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sábado, octubre 5, 2024
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Presidencia socialité

Por acá en Tijuana -quizá en alguna otra parte-, cuando alguien es o pretende ser miembro de una clase social privilegiada, le decimos socialité. No precisamente porque su compromiso sea social, de sociedad, de comunidad y población necesitada, sino por todo lo contrario, porque está más cerca de la frivolidad y la banalidad que de las causas sociales. De un gobierno, uno espera que sea sensible a la sociedad, que sea solidario con quienes debe de servir y que responda atendiendo las necesidades de la población en general, especialmente las de los más necesitados, para tener una vida digna. Pero el Gobierno de la República que encabeza el Presidente Enrique Peña Nieto parece más lo primero que lo segundo. Aun cuando su triunfo estuvo sustentado en adquirir el voto de los más necesitados, a razón de dádivas en especie y económicas, son memorables las tarjetas de mercados o Monex, con cien pesos para la adquisición de productos; o las que les entregaron con dinero para llamadas telefónicas al extranjero, o las despensas e innumerables productos con la imagen del candidato presidencial en pastas, cremas y hasta cosméticos. Es decir, de un extremo, Peña se fue al otro. Mientras como candidato se fotografió con los pobres, y prometió y firmó cumplir sus compromisos para sacarlos de la pobreza, ahora el Presidente se retrata con los poderosos y para las revistas socialités. La última frivolidad del Presidente se expresa en la revista ¡Hola!, que pasó de una edición donde daba santo y seña de la entronación de Felipe VI en España y su esposa, la reina Letizia, a reseñar la graduación de la hija del mandatario mexicano, ilustrando la portada del magazine con una fotografía a todo lo que da, del Presidente mexicano bailando con su hija, quien porta un lujoso y llamativo vestido de noche. Tan la intención es resaltar la figura presidencial socialité, que la hija del Presidente, de quien dicen es “la niña de sus ojos”, aparece en la gráfica dando la espalda. Apenas se le ve el perfil, su oreja, su pelo volando y su escote en la espalda, para resaltar la cara completita de Enrique Peña Nieto, ceñida su mano a la cintura de su hija, a quien mira con especial contemplación y acaso ternura. Tenemos un Presidente tierno, vaya, en el sentido de que no acaba de madurar. Lo que resalta es el Presidente con su trajesazo y su corbata verde, enmarcando su rostro y su engominado peinado. ¿A cuál parte de la sociedad va dirigida la revista? A la clase privilegiada, a los que suspiran por una vida de reyes y potentados. No es una revista accesible o que interese a los necesitados, a los marginados mexicanos, y ya ni siquiera a una clase media cada vez más estrangulada económicamente hablando. De hecho con los 50 pesos que cuesta cada ejemplar, podrían comprar alimentos a los que no tienen acceso. Ya que hace una semana aparecieran la primera dama, Angélica Rivera, y su hija Sofía en la portada de una revista de entretenimiento y moda para mujeres, posando en las escalinatas de la casa Miguel Alemán en Los Pinos, era suficiente como para que ahora el Presidente Enrique Peña y su hija, aparezcan en la portada de una revista de esas del corazón. Es mucha frivolidad para tomarse en serio. El país atraviesa por una crisis de desempleo, alza en la canasta básica y en los impuestos, una baja en la inversión económica extranjera y nacional, todo agravado a partir de la reforma fiscal, y en estas condiciones observar al Presidente y a su esposa posando para revistas socialités, pues sí es como una afrenta a los mexicanos. Realmente el país no está para esas situaciones. Enrique Peña Nieto no discursa de manera sentida, comprometida y espontánea de los problemas nacionales. Los evade. Lo mismo rehúye hablar de la inseguridad creciente, que de la falta de apoyo al campo, del éxodo de mexicanos, del desempleo. El Presidente presume sus reformas, la privatización del petróleo, los beneficios a los que más ganan, mientras los que menos, viven ahogados entre la carga impositiva, la disminución del poder adquisitivo y el hambre. Lo que el país necesita no es una familia real en Los Pinos, sino un gobierno sensible que no pierda el tiempo en cursilerías, y que la vida privada la mantenga así, privada, y no haga alarde de los lujos a los que las hijas de la pareja presidencial pueden acceder, y la mayoría de las jóvenes mexicanas no. Esta es una república, no una monarquía. Urge seriedad y respeto para quienes el Presidente aún gobierna.

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