La vida da muchas vueltas como trompo bailado en feria de pueblo olvidado y perdido entre los cactus y las palmeras de la bella Baja. Como también da vuelcos el corazón cuando se escriben líneas desordenadas del script de nuestras vidas y no hay un borrador cercano para enmendar esas comas y puntos y aparte que no quedan ni en la primera línea ni en la número catorce. Porque ya una vez escritos los párrafos de las “bitacoritas” en donde vamos narrando el devenir de nuestros días no hay marcha atrás, pues nuestras acciones, por más arrebatadas que éstas sean o mesuradas en demasía, se vuelven de cualquier forma indelebles y perpetuas. Por eso es mejor masticar, sin hacer tantos gestos, un par de amargos insultos de cuando en vez, y aguantar las aguzadas puntas en que se convierten las miradas hipócritas de nuestros detractores, que al fin y al cabo la última palabra, ya sea escrita o vía oral la tiene uno: el soldado verdadero y puro que si lo tumban a la mala se levanta siempre, y que, cuando está de pie permanece estoico, fuerte y gallardo. Eosi Felipe de Capistrano