El viernes 11 de julio crucé la frontera, como lo he hecho cientos de veces, siendo tijuanense. El migra que me tocó, de evidente origen mexicano, me preguntó: “¿hace cuánto que no vas a revisión secundaria?”. -Hace como dos años. Por alguna razón que no me fue explicada, me pasó a revisión secundaria. Estacioné mi auto donde me indicó y esperé alrededor de 10 minutos, hasta que se acercó una mujer que me dijo: “salga del carro, ponga las manos en el techo porque le voy a poner las esposas”. Obviamente le dije que no haría semejante cosa, que eso de esposarme era una agresión muy fuerte. Que no lo permitiría. En pocas palabras me dijeron: “va a suceder, así que no lo hagas más difícil”. Según ellos, “por su seguridad y la nuestra”, debían esposarme para llevarme del auto hasta el edificio que tienen ahí. “Razón” totalmente absurda, arbitraria, que repiten como pericos. Ese trayecto, esposada con las manos en la espalda, fue humillante. Estaba furiosa. Temblaba del coraje por la arbitrariedad. Me “escoltaron” dos guardias hasta el edifico. Una vez dentro me tomaron algunos datos y me dijeron que esperara. No sé qué debía esperar, no me informaron. Estuve ahí alrededor de una hora 20 minutos. En ese tiempo pude ver que durante 40 minutos, aproximadamente, varios CBP´s estuvieron “discutiendo” si sería mejor cambiar de ubicación las canastitas donde ponen las pertenencias de las personas “retenidas” (donde estaba mi bolsa de mano). Si aquí o acá, un sitio de acaso dos metros de diferencia. En cierto momento hubo ocho guardias que no hacían absolutamente nada. Han aprendido a moverse como camaleones, despacito, pasando un papel de aquí para allá, poniendo una grapita, viendo sus computadoras como autómatas. Cuando me dijeron que me podía ir les dije que necesita una explicación del por qué me habían pasado a revisión secundaria y por qué precisamente a mí. Un guardia recitó que “Estados Unidos tiene el derecho de obtener información de las personas que ingresan al país y de revisar sus pertenencias… etc., etc.”. Que en mi caso la decisión había sido al azar. De acuerdo. Pero, Estados Unidos no tiene ningún derecho de agredirme, y el hecho de haberme esposado es una agresión, una vejación. Trabajo con niños migrantes “no acompañados”, así que conozco el sistema del CBP, de ICE, y en general de Homeland Security, un monstruo burocrático y millonario que debe justificar su existencia con este tipo de procedimientos como el que me tocó. Están excedidos de personal porque su política cree que para “defender” y controlar sus fronteras, “entre más, es mejor”. La experiencia me ayudó a comprender un poco más –y sentir– los abusos que refieren los menores de edad cuando son aprehendidos por las autoridades inmigratorias estadounidenses. A niños y adolescentes les toman sus huellas digitales, los fotografían y les hacen firmar papeles en inglés que ellos no entienden. Este es un abuso sistemático, institucionalizado. Tanto en el caso de los menores de edad como en el caso de personas que mandan a revisión secundaria y son esposadas, debe haber un pronunciamiento en contra de los abusos. Una protesta individual pero también por parte del gobierno mexicano. Una protesta que le haga saber a Homeland Security que será criticado por instrumentar este tipo de agresiones. No hay por qué creerse aquello de que el gobierno de Estados Unidos puede hacer lo que le plazca y obviar los Derechos Humanos de los extranjeros en aras del ejercicio de su soberanía. No. Atentamente, Aída Silva Hernández