En el caso del Estado de Michoacán, es difícil saber si la crisis de inseguridad devino de una crisis política, o si la crisis política se dio por la crisis de inseguridad. Ciertamente, la entidad federativa con mayor incidencia delictiva, acaso la de la guerra más sangrienta, es también el estado con más conflictos políticos, hechos estos que orillan a gran parte de su población al éxodo. Baja California no es ajeno a ello. En los últimos meses hemos sido testigos de oleadas de michoacanos llegando a estas tierras. Michoacanos en busca de trabajo legal y ansiosos de una oportunidad para seguir adelante en la vida, y michoacanos que dentro de los cárteles de la droga, migran a esta región para encargarse de actividades delictivas en esta frontera. Durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, Michoacán se convirtió en tierra caliente y fecunda para el narcotráfico. Entonces gobernado por un representante del PRD, el propio Calderón había sido derrotado en las urnas de la tierra que le vio nacer. La inexperiencia perredista, sumada a la corrupción de alcaldes y corporaciones policíacas, y la guerra de cárteles que llevó a la creación de organizaciones delictivas en aquella entidad, sumieron a Michoacán en el caos de inseguridad, violencia e impunidad. La Familia, Los Templarios, Los Beltrán, Los Zetas, de Jalisco, entre otros cárteles, se asentaron a costa de balas y sangre en tierras michoacanas. En medio del clima de corrupción con el que terminaron de consolidar sus territorios criminales, llegó el tiempo de la elección estatal. Inició en 2011, cuando Fausto Vallejo y Figueroa, solicitó licencia al cargo de alcalde de Morelia para buscar por su partido, el PRI, la gubernatura del Estado. Vallejo no era ajeno en las simpatías michoacanas, había sido presidente municipal de Morelia en cuatro ocasiones y la suya era una victoria segura. La candidata del PAN, hermana del ex Presidente Felipe Calderón, no fue pieza ni política, ni social para Vallejo. Ganó la elección y, el 15 de febrero 2012, tomó posesión. Pero la vida se la jugaría mal a Vallejo. Una enfermedad crónica le ha obligado en varias ocasiones a solicitar licencia al cargo. Los efectos de tratamientos se le notan en la debilitada complexión física y la minada capacidad para tomar decisiones. Pero hubo una razón para impedirle al gobernador retirarse definitivamente para atender sus serios problemas de salud. Hacerlo antes de dos años posteriores a la elección significaría, de acuerdo a la Ley, la celebración de nuevas elecciones para seleccionar un nuevo mandatario. Pero si Vallejo, como lo hizo ayer, solicitara la separación del cargo después de dos años de administración, corresponde al Congreso del Estado designar un gobernador sustituto. Solo por esta razón, Fausto Vallejo no abandonó antes el gobierno de Michoacán. En esta condición, se convierte en el primer gobernador de la República Mexicana en abandonar el cargo en el sexenio priista de Enrique Peña Nieto. Y lo hace, es evidente, en los términos de la presidencia tricolor, dejando la oportunidad a que sea nombrado otro priista, de obvia línea peñista, en lugar de haber convocado a elecciones democráticas dado que quien había sido seleccionado por el pueblo, ya no está en condiciones de cumplir con el compromiso. Enrique Peña Nieto ha tomado Michoacán como una extensión del Gobierno Federal. Hacía allá envío a uno de sus más leales representantes, Alfredo Castillo, para hacerla prácticamente de gobernador en funciones, luego que Jesús Reyna, quien hacía ese papel ante las ausencias médicas de Vallejo, estaba siendo investigado para ser posteriormente encarcelado, precisamente, por sus relaciones con narcotraficantes. El Presidente tomó el caso Michoacán debido no solo a la crisis política con las licencias de Vallejo, tampoco por el hecho de que Los Templarios tenían azorados a los ciudadanos, sino porque ante la ausencia de un Estado de Derecho, los ciudadanos ya se habían levantado en armas, con lo que llamaron Autodefensas. En estas condiciones de inseguridad, de crisis política y alzamiento ciudadano, se va Vallejo. Todo aderezado por la maquinación presidencial en la ausencia anunciada, para nombrar un gobernador sustituto. El primero de este sexenio priista. Y donde los nombres de posibles sucesores de Vallejo no son analizados en el Congreso del Estado de Michoacán, sino en la oficina del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.