Traía placas del Estado de Campeche. Eso sí. Rodaba como para exhibirse. Tranquilo. Despacio. Muestra de traerlo bien carburadito. Por eso jalaba miradas hasta la admiración. Pero pocos se fijaban quién manejaba. Menos los acompañantes. Llegó a un crucero. Semáforo en rojo. El hombre al volante frenó así como no queriendo. Respetuoso. Otro carro se emparejó también haciendo alto. Quien manejaba volteó como todo mundo hacemos en esos momentos. De ventana a ventana. Nada más vio al que iba adelante cerca del chofer. Lo reconoció. Por eso inmediatamente volvió la cara al frente. Hizo como si no hubiera mirado nada. Se hizo el indiferente. Seguramente la boca se le secó y sintió punzadas de nerviosismo. Entonces apareció “siga”. Dejó que el carro blanco se adelantara. Y como fue policía ni se le ocurrió dar parte. Sabe muy bien por experiencia. “No se puede confiar en nadie”. Por eso me dijo: “Usted lo hacía en Nayarit, pero no. Lo vi aquí en el Paseo Tabasco. Era Joaquín 'El Chapo' Guzmán Loera”. Por eso me comentó el Lector: “Eso es muestra de tanta narco-corrupción” que hay en Tabasco. Él estuvo trabajando en la corporación varios años “…conduciéndome de manera honesta y lo mejor posible con todo y las limitaciones: Carencia de apoyo y recursos materiales. Tuve que salirme porque no le quise entrar a muchas cosas. Prácticas que llaman ‘usos y costumbres’. Hay que olérselas para irse a tiempo si no quiere que lo enreden a uno”. Así la Secretaría de Seguridad Pública en Tabasco necesita una buena sacudida. Si no pronto estará como el gobierno panista de Morelos. Con el narcotráfico hasta el cuello. Me advirtieron: “El Azul” Esparragoza se apoderó de Cuernavaca. “El Chapo”, ya lo ven. Tranquilamente disfrutando el Paseo Tabasco. Traducido al idioma de la realidad esto quiere decir: Ya compró a la policía. Como sea. La geografía mexicana se está tupiendo de mafiosos. Recibí un correo enterándome: Ramón Mireles no es un barón muy famoso. Tampoco Zacatecas como paso y tenderete de marihuana y cocaína. Pero ya tienen rato mercando. De Ramón cuentan: “Le gusta farolear mucho”. Todo mundo lo ve. Seña de tener tapaderas en el Gobierno. Igual está el Tony Pérez en ese hermoso Estado. Ni quién les diga nada. Tales mini carteleros son como los Aguililla de Uruapan, Michoacán. Se metieron al mar del narcotráfico. Y no porque nadie se enteró. Menos de chiripada. Como sucede en todas partes: Los alcahuetea la policía. En Durango andan por las mismas. Casi no se menciona a los Herrera. Sin tanto alboroto son surtidos y distribuyen tanta marihuana y cocaína como pueden. Un Lector de Guadalajara me sorprendió sincerándose: “Pertenecí a la clase alta por los rumbos de Zapopan: Lomas Altas, Colinas de San Javier y Providencia. Allí conocí y me relacioné con muchos hijos de narcotraficantes. Salcido. Pacheco. Caro Elenes y otros cercanos a los Arellano Félix. Todos éramos estudiantes de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ahora unos están muertos. Otros encarcelados como ‘El Mike’ en Puente Grande. Solo algunos sobreviven”. Otro mensaje: Hasta lo tituló “Influyentismo y corrupción a chorros”. Refirió cómo una veintena de policías fueron aprisionados hace meses en Los Mochis, Sinaloa. Estaban “bien metidos” con el narcomenudeo. “…lo cual nos deja al descubierto tantos huecos en nuestras leyes y de la corrupción que día a día llevamos todos los mexicanos de las manos. Los hechos nos dejan ver lo que sufrimos por el manejo de malas policías y las drogas”. Otro Lector me escribió: “…Jesús, así es que somos tocayos. Soy de Nuevo Laredo. Tierra a la que quiero mucho. Y bueno. Soy un abogado litigante. Y el objetivo de ese correo es compartir algunas cosas. Tantos crímenes de mujeres en Ciudad Juárez, sólo que aquí en Nuevo Laredo son desapariciones de muchas personas. Según las autoridades son miembros de bandas que se disputan el mercado de drogas. Se escudan en que esas acciones no llegan al ciudadano común y que no pasa nada. Pero la verdad de las cosas es que muchas veces ‘han levantado’ gente que nada tiene que ver con las actividades ilícitas. Y bueno, de todas maneras la policía los etiqueta igual con tal de justificar su indiferencia”. De su largo mensaje resalta: “La verdad es que la impartición de justicia en lo que respecta al fuero común es un asco. De cinco fiscales que hay solo dos se defienden, aunque eso no quiere decir que no lo entren al juego del moche. Solo que son más 'considerados' con la gente que no puede pagar fianza”. Y algo más interesante: “Muchas veces los mismos policías que hacen las detenciones les ponen de su cosecha para perjudicar a la gente. A todas luces el parte está amañado. Eso les sirve a los fiscales para llevar agua a su molino. Y claro que se preocupan más por piscachear mientras dura el turno, que por resolver las desapariciones o ejecuciones. En la Procuraduría litigan desde los que venden tacos en el estacionamiento. Sobre todo cierto hermano de un fiscal. Es vergonzoso todo el descaro y cinismo”. También recibí correo de Sinaloa y dejo pendientes muchos: “En un rancho de Navolato hay por lo menos mil personas. De ésas 50 se dedican a vender droga. Hay mucha oferta pero más demanda”. Calcula que la consumen uno de cada cinco rancheros. “Me da risa el Gobierno. Presume de tener una Unidad Especializada Antidrogas. También su Plan de Combate al Narcomenudeo. Pero no detienen a los vendedores y compradores. Me preocupa la generación que viene. He visto jovencitos de 12 a 15 años drogándose. Cómo si nada. ¿Se imagina lo que será de ellos en 10 años más? Secuestradores, rateros, narcos, viciosos, vagabundos y agréguele. Mientras el gobierno dice que está acabando con eso. Sí. Cómo no”. Aquí cabe la chimoltrufiada de Vicente Fox hace días ante los niños. “¿Pa’qué les digo que sí, si no?”. Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicada el 4 de mayo de 2004.