Rafael de Paula fue un torero irregular, prototipo del Toreo del estilo gitano a quien fue más difícil verlo “cuajar” un burel, que a otros toreros artistas de su misma raza, pero cuando estaba inspirado, el aficionado paladeaba la música callada de la Tauromaquia. Fue muy comparado con “Curro” Romero, lo cual no parece válido, la leyenda de “Curro” está basada en lecciones como la que dio en las Fallas de Valencia en 1994 y certificada por monumentales faenas en todos los puntos de España, pasando por sus múltiples tardes gloriosas en las dos plazas fundamentales del Toreo: Madrid y Sevilla. Rafael de Paula estuvo cerca de la mítica de lo palpable, real, amparado de una técnica pobre; además, tuvo la desventaja de sus lesionadas rodillas, lo que convirtió el hecho de torear en un milagro, pero nunca se puede olvidar que cuando le soplaron las musas, toreaba con un estilo muy especial que calaba fuerte en las manos sensibles, sobre todo cuando ejecutaba la verónica. Sin duda, Rafael ha sido uno de los mejores ejecutores de este lance de todos los tiempos, sin embargo, con la muleta necesitaba un toro especial, más colaborador. A veces toreaba de ensueño, eso ocurrió en la mágica y bruja faena del 5 de octubre de 1974, con toros de Vista Alegre, a los que les bordó el Toreo natural. Con su arte estremeció hasta el punto de mandar callar a la banda que tocaba un pase doble. Para triunfar, necesitaba inspirarse, encontrar su compás y que las condiciones le fueran más favorables que a ningún otro torero. Cuando esto se daba, sus lances o pases quedaban en la rutina del aficionado como algo esencialmente bello. De Paula tardó casi 14 años para ser un torero de ferias, después de su alternativa y tras breve campaña americana, no le dieron opción en tierras jerezanas, se dice que sufrió el veto de una figura del Toreo por entonces con mucho mando, fuera el hecho verdad o no, el caso es que Rafael toreó muy poco hasta 1972, incluso hubo un año que no consiguió vestirse de luces, aunque muchos de sus partidarios del Rincón de Cádiz, contarán de sus excelencias toreras. Esa zona fue su campo de acción en sus primeros 12 años de alternativa, ampliada posteriormente a Sevilla y Málaga, el estirón de 1972 se vio cortado en 1973 por su eterna lesión en una rodilla, que con el tiempo serían las dos, lo que mermó de nuevo el ascenso en el número de corridas; por aquel entonces, estuvo anunciado en los San Fermines, a los que no pudo asistir. En 1974 llegó su despegue, la tarde de su confirmación madrileña, vestido de plomo y oro, esculpió un quite magno en terrenos del siete, aunque nunca conseguiría cortar una oreja en la Monumental de Las Ventas vestido de luces, eso lo logró en un festival. Bastaría ese quite y el concierto dado con el capote en San Isidro de 1979 para conservar un gran cartel en Madrid, ganado también en la histórica tarde carabanchelera del año de la confirmación. Los años de la década de los 70s fueron los mejores en la carrera de Rafael de Paula, pero en 1979 sufrió una grave cornada en Madrid, cuando toreaba como los ángeles a la verónica, este percance y otro posterior en Bayona marcaron su declive, del que salió en 1987, cuando cuajó una faena debatida y polémica a un toro sobrero de Martínez Benavides, pero que entusiasmó a los espectadores. Días después refrendó su triunfo madrileño en la Real Maestranza, donde cortó las orejas que en Madrid perdió con el estoque. arruzina@gmail.com