Su hijo y ahora Gobernador de Tabasco me sorprendió hace poco diciendo que jamás le informaron a él o a su familia, cómo y por qué se estrelló el jet donde viajaba y murió su padre el Licenciado Carlos A. Madrazo. Eso fue el cuatro de junio de 1969 en el Pico del Fraile cercano a Monterrey. El vuelo partió del D.F. Entonces casi todos culparon al Presidente de la República, Licenciado Gustavo Díaz Ordaz. Políticamente don Carlos le mortificaba hasta el desatino y no podía disimularlo. Por eso, igual como lo puso lo quitó de la presidencia nacional priista. El señor Madrazo atrajo el odio presidencial justificadamente: Quiso democratizar el partido. Si el lenguaje utilizado hoy en política hubiera sido válido en aquellos días, sería acertado referir que don Carlos por poco y le cortaba el dedo al Presidente. Bueno. Como dice la canción, hasta en su propia cara, le echó en contra al se-ñor-pre-si-den-te- el capricho para reelegir a los diputados federales. Al Licenciado Madrazo lo conocí en Mexicali el año del 64 precisamente como dirigente del PRI. Allí también marchó contra la voluntad de Díaz Ordaz y se sumó a la voluntad de los bajacalifornianos. Impidió la candidatura a Gobernador de un hombre cercano al Presidente y postuló a otro que ni al Presidente conocía, pero que todavía es vertical y públicamente honesto. Encarrerado en su empeño democrático, ordenó instalar urnas en las calles para elegir candidatos a presidentes municipales. La fórmula dio resultado. El PRI ganó la elección pero Madrazo arruinó muchos intereses del partido y del Presidente. Por eso nada más duró once meses capitaneando a los priistas. Terco y sintiéndose fuerte, Madrazo decidió crear un partido. Les dirigió a sus amigos de todo el país una carta impresionante urgiéndolos a seguirle. Los trágicos hechos del 68 estaban frescos. Los políticos se hicieron de la vista gorda o los ahuyentaron, mientras las juventudes le oían y le seguían. Tortuoso, el Presidente dejó correr la versión para acreditarle a Madrazo que dirigió a los jóvenes hasta la sangrienta noche de Tlatelolco. Sin mandato judicial de por medio, la perversidad de Díaz Ordaz se convirtió en una ilegal persecución. Su hijo Roberto me contó eso recordando cómo cierta ocasión toda la familia lo acompañó para cruzar la frontera y protegerse en Estados Unidos. Pero a punto de hacerlo, don Carlos rectificó. Decidió regresar a la Ciudad de México para enfrentarse a todas las acusaciones. Entonces sorprendió a los políticos y desorientó a sus perseguidores. Madrazo decidió bautizar a su todavía no naciente partido: “Patria Nueva”. Despertó simpatías, pero no logró adhesiones públicas, ni de palabra ni en la calle. Imposible publicar un manifiesto. Periódico donde se imprimiera se condenaba a la desaparición. Por eso el día convocado para la primera asamblea de “Patria Nueva” no aparecieron los representantes de cada Estado. Una feroz persecución policíaca los obligó a cambiar de opinión y no viajaron a México. Otros prefirieron esconderse. Por eso cuando el avión se estrelló cerca de Monterrey todo mundo pensó en Díaz Ordaz como el autor intelectual del accidente. Nunca nadie salió a su defensa, ni tampoco hubo quien lo acusara. Todo fue un valor entendido. Releyendo el libro donde Darío Vasconcelos comentó los discursos de Madrazo y detalles del accidente, conmueve su narración de cómo los amigos de la víctima fueron llegando al lugar del accidente. Mario Brown Peralta desde Villahermosa, Pedro Gallardo de Torreón, Juan Vicente Jiménez Vizcaya, José Luis Rodríguez y Jorge Peña de Monterrey, Carlos Ramos Pérez de Saltillo, Manuel González Fernández, Antonio Kahram y Roberto Chávez de Ciudad Reynosa. Entonces no hubo como ahora, fiscales especiales. No citaron a declarar a los amigos y menos a los enemigos. No se investigó a nadie ni nada. No hubo manifestaciones de protesta. Tampoco diputados comisionados para darle seguimiento al caso. A nadie se le ocurrió que a lo mejor existió un segundo avión o que al viajante lo bajaron del jet antes del accidente y el muerto se parecía mucho a él, o que cuando el aparato se estrelló tocaban una melodía ruidosa. Naturalmente, “La Culebra” todavía no se componía, ni al momento del desplome hubo alguien que videofilmara. La semana pasada llamé al señor Gobernador de Tabasco, Licenciado Roberto Madrazo y confirmó: Durante casi 30 años, a pesar de numerosas solicitudes a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes para conocer las causas del accidente, nunca tuvo respuesta oficial él o su familia. Recuerda nada más una ocasión cuando le informaron que la famosa caja negra se la llevaron a Estados Unidos y no tenían más detalles. En ese avión viajaba la esposa del señor Madrazo y entre los muchos pasajeros el entonces famoso tenista Rafael “El Pelón” Osuna. Muchos no creímos la versión de que el Presidente ordenó sabotear el jet con tal de quitarse políticamente de encima al señor Madrazo. Pero todo mundo estaba seguro de eso. Es como lo de Colosio. La mayoría cree, está segura y solo acepta la versión del complot. Si uno abunda en razones sobre el asesino de Luis Donaldo y presenta hechos y pruebas científicas no las creen. Son todo lo contrario a Santo Tomás, ni viendo ni tentando. El 4 de junio habrán pasado 30 años de la tragedia aérea en el Pico del Fraile y el Gobernador de Tabasco, insiste saber cómo aquel avión se estrelló y murió su padre. Hace cinco años Mario Aburto asesinó a Colosio. La diferencia: De Madrazo se rescató solamente parte de su saco y su pluma. Los despojos de las víctimas eran pavorosos. A los familiares no se les permitió identificación. Simplemente les entregaron una caja soldada con restos humanos. Y en el caso de Luis Donaldo su cuerpo fue sepultado sin cerebro. Esta parte de su humanidad duró mucho tiempo en un recipiente en el hospital de Tijuana. Otra diferencia: En la tragedia aérea de Madrazo no hay un culpable. En Lomas Taurinas existe un joven confeso y sentenciado. A cambio hay una coincidencia: En ambos casos muchos hablan de un complot, pero nadie aporta pruebas. Y lo significativo: el de Sonora y el de Tabasco presidieron el PRI. Después que lo dejaron, querían cambiar el país. Texto tomado de la colección “Conversaciones Privadas” de Jesús Blancornelas, publicado el 23 de marzo de 1999.