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martes, octubre 1, 2024
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Sacerdotes

Fue párroco en España 16 años. Pero a los 40 se enamoró. Conoció por internet a una ex religiosa peruana. Le pegó tan duro el romance como para decidirse prontamente. Se apersonó con el Obispo. Por escrito solicitó permiso para retirarse seis meses de la parroquia. “Me encuentro delicado de salud y quiero reorientar y repensar mi vida”, pretextó en pocas líneas. Pero no esperó la respuesta de la Diócesis. Tomó un jet y se fue a Perú. Allá lo recibió su amada Luz Aurora Otoya Arellano el 28 de diciembre. Quince días después ya estaban hincados frente al altar de la iglesia norteña de Piura. Recibieron la bendición a su matrimonio. Después, pura felicidad, hasta cuando se vació la cartera del sacerdote. Entonces llamó a los feligreses de su parroquia y explicó todo pidiéndoles dinero para regresar con su pareja. La noticia sorprendió a los católicos. Unos condenaron al curita, pero la mayoría decidió hacer colecta. Le compraron los boletos de avión y así pudo regresar con su esposa. Cuando llegaron, el obispado no tocó el asunto. Ni de casualidad. Solamente el alcalde espantó el mosquerío de la crítica maloliente: “Es su decisión personal y allá él. Cada uno se arregla con su conciencia”.   Julio Pérez Pinillos es otro caso que también leí en el diario español El País. Sacerdote desde 1964 en Vallecas, barrio obrero de Madrid. También de repente el amor lo zarandeó. En 1975 llevó a su novia con el Obispo Auxiliar de Tarancón y de entrada le anunció: “Nos vamos a casar”. En lugar de reproches encontraron atención y hasta generosidad. Les advirtió que la suya sería una vida de lucha dura y lenta. El cura recuerda las palabras del superior: “…si creíamos que sería evangélica nuestra decisión, el Evangelio no le permitía decirnos que no era correcto lo que íbamos a hacer”.   Total: Se casó. Sigue oficiando. Imparte los sacramentos. “Hago lo que la comunidad de cristianos a la que sirvo me pide en cada momento”. Su esposa Emilia es Coordinadora del Movimiento Eclesial. La mayor de tres hijas tiene 22 años. Estudia psicología. El cura espera que algún día la ordenen, sacerdote. “Es un paso revolucionario, dentro de una revolución social más amplia que necesita la Iglesia”. Vi al padre Pérez Pinillos en una foto. Canoso. Rostro reflejando tranquilidad. Camisa a cuadros. Una sudadera de corte y color conservadores. Pantalón “liváis”. Sencillo, aclaró “…soy sacerdote y no quiero ser más que sacerdote”. Por eso lo han nombrado presidente de la Federación de Curas Católicos Casados. Me sorprendió leer su declaración: La organización tiene más de 100 mil eclesiásticos asociados.   Otro periódico, pero estadounidense, The Boston Globe, famoso por conservador sorprendió a sus lectores cuando descubrió un grupo jamás visto: Red de Sobrevivientes Víctimas de Abuso Sexual por el Clero de Massachusetts. El mismo diario reveló cómo desde hace años los sacerdotes de Boston han abusado sexualmente de niños y adolescentes.   Todo empezó cuando los periodistas investigaron y comprobaron: La Iglesia pagó 214 mil dólares a un joven a cambio de no revelar públicamente cómo un sacerdote lo hizo víctima de sus abusos sexuales y en exceso durante siete años. La noticia “destapó” la podredumbre en la Arquidiócesis. La más famosa y numerosa en Estados Unidos. En lo personal me sacudió la noticia. Estuve en Boston y acudí a sus hermosas iglesias. Vi la gran devoción de los fieles. No asistí, pero me enteré cómo el Arzobispo Bernard Law encabezó una marcha para refrendar la fe católica. Recorrió las principales calles y retacó el estadio Fanway de los Medias Rojas. Fue noticia de primera plana.   Ahora me enteré de Philip Salviano. Su caso fue manejado con mucha discreción. El sacerdote David Holley abusó mucho tiempo de él. Cuando la Iglesia se enteró fue cambiado a otra diócesis. Pero la familia no soportó y lo denunció penalmente. Un tribunal le condenó a 275 años de prisión al descubrir que abusó de ocho chamacos más. Se supo el triste episodio de Patrick McSorley. Desde su niñez en 1986 sufrió abusos. Siempre le amenazaron para no contar a nadie lo sucedido. Al crecer cayó en depresión y alcoholismo. Fue enviado a un centro de rehabilitación. Cuando lo dieron de alta, la Iglesia de Boston le pagó medio millón de pesos por su silencio. El periódico descubrió el asunto.   Me estremeció ver la foto del sacerdote John Georghan. Trajeado negro. Corbata obscura, canoso, bien peinado pero esposado. A su lado un policía con cara de más dolor y preocupación que el arrestado sacerdote. Lo llevaba a prisión. Fue sentenciado a 10 años. Su pecado mayor. La tentación le empujó al abuso de 130 chamacos. A 41 les pagaron para no hablar. 86 fueron indemnizados por la vía legal, pero nada más por un caso extremadamente delicado, fue condenado. La periodista Rosa Townsed escribió: “Los relatos de las compulsiones sexuales descritos en los sumarios de las demandas presentadas en los tribunales de Boston, producen escalofríos”. Este sacerdote se daba el gusto de elegir a sus víctimas. En cierta ocasión, lo hizo hasta con siete niños de una misma familia. También en Boston el cura James Porter fue expulsado de la Iglesia. No se pudo ocultar su relación con casi cien jovencitos desde 1992. Esto provocó una silenciosa purga de sacerdotes pecadores. Se calculan 70. Muchos fueron enviados a tratamiento. “Pero no hay esperanzas que se curen”, según el reporte confidencial de la Conferencia Episcopal. Todo esto encorajinó a los bostonianos. Antes querían mucho a su Arzobispo Bernard Law. Ahora exigen su renuncia. Siempre supo de los abusos sexuales y nunca puso remedio.   Anthony O'Conell, Arzobispo de Palm Beach, Florida prefirió renunciar a la Iglesia antes de ser juzgado. Reconoció públicamente su abuso con varios jovencitos. Culpó a Master y Johnson, autores de un delicado estudio sobre hábitos sexuales. Se metió tanto en la lectura hasta caer en la perversión.   Entre los casos de curas españoles y estadounidenses hay un origen: El celibato. Pero con violaciones diferentes. El amor a una mujer provocado causó la renuncia o continuación en el sacerdocio. Y la otra, como adolorido recién lo dijo el Santo Padre Juan Pablo II: “…por la forma más odiosa del misterio de la maldad”.   Tomado de la colección “Conversaciones Privadas” de Jesús Blancornelas, publicado el 26 de marzo de 2002.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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