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lunes, julio 21, 2025
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Estado limpiabotas

Tengo una somera idea de que los hidrocarburos existen desde que sucedió un cataclismo que acabó con los dinosaurios y su entorno vital que con millones de años se convirtió en petróleo. También tengo noticia de que un poco más acá, los mesoamericanos lo cuchareaban de la superficie para usarlo en sus cosas. Brotaba como venero, parecido a las pepitas que le aparecieron en un riachuelo junto al aserradero Sutter, California, a un trabajador mientras se afeitaba causando con ello la fiebre de oro que atrajo multitudes. De esas charcas de xapopoxtli se sirvieron los mesoamericanos para sus ritos, sin pasarles por la mente usarlo como catapulta de desarrollo, situación muy explicable ya que la cosmovisión de aquel mundo era muy diferente a la de la civilización Occidental y su voluntad de potencia en la técnica. Aquellos veneros de chapopote usado en mecheros de palacios y pirámides atrajeron compañías europeas y norteamericanas a servirse con cuchara grande. Su explotación depredadora, racista, asesina y salvaje fue la tónica hasta que Lázaro Cárdenas decretó la expropiación sin que el espíritu nacional, ese por el que habla mi raza, entendiera el sentido interno del poder del petróleo. (¿O sí y le valió? Nota idiosincrática de la R) Nos bastó seguir viéndonos el ombligo, comadreando sobre lo simpático que era Cantinflas, lo entretenido que era La Familia Burrón, lo filosófico que eran Los Supermachos, lo chistoso que era el Chapulín Colorado, lo buena que estaba Olga Breeskin y lo heroico que era El Santo. No nos quisimos enterar de lo que hacían con la riqueza que se llevaban. Sólo importaron los dólares que a cambio nos entregaban –las cuentitas de colores– sin que intuyéramos que el planteamiento de la economía Occidental –que mientras tanto se aceleraba allende nuestros muros, apoyado entre otros factores, por el petróleo de nuestro rancho– fuese expansivo, depredador y salvaje, el mismo que hoy domina nuestros tiempos, el que obliga al mundo a planear pragmáticamente el futuro en forma de crecimiento incesante, de otra forma, cualquier sistema económico actual se tambalea o colapsa. Aquel sistema expansivo ha regresado con todo a llevarse todo. Por décadas la tecnología petrolera mexicana fue la heredada por las petroleras extranjeras que pronto se volvió obsoleta. No nos importó. Esos fierros bastaban para levantar lo que casi brotaba del subsuelo. Suficiente para cebar una burocracia caníbal, un sindicato voraz y un presupuesto federal paternalista. Por muchos años mamamos con singular alegría. Si se ocupaba maquinaria con tecnología avanzada, equipo, plataformas, buques, lo rentábamos. Estábamos en la abundancia. Estábamos. Ahora, los charcos Mayas y Totonacas se han secado. Habrá que ir a las profundidades del mar por el chapopote, cosa que somos incapaces de hacer porque se nos olvidó un detalle: el futuro. Los mexicanos no sabemos fabricar botas, esas que nos apresuramos a calzar cuando nuestro compadre se encumbra y requiere del comparsa para hacer transas que llenen nuestros bolsillos para luego tirarnos a la hamaca. ¿Fabricarlas? Ni idea, mucho menos interés por planear su futuro. (“El de atrás que arree” decía –y sigue diciendo– el cínico dicho de tiempos de Porfirio Díaz. Nota costumbrista de la R.) Contamos con cuero para botas pero nunca nos interesó aprender a curtirlas, diseñarlas, cortarlas ni coserlas, mucho menos fabricar maquinaria para mejorar la producción. Cuando dejamos de vernos el ombligo nos enteramos que la soberanía nacional era un espejismo: hay que ir a ordeñar vacas al monte –disque nuestras y disque nuestro– solo que no tenemos ni silla, ni lazo, ni caballo. Ni banquillo para ordeñar. (Semejante a la comisión conjunta de ingenieros norteamericanos y mexicanos que trabajaron en la delimitación territorial entre México y Estados Unidos en el siglo XIX que se hizo con el equipo topográfico norteamericano en razón de que el enviado desde la ciudad de México para nuestros ingenieros llegó roto, situación que los obligó a ir todo el tiempo detrás de los norteamericanos quienes sin pedir permiso ni dar explicaciones se engulleron, entre otras novedades, la bahía de San Diego y la Isla Santa Catalina, territorios que nunca estuvieron en los tratados de Guadalupe-Hidalgo. Nota amarga de la R.) No importa: sabemos lustrar botas. Somos muy buenos en eso de ser siervos. Con tal de que nos mantengan, seremos limpiabotas. Que otros lacen dizque nuestras vacas y nos den leche para hoy. El mañana no importa. (“El de atrás que arree”. Nota obsesiva de la R.) No es otra cosa lo que significa que petroleras extranjeras que invirtieron por décadas en el desarrollo de nuevas tecnologías sean requeridas por quienes creímos que se nos  había dado una tetera para mamar eternamente. Caminaremos atrás de ellas en nuestra propia tierra. Si es que queremos comer.  Este día andamos entretenidos con las piñatas de las reformas, que todas son una y lo mismo: el futuro nos alcanzó. No culpemos al capitalismo salvaje. De sobra sabemos que va a donde le conviene y lo que hace. No divaguemos: no es cuestión de leyes, simplemente no tenemos los fierros para sacarlo. Es una cuestión de tecnología, no de retórica. Al final del día, las petroleras intervendrán si les conviene, o sea, si les produce grandes dividendos. Y sabemos qué parte le conviene al tiburón. Los responsables somos nosotros, los Macarios, los adictos a exprimir el presente aunque mañana nos lleve la parca. (B. Traven fue un profeta. Nota literaria de la R.) La suerte estaba echada desde tiempos de la expropiación petrolera en que nunca se prestó atención a insertar dentro de la declaratoria presidencial una cláusula específica en la que se señalara que una fracción de los ingresos fuese destinado permanentemente a desarrollar tecnología propia como parte de un plan de desarrollo integral que se tradujera en bienestar para millones de mexicanos futuros, no únicamente para el puñado de familias propietarias de México que ya se frotan las manos con las inminentes comisiones multimillonarias. Las respuestas del gobierno federal a Cuarón –a nosotros– son abstracciones, divagaciones metafísicas, verborrea. (Cantinflas es mexicano. Nota costumbrista de la R.)   Los cuestionamientos del reconocido cineasta son plausibles, honestos y enjundiosos, desafortunadamente están fuera de tiempo y carecen de objetividad. Él mismo tuvo que recurrir a tecnología extranjera para hacer su “Gravedad” que hubiese sido imposible producir en Estudios Churubusco quienes de haberse desarrollado como debió haberse desarrollado Pemex, Cuarón no hubiera tenido que emigrar a Estados Unidos para hacerla. (¿“Gravity” producida en los estudios de Lola la Trailera, Pepe El Toro, Salón México, Charros contra Gángsters? Nota Orolesca de la R.)  ¿Quiénes estarán a cargo de los supuestos organismos regulatorios, de transparencia y demás agencias que controlarían depredación, saqueo, corrupción? ¿Políticos autóctonos, de esos que se reparten el pastel en San Lázaro, en Reforma e Insurgentes? ¿Gobernadores como los que están de moda? ¿Delegados de bancadas hueseras? ¿Emisarios de tribus partidistas? ¿Vampiros azules, rojos, verdes, amarillos?   Estamos por convertirnos en estado limpiabotas. Pero ojo, hay que ofrecer calidad. No nos van a mantener por lindos sino por limpiar bien las botas. De no hacerlo nos mandaran por las cocas. O sea, estamos en los umbrales de ser Estado Coca Cola.   Diego Moreno Correo: [email protected]

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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