El escritor Armando Alanís regresa a Tijuana para impartir el Taller de Minificción como parte del Diplomado en Creación Literaria que ofrece el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), a través del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Centro Cultural Tijuana (CECUT). Previa convocatoria lanzada a principios de 2014 por las instituciones involucradas, el Taller de Minificción con Alanís (Saltillo, 1956) sucederá del jueves 24 al 26 de julio en las instalaciones del organismo federal en Tijuana. Alanís Canales expresó a Semanario ZETA que durante el taller se tratará de definir qué es una minificción, se hará un análisis de las minificciones de los mejores autores, tanto clásicos como contemporáneos, así como ejercicios para que los participantes escriban sus propias brevedades. Hay que considerar que Armando Alanís Canales es autor de los libros de cuentos “La mirada de las vacas” (Perros Bravos Editores, 1994); del libro de minificciones súbitas titulado “Fosa común” (Ediciones Fósforo, 2008), y de las novelas “Alma sin dueño” (CONACULTA, El Guardagujas, 2003), “La vitrina mágica” (Aldus/ICOCULT, 2007) y “Las lágrimas del centauro” (Planeta, 2010). El reconocido autor saltillense radicado en el Distrito Federal adelantó a través de Semanario ZETA que este año editorial Posdata de Monterrey publicará su próximo libro de minificción titulado “Sirenas urbanas”. A propósito de su taller en Tijuana, Armando Alanís refirió a Semanario ZETA que “puede decirse que la minificción o microrrelato es un texto de carácter lúdico y narrativo, cuya extensión no rebasa una cuartilla”. – Entre otros géneros como la Novela, el Cuento, la Poesía, ¿por qué es importante actualmente la Minificción tomando en cuenta su historia?, se le cuestionó al escritor. “Si bien se han escrito minificciones o microrrelatos a lo largo de toda la historia de la literatura, desde hace algunos años el género ha ido cobrando cada vez una mayor relevancia y popularidad. Es un género a la medida de nuestro vertiginoso tiempo. Es también un género fronterizo, pues se acerca a otras modalidades de la brevedad como el poema en prosa y el aforismo. Uno puede leer minificciones en el autobús, en la sala de espera del dentista o en la cola del banco. No es recomendable, sin embargo, leer minificciones mientras va uno manejando o mientras está haciendo el amor. Es peligroso”. – ¿Cuál es la situación actual de la Minificción en cuanto a su producción en relación con otros tiempos? “Antes, los autores escribían minificciones esporádicamente, y como por azar: no lo consideraban una parte importante de su trabajo. Un ejemplo de excelentes y muy ingeniosas minificciones lo encontramos en los cuentos cortos chinos, muchos de ellos de carácter filosófico, que fueron escritos hace milenios. Actualmente, hay autores que tienen a la minificción como parte medular de su trabajo literario. “Por cierto, el pionero de la minficción en México es mi paisano, el saltillense Julio Torri, con su libro ‘Ensayos y poemas’, de 1917. Es curioso advetir que en el título de ese libro inaugural no se incluye la palabra ‘cuento’, ni tampoco la palabra ‘minificción’, término que entonces no se utilizaba. “El primero en teorizar en México sobre la minificción fue el escritor sonorense Edmundo Valadés, quien en su revista ‘El Cuento’ tenía un concurso permanente de cuentos brevísimos. Yo publiqué en esa revista mi primer cuento ‘El refugio de la araña’, pero no era una minificción, ya que tenía como tres cuartillas”. Esta es la segunda ocasión que Armando Alanís comparte un taller de minificción en Tijuana; la primera ocasión fue en 2013 en el Centro Estatal de las Artes (CEART) bajo la invitación de Ana Karina Balderrábano, Coordinadora de Literatura de esa institución tijuanense. “Tijuana es una ciudad que me encanta, tengo aquí excelentes amigos, y vendré siempre que pueda. Aquí hay un constante y cada vez mayor interés por la minificción, como se ha puede apreciar en algunas antologías que se han publicado sobre el género”, refirió el catedrático de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). “Hay que seguir fomentando la minificción y apoyando y publicando a quienes la practican. Diré, por último, que la minificción es un juego muy serio, una seriedad muy juguetona, un deporte extremo, un asunto diabólico, una aventura tan breve e intensa como el sexo, un dardo venenoso, una estrella fugaz que aparece unos instantes en el cielo, pero cuyo recuerdo luminoso no se borra nunca de la memoria”, concluyó Armando Alanís.