La noticia de su muerte es tan misteriosa como la impunidad de la que ha gozado por varias décadas en México. Un capo que desde las sombras ha sabido manejar los negocios del narcotráfico y subsistir, a diferencia de sus socios, subalternos y enemigos que han caído en prisión o abatidos por las balas. Juan José Esparragoza Moreno “El Azul” ha escapado a toda violencia. De haber muerto, como lo describió el semanario Río Doce de Sinaloa la tarde noche del domingo 8 de junio, víctima de un infarto, el sinaloense hasta en eso resultó intocable. Impune. Tan rápido como corrió la versión del deceso de Esparragoza, así de veloz se desvaneció de los primeros planos informativos que por ningún medio han confirmado los hechos. En las redes sociales, los retuits y los posts son de la noticia de origen o de la timorata respuesta de las dependencias federales: “No tenemos información al respecto”. Lo cierto es que la primicia puso a trabajar a los sistemas de inteligencia del país. La misma noche del domingo, las agencias de que dispone la Secretaría de Gobernación ya indagaban en un hospital particular de Zapopan, Jalisco. Lo mismo hicieron elementos de la Procuraduría General de la República (PGR), pero hasta el día siguiente. A través de sus fuentes, Río Doce informó que Juan José Esparragoza, de 65 años de edad, falleció la tarde del sábado 7 de junio, víctima de un infarto, mientras convalecía de un accidente sufrido unos 15 días antes. Los datos del semanario señalan que el fugitivo resultó afectado de la columna vertebral durante el percance, del que se desconoce cualquier detalle. El fallecimiento de Esparragoza Moreno ocurrió cuando intentó levantarse de su cama y le sobrevino el infarto, refiere la publicación, para añadir que los restos de “El Azul” fueron cremados y que sus cenizas serían trasladadas a Sinaloa en días próximos. Las horas y los días han transcurrido desde entonces, y los titulares de las dependencias federales encargadas de investigar, respondieron a la prensa, desde España en el caso de Jesús Murillo Karam, procurador general de la República, y, desde Tamaulipas, Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, para coincidir en su versión única: “No tenemos información al respecto”. Los funcionarios concordaron en que “no habrá información oficial sobre el tema hasta en tanto se tenga la certeza de que el hecho ocurrió”, y hasta hoy se sigue en la espera. Ahora resulta que las dependencias públicas saben lo mismo que los periodistas y los receptores de las noticias. Una de las versiones iniciales obtenida por una de las agencias de inteligencia federal, indicaba que la supuesta muerte de “El Azul” habría ocurrido en el Hospital Real San José de la Avenida Lázaro Cárdenas, en Zapopan, pero eso y nada fue lo mismo: “Nada que nos proporcione evidencia del suceso”, dijo una de las fuentes consultadas por ZETA. Por su parte, la cadena radial Notisistema en Guadalajara obtuvo declaraciones de personal del sanatorio privado en el sentido de que, los días jueves y viernes previos, se registró un movimiento inusual con presencia de militares en el exterior del inmueble. Sin embargo, en el lugar hay constante presencia de unidades federales, debido a que enfrente se encuentra la base de la Policía Federal y tiene problemas de estacionamiento. Para el caso, no es la primera ocasión que se anuncia la presunta muerte de Juan José Esparragoza. El 10 de mayo de 2013, diferentes medios de comunicación informaron que el legendario narcotraficante había fallecido durante un enfrentamiento contra miembros de la Marina en el centro comercial Plaza Andares, en Zapopan. Después se conoció la imprecisión de la noticia. A la fecha, sin confirmarse la información, autoridades mexicanas y norteamericanas ofrecen millonarias recompensas a cambio de datos que lleven a la detención de “El Azul”. Mientras no se ha informado de las investigaciones oficiales y el Gobierno Federal guarda un hermético silencio ante la presunción no solo de la muerte, sino que este hecho podría ser una cortina de distracción para ofrecerle a Esparragoza un trato de testigo protegido en Estados Unidos. De la sierra a Guadalajara Nacido el 3 de febrero de 1949, en Huixopa, en la sierra sinaloense de Badiraguato, desde su juventud Juan José Esparragoza se interesó en el estudio de las leyes, sin embargo, no pudo desmarcarse del mundo del narcotráfico en que está inmersa la región, y a los 17 años de edad entró al ilícito negocio. En sus primeros años de adulto fue asesor jurídico del traficante de drogas Juan José Parra “El Diablo”, este último casado con Ana María Zambada García, hermana de Ismael “El Mayo” Zambada. A través de estos personajes conoció a Miguel Ángel Félix Gallardo, con quien habría de trabajar estrechamente años más tarde. En 1970 fue detenido en Culiacán, Sinaloa, a bordo de una camioneta en la que transportaba 700 kilos de marihuana, según archivos del Centro Nacional de Planeación de la PGR. Por delitos contra la salud, Esparragoza Moreno fue enviado al penal de Mazatlán, donde el 21 de enero de 1971, un Juez de Distrito le condenó a permanecer cinco años tres meses en prisión y una multa de 2 mil pesos. Sin embargo, solo estuvo nueve meses preso, pues en segunda instancia, la resolución le fue favorable. Sin dejar el tráfico de marihuana hacia la frontera norte del país, “El Azul” inició en Guadalajara con la distribución de pastillas psicotrópicas, situación que se descubrió en marzo de 1976, cuando en el populoso barrio de Santa Teresa fue asesinado un médico que no pagó una fuerte cantidad de dinero por el tráfico de comprimidos. Cinco balazos segaron la vida del galeno y su cuerpo quedó boca abajo en el consultorio. Los asesinos huyeron en un automóvil compacto de color rojo y una camioneta pick-up. La Policía Judicial siguió la pista del carro y localizó, en una casa del sector Reforma, a las hermanas María Guadalupe y María de los Ángeles Gastélum Payán, esposa y cuñada de Juan José Esparragoza. Guadalupe dijo ignorar cualquier dato sobre el crimen, y respecto al auto sedán, declaró que su marido Manuel Díaz Velasco “El Azul” se lo había comprado, pero que casi siempre lo manejaba su empleado, Jorge Navidad. Ángeles Gastélum sorprendió a los investigadores, ante quienes declaró que su cuñado se dedicaba al tráfico de drogas a gran escala, al grado que los estupefacientes “los llevaba a los Estados Unidos en dos barcos, dos avionetas y tres tráileres”. Así fueron detenidos los autores materiales del homicidio. Uno de los sicarios confesó que días antes de los hechos, “El Azul” le llamó por teléfono para decirle que le tenía un jale que consistía en matar a un doctor de apellido Rodríguez, noticia que le agradó “porque éste había abusado sexualmente de una novia mía”. Uno de los aprehendidos y uno de los prófugos de apellidos Navidad, eran cuñados del narcotraficante Emilio Quintero Payán, socio de Juan José Esparragoza Moreno, que para ese entonces no era muy conocido en Jalisco. La falsa identidad de Manuel Díaz Velasco le permitió pasar desapercibido, aunque el apodo quedó registrado en la averiguación previa como “Juan El Azul”. El inédito crimen del capo permaneció impune, ya que fue detenido en dos ocasiones posteriores y jamás se le llamó a cuentas por estos hechos. Ahora, a 38 años de distancia, ese homicidio prescribió legalmente por el simple transcurso del tiempo. Fresnillo, Caborca, Mexicali Poseedor de un envidiable capital económico, presuntamente producto del narcotráfico, Juan José se asoció en 1981 con sus compadres Ernesto Rafael Fonseca Carrillo “Don Neto” y Rafael Caro Quintero, a quienes financió para la distribución de importantes cantidades de marihuana. Esparragoza aportó 4 millones de pesos en efectivo; Fonseca proporcionó la semilla del estupefaciente y Rafael se encargó de la comercialización. En una superficie de 12 hectáreas, en Fresnillo, Zacatecas, el trío de traficantes obtuvo una cosecha de 20 toneladas de la hierba, droga que se convirtió en medio millón de dólares al ser enviada a un cliente estadounidense, a bordo de una aeronave DC-3. Las ganancias en el ilícito negocio sedujeron a los socios sinaloenses para sembrar de enervante 80 hectáreas en Caborca, Sonora, en 1982. Esparragoza tuvo ingresos de un millón 300 mil dólares producto de la venta de la droga a revendedores norteamericanos. “Don Neto” y Caro Quintero también tuvieron grandes rendimientos. “El Azul” se desmarcó de sus camaradas. Ernesto y Rafael tenían la obsesión de tapizar de droga las rancherías desérticas del Estado de Chihuahua. A Esparragoza Moreno la idea no terminó por convencerle, pero les prestó dinero a sus compadres para que pudiesen emprender su proyecto. Años más tarde Caro y Fonseca lo confesaron. Al rendir su declaración ministerial del 10 de abril de 1985, seis días después de que fue traído desde Costa Rica, Rafael confesó que del reparto de ganancias obtuvo un millón 200 mil dólares, vendió una flotilla de 46 tráileres de la familia, con lo que se hizo de otro millón y medio de dólares; y por otro lado, su compadre Juan Esparragoza “le prestó la cantidad de 4 millones de dólares, con lo que reunió aproximadamente 7 millones de dólares para el arranque de los sembradíos”. Ernesto lo confirmó. Avezado en el negocio, Esparragoza Moreno se dio cuenta de que sus nombres ya eran conocidos en el mundo del hampa y por los cuerpos policiales de México y Estados Unidos. Advirtió a sus compinches, quienes no desistieron de sus planes y él se fue a Mexicali que se presentaba como un nicho de oportunidad para el trasiego de enervantes por su condición fronteriza. Poco le duró el gusto a Juan José, quien fue detenido en marzo de 1983 por la Policía Judicial Federal en la capital bajacaliforniana, junto a cuatro de sus colaboradores. Las informaciones de prensa anunciaron la captura del personaje como un “jefe de una activa banda internacional de narcotraficantes”. Esparragoza y su séquito tenían siete millones y medio de antiguos pesos en efectivo, mismos que ofrecieron a sus captores para que los dejaran libres, junto con un automóvil último modelo que fue asegurado y la residencia donde fueron apresados en Mexicali. Se dijo que había varias órdenes de aprehensión libradas contra el indiciado. El gusto tampoco fue para las autoridades, que solo mantuvieron a “El Azul” tres meses procesado en el Centro de Readaptación Social mexicalense. Los defensores promovieron el incidente de desvanecimiento por falta de pruebas y lograron la rauda libertad de su cliente. Antes y después de Camarena Entre julio de 1983 y julio de 1984, el Grupo de Inteligencia de la PGR identificó a los principales grupos de traficantes que operaban en el país. Ahí estaban los nombres de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca, capturados en 1985 con motivo del secuestro y asesinato de Enrique Camarena Salazar, agente de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés). La lista se filtró a los medios de comunicación en ese último año. Se conoció que en Sinaloa operaban los presuntos cabecillas de la producción y distribución de drogas: Humberto Octavio Ramos Serrano, Juan Manuel Pineda Trinidad, Leoncio Piña Valenzuela y Jorge Fabela Escobosa. En Baja California estaban Jesús Murillo Gastélum (cuñado de Miguel Ángel Félix Gallardo), Juvenal Gómez Barajas, Juan Venegas (ex socio del traficante cubano-norteamericano Alberto Sicilia Falcón), José Díaz de León, Cirilo Verdugo Venegas y Juan José Esparragoza Moreno “El Azul”, entre otros. Mientras que en Sonora estaban identificados en las actividades del narco: Jaime Figueroa Soto, Leonardo Contreras Subías, Mercedes Monge Cisneros, Pedro Sarabia García, Pedro Balbastro Hernández, Rubén Cañas Martínez, Víctor Manuel García Olivas, Maximiliano Gutiérrez Dueñas y Jesús Martínez Rentería. En Jalisco se señalaba a Moisés Rodríguez Suazo, Febronio Félix Coronel, Rosario Cázares, Jesús Higuera Figueroa, Juan Alcaraz Madrigal y los conocidos Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo. El Departamento de Estado, de Estados Unidos de América, no se quedó atrás, y esos mismos personajes, más algunos otros identificados desde el otro lado, conformaron una lista de los narcotraficantes más importantes en el mundo. Aparecían más de 50 nombres de mexicanos, entre ellos banqueros, empresarios, agricultores, hoteleros, restauranteros y hasta policías del programa de erradicación de estupefacientes. La lista fue publicada en los medios de comunicación el 6 de marzo de 1986. No pasaron ni seis días y las autoridades federales anunciaban nuevamente la detención de Juan José Esparragoza, que en ese entonces se dedicaba al trasiego de cocaína hacia los Estados Unidos como parte de la organización de Félix Gallardo, su viejo conocido. La captura de “El Azul” ocurrió a las puertas de una lujosa residencia de la calle Fuego, en la colonia Polanco de la Ciudad de México, junto a cinco de sus colaboradores, a quienes les aseguraron medio kilo de cocaína pura y un guato de marihuana. La PGR realizó operativos en Querétaro, Sinaloa y Jalisco para asegurar inmuebles, vehículos y cuentas bancarias del narcotraficante. Entre otros bienes, fue asegurado el rancho “La Arquería”, en el municipio de Humilpan, Querétaro, con una superficie de más de 150 hectáreas y donde había unas 300 cabezas de ganado vacuno. En tanto que, en las inmediaciones de la zona metropolitana de Guadalajara, sobre la carretera a Colima, hoy Avenida Prolongación López Mateos, en Tlajomulco de Zúñiga, se aseguró otro enorme terreno con una superficie de no menos de 30 hectáreas. Bajo el falso nombre de Javier Barrera Campos le fue congelada al “Azul” una cuenta bancaria en la sucursal de Multibanco Comermex de Plaza del Sol, en Zapopan, con varios millones de antiguos pesos. A pesar de que el predio de Tlajomulco estaba asegurado por la Federación, en mayo de 1988, el Gobierno del Estado de Jalisco inició un procedimiento de expropiación que concluyó en febrero de 1990, adjudicándose la propiedad. Las autoridades proyectaban la creación de un centro de adiestramiento y práctica para los diversos organismos de seguridad pública. En ese mismo año, el Juez Décimo de Distrito en Materia Penal en el Distrito Federal dictó sentencia condenatoria en contra de Esparragoza por delitos contra la salud. La pena fue de apenas siete años dos meses de prisión, situación que inconformó al Ministerio Público Federal. En apelación, el Primer Tribunal Unitario de la capital del país confirmó la sentencia. Sus bienes quedaron a salvo. Luego de permanecer seis años en el Reclusorio Preventivo Sur, el sinaloense fue enviado -el 22 de mayo de 1992- al Centro Federal de Readaptación Social Número 1 en Almoloya de Juárez, Estado de México, donde recuperó su libertad en los primeros meses de 1993. Un jefe ejecutivo e itinerante Tras su excarcelación y hasta nuestros días, el sinaloense ha sido candidateado por autoridades y periodistas como el eterno sucesor de cada jefe de cártel que es detenido o asesinado. Sin embargo, Esparragoza siempre pareció estar por encima de los cabecillas de las organizaciones, manteniéndose lejos de los escándalos y del brazo de la Ley. En enero de 1996, luego de la detención y entrega de Juan García Ábrego a los Estados Unidos, se mencionó el nombre de “El Azul” para encargarse del acéfalo Cártel del Golfo, puesto que había participado en los acuerdos de paz de la organización criminal con sus rivales. Eso no sucedió, como no pasó en 1998 ante la caída de Amado Carrillo Fuentes, con quien tuvo sus más fuertes vínculos, ni tampoco ocurrió tras la reciente captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán. A partir de entonces, Esparragoza Moreno ha estado en Tamaulipas, Morelos, Querétaro, Ciudad Juárez, Quintana Roo y otras entidades, pero siempre con arraigo en Jalisco, donde radica su familia desde los setenta. Incluso, a través de su equipo de abogados se dio el lujo de ganar un amparo en materia administrativa para recuperar su enorme terreno, que hoy es un importante fraccionamiento del sur de Guadalajara, ya vetado financieramente por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Las relaciones del mafioso con gobernadores han sido muy mentadas, desde con el ex mandatario de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, al que se vinculó sentimentalmente con Nadia Patricia Esparragoza, hija del “Azul”, hasta con Mario Villanueva Madrid, ex gobernante de Quintana Roo y actualmente enjuiciado en la Unión Americana por sus nexos con el narcotráfico. Las investigaciones al Cártel de Juárez motivadas por el escándalo de Villanueva Madrid llevaron a la entonces Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Salud (FEADS) a solicitar 65 órdenes de aprehensión en el llamado “Maxiproceso” contra cabecillas de la organización criminal del extinto Amado Carrillo Fuentes, entonces aliado con los miembros del Cártel de Sinaloa. El Juez Tercero de Distrito en Materia Penal en el Distrito Federal giró los mandamientos el 16 de enero de 1998, incluyendo a Esparragoza Moreno. Con fecha 19 de marzo de 1998, el titular de la FEADS anunció públicamente la recompensa de 4 millones de pesos a quien proporcionara información para lograr la captura de seis miembros de la citada banda, entre éstos “El Azul”. La oferta se elevó a 30 millones de pesos en 2009 por parte de la PGR. Estados Unidos hizo lo propio y anunció recompensa de 5 millones de dólares. A través de la Oficina de Control de Activos, el gobierno norteamericano mantiene sanción económica sobre Esparragoza, su esposa María Guadalupe Gastélum, sus hijos Nadia Patricia, Juan Ignacio, Christian Iván y Brenda Guadalupe Esparragoza Gastélum; así como contra otras veinte personas más, entre colaboradores en bienes raíces, contadores y abogados. También una serie de empresas fueron boletinadas desde 2012 por su alta probabilidad de que se dedican al lavado de dinero en Sinaloa, Jalisco y otras entidades. Los capos que faltan Mientras se comprueba si Juan José Esparragoza Moreno está vivo o muerto, por lo menos otros ocho señalados como líderes de cárteles se encuentran prófugos; algunos supuestamente buscados desde hace por lo menos dos décadas. El caso de Rafael Caro Quintero es el más elocuente. Después de su liberación, mediante un amparo directo el 9 de agosto de 2013, un día después se giró orden de detención provisional con fines de extradición internacional en su contra. Estados Unidos le reclama por delitos cometidos en esa nación a principios de los años noventa. El ex convicto no ha sido localizado, pero ya promueve un amparo en el Distrito Federal para evitar su captura y posterior entrega al vecino país. Otro de los más buscados y nunca encontrado es Vicente Carrillo Fuentes “El Viceroy”, quien según autoridades federales, dejó de ejercer el mando en el Cártel de Juárez desde hace algunos años, pero se desconoce su paradero y actuales actividades. Servando Gómez Martínez “La Tuta”, líder de Los Caballeros Templarios, perseguidos más por los grupos de policías comunitarios que por el gobierno, se encuentra prófugo en la serranía de Michoacán, pero sigue operando, según refieren miembros de los llamados autodefensas. Nemesio y/o Rubén Oceguera Cervantes “El Mencho”, capo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), michoacano que perteneció al Cártel del Milenio, es otro de los fugitivos considerado como un hombre capaz de vender protección a otros poderosos jerarcas del narcotráfico. Heredero del poder de su hermano Omar Treviño Morales “El Z-42”, actualmente recluido, es la cabeza visible del grupo criminal Los Zetas, que tiene sus principales operaciones en Tamaulipas y Nuevo León, pero con presencia en la mayoría de los estados del país. También conservando la tradición familiar y el último reducto de poder de los hermanos Arellano Félix, en Baja California opera Fernando Sánchez Arellano “El Alineador”, hijo de Enedina que ha sufrido importantes traiciones al interior de la organización, lo que ha permitido la penetración del Cártel de Sinaloa en diferentes plazas de esta frontera. Por los sinaloenses, más allá del bullicio de las ciudades, desde la sierra del Triángulo Dorado del norte del país, destaca la figura de Ismael “El Mayo” Zambada, que si bien ha sufrido bajas durante los últimos dos años, entre ellas la captura de “El Chapo” Guzmán, mantiene la estructura del cártel, al lado de Dámaso López “El Mini Lic”. Ninguno de ellos detenido. Finalmente, otro de los considerados “peces gordos” por las autoridades mexicanas y estadounidenses, es Héctor Beltrán Leyva “El H”, hermano del abatido narcotraficante Marcos Arturo “El Barbas” y de los encarcelados Alfredo “El Mochomo” y Carlos, de los mismos apellidos. En la mayoría de los casos, la Procuraduría General de la República ofrece atractivas recompensas a quienes aporten datos que lleven a la captura de alguno de los mencionados.