La reciente muerte de la joven Nora Paulina en Mexicali refleja huecos y contradicciones en el sistema de justicia –además del evidente proteccionismo hacia los menores–, donde la víctima queda en el olvido y el infractor libre, en un caso donde se mezclan la antigua ley de menores y la vigente de adolescentes, pero con una diferencia de nueve años entre el incidente y la muerte, todo con el sello de la impunidad Un poco después del mediodía del jueves 17 de abril de 2014, la joven Nora Paulina Ibáñez López empezó a respirar con dificultad. Se notaba inquieta y su madre empezó a ponerse nerviosa. La muchacha estaba postrada en una habitación de la casa familiar, en el fraccionamiento Villas de la República, al este de Mexicali. La situación parecía empeorar, Nora Paulina respiraba con mucha dificultad, entonces Martha Lorena, su madre, llamó al número de emergencia, solicitó una ambulancia. La respuesta que obtuvo fue negativa, era Jueves Santo. La madre fue corriendo con el vecino para pedirle llevar a su hija a la Cruz Roja más cercana. La joven se caía de la silla de ruedas. La tomó en brazos y así subieron al auto que las trasladó por el bulevar Lázaro Cárdenas hasta la clínica de emergencia. “Ya lo hemos hecho antes: ya hemos vencido a la muerte otras veces. La vamos a vencer”, pensaba en voz alta Martha Lorena al tiempo que lágrimas afloraban. En eso llegó una ambulancia, la mujer insistió ante la recepcionista si llevarían a su hija como otras veces, al Hospital General, pero el silencio fue la respuesta; entonces buscó al socorrista y nada, le recomendaron que preguntara dentro. Era cerca de la una de la tarde cuando le avisaron que su hija había fallecido. Los médicos habían intentado intubarla, pero ya no tenía signos de vida. Esa misma noche velaron el cuerpo de Nora Paulina en la funeraria del Rosario. Después lo cremaron. “La quemamos, yo no quise que se la comieran los gusanos”, refiere Martha Lorena apuntando la vista hacia una pequeña caja de madera colocada sobre un taburete, rodeada de flores y veladoras. En el acta de defunción quedó asentado que murió por falla respiratoria, bronco aspiración y secuelas de traumatismo craneoencefálico. Un viejo caso: investigación nueva Nora Paulina tenía nueve años en estado vegetativo, no se movía, ni hablaba, solo reaccionaba al dolor y –en ocasiones– movía los ojos a manera de respuesta gratificante. Se trata de la joven que la madrugada del jueves 8 de septiembre del 2005 fue localizada inconsciente en medio de la carretera en el kilómetro 62 del tramo Mexicali-San Felipe. Estaba poli traumatizada, con lesiones en todo el cuerpo, pero especialmente en la cabeza y a unos metros de un pick up blanco, ladeado en la carretera. El vehículo pertenecía a una empacadora del Valle de Mexicali –Agrícola La Grana– y posteriormente se presentó ante las autoridades un empleado, Sergio González Anaya; declaró que él manejaba el pick up en al momento del incidente. En las investigaciones trascendió que la madrugada de ese jueves, Nora Paulina salió de un bar acompañada de un joven posteriormente identificado como el hijo del compareciente, Sergio González Cervantes, quien el 6 de octubre de ese 2005 cumpliría 18 años. Por ser menor de edad el joven fue turnado al Consejo Tutelar de Menores, donde fue juzgado con la Ley para Menores Infractores vigente entonces en la entidad, resolviendo el Consejo la culpabilidad en cuanto a las infracciones –por ser menor no usaron la palabra delito, sino infracción: Lesiones por Culpa y Omisión de Auxilio e imponiéndole al joven una serie de medidas, entre éstas el arraigo domiciliario. En el resolutivo del Consejo –fechado el 7 de marzo del 2008– resalta un párrafo: “…Una vez que la presente resolución haya causado ejecutoria amonéstese al menor Sergio González Cervantes a que NO reincida haciéndole ver las consecuencias de la conducta antisocial que realizó, exhortándolo a la enmienda y conminándolo a evitar su reincidencia…”. Tras el arraigo de un año, cumplido en su casa en el poblado Guadalupe Victoria, para el joven jurídicamente se trata de un caso cerrado, concluido. Pero con la muerte de Nora Paulina la Procuraduría General de Justicia del Estado abrió un NUC (Numero Único de Caso) e investigan la probable reclasificación del delito –ya no por lesiones, sino por homicidio culposo– y buscan elementos para poder integrarlos en el expediente. El punto central es saber si la joven murió a causa del percance donde quedo poli traumatizada y será en función de esos elementos que el Juez de Adolescentes deberá definir la situación del muchacho González Cervantes. El problema es que el Consejo Tutelar para Menores ya no existe, ni la Ley con la que fue juzgado, ahora hay un Juzgado Especializado para Adolescentes con Juez y hasta un Magistrado, para adentrarse a un hecho que hace nueve años fue por lesiones y ahora podría ser homicidio provocado entonces por un menor de 17 años que ahora es un adulto de 26. El lunes 28 de abril finalizó el novenario en honor de Nora Paulina, estudiante brillante, amiguera, alegre, religiosa, hoy sus restos convertidos en un montón de ceniza. Historia de una tragedia Nora Paulina estudiaba en la Facultad de Administración de la UABC en el segundo semestre. Trabajaba en una empresa de rodamientos y meses atrás se había independizado, rentaba un cuarto situado detrás de una vivienda en el fraccionamiento Justo Sierra. La noche del miércoles 7 de septiembre del 2005 estuvo conviviendo con unas amigas en su depa, luego salió con una de ellas a un bar, el Híjole, ubicado en la zona hotelera de Mexicali, en el Centro Comercial Dragón. Brenda Janet –su amiga– declaró que Nora Paulina se quedó en el bar con un joven que conoció esa noche. Al día siguiente Brenda se dio cuenta que Nora Paulina no acudió a trabajar ni a clases, el viernes igual. Empezaron a buscarla y nada. El lunes siguiente se publicó una pesquisa con foto de una joven que fue encontrada tirada cerca de las 5 de la mañana del jueves 8 de septiembre del 2005. Así se enteraron los familiares de la tragedia. La joven fue localizada a mitad de carretera inconsciente y con los pantalones rasgados. La localizó un grupo de jóvenes que viajaban esa madrugada hacia San Felipe. Habían salido de Mexicali un poco después de las 4 de la mañana y después de más de 60 kilómetros de viaje, el chofer Ulises Arroyo notó un bulto en medio del asfalto. Se detuvo y descubrieron el cuerpo de una joven veinteañera, inconsciente y lesionada. A unos metros el pick up Ford 150 modelo 1997, blanco, placas BL 08125 volcado, había manchas de sangre y los vidrios lateral y posterior estrellados. La joven fue trasladada al Hospital General. Le diagnosticaron traumatismo craneoencefálico severo con hemorragia en el cerebro y cerebelo, fractura en la primera costilla y probable neumotórax y múltiples escoriaciones. En la investigación localizaron que las placas correspondían a un pick up Ford 1989 y guinda a nombre de los Usuarios del Módulo de Riego, propiedad de una empacadora, denominada Agrícola; además que era el utilizado por un empleado, Sergio González Anaya. Quien optó por presentarse a declarar –acompañado de su abogado– que esa madrugada él manejaba el vehículo, que se dirigía al Valle de la Trinidad. Amplió: se topó con un auto parado con las intermitentes encendidas, trato de sacarle la vuelta y en eso una muchacha se le atravesó. Que no se acercó a la herida, y diez minutos después le dieron aventón al Kilómetro 43. Sin embargo, las declaraciones de testigos y amigos de Nora Paulina fueron concluyentes: Ella conoció a un joven en el bar, se quedó con él, le dio aventón hasta su departamento, al rato regresó gritándole desde la calle y ya no la volvieron ver. Retratos hablados, fotos, investigaciones aquí y allá dirigieron el caso hacia el hijo del declarante, Sergio González Cervantes. Mientras el padre aseguraba que él manejaba el vehículo, del hijo decía que no salió del poblado. Pero fue identificado por los testigos en el bar. Mientras los abogados de la empacadora presentaron una fianza en póliza por el auto de 350 mil pesos, recuperándolo del depósito Bonilla. La menguada salud de Nora A la par del proceso legal, familiares de Nora Paulina buscaron apoyo. Del Hospital la trasladaron a la Clínica del IMSS y de ahí al especializado Ciren (Centro Internacional de Restauración Neurológica) en Cuba, con lo recabado con rifas, eventos, boteo, apoyos aquí y allá. Ahí estuvo cerca de 8 meses. De acuerdo a familiares –e imágenes– Nora Paulina tuvo físicamente una franca recuperación, subió de peso y le cambio el ánimo, pero nunca recuperó ni el habla ni la movilidad. Regresaron a Mexicali donde pasó por varias estancias para pacientes de su tipo, y finalmente a una recámara de la casa de sus padres, en Villas de la República. Cuenta Martha Lorena que desde marzo la salud de su hija empeoró; no comía y parecía deprimirse, se quejó de dolor en una de las rodillas. En el expediente judicial se inscribe una comparecencia de la joven –constancia, le llamaron– donde le muestran fotos de González Cervantes y le preguntan si lo reconoce, si andaba con él la noche del accidente, asintiendo ella con sus parpados. Se lee “…y por último la pregunta: andaban solos el día del accidente, y la ofendida nuevamente asintió con sus parpados, acto en el cual se le empezaron a rodar las lágrimas de sus ojos…”. De acuerdo a los datos, Sergio González Cervantes nació el 6 de octubre de 1987, un mes después del accidente cumpliría 18 años, por eso el caso fue turnado al Consejo Tutelar de Menores donde se resolvió el 12 de marzo del 2008 acreditarle las Lesiones por Culpa y Omisión de Auxilio, dictándose la medida de Arraigo Familiar por un periodo de 12 meses. En la hoja final del documento, donde aparecen la firma de Consejeros e inculpado, el abogado de la joven manifestó “Me inconformo (con) la resolución final…”, acompañando la frase con su firma. De lesiones a homicidio culposo Ante el fallecimiento de Nora Paulina, en la Procuraduría General de Justicia del Estado abrieron un NUC (Numero Único de Caso, en el Nuevo Sistema de Justicia Penal); explica Isabel Sosa, directora de Averiguaciones Previas: “Para determinar si existe alguna responsabilidad del entonces adolescente primeramente tendríamos que tener claro cuál es la causa de la muerte”, e informa que ya iniciaron investigaciones para determinar la causa de muerte. Lo que requieren es confirmar la causa-efecto, si la muerte de la joven es consecuencia directa de aquel accidente, “Si bien es cierto la situación personal de la muchacha, estaba en un estado vulnerable a raíz del accidente, sí es importante para nosotros, para efecto del juicio, poder encontrar la causal de la muerte, al momento del accidente…”. Sosa reflexiona, como sentido común es obvio que la joven se puso en un estado de vulnerabilidad a raíz del accidente, pero deben recabar esa información y en su momento turnarla al Juez de Adolescentes, quien determinará si todavía hay alguna situación (judicial) que tenga que atenderse con el involucrado. “La Ley de Justicia para Adolescentes tiene tiempos también para determinar, en materia de prescripción de delitos, cuánto tiempo tenemos para denunciarlo. Si bien es cierto la muerte de Paulina sucedió en esta época, tendríamos que acotarnos a esta fecha”. Éste es un caso atípico dado que el incidente fue en 2005 y el muchacho, entonces menor ya fue juzgado con otras leyes vigentes, pero la joven fallece en el 2014. “Resulta que ahora estamos hablando de un posible homicidio culposo, se reclasifica, lo podemos presentar como fiscales ante un Juez, quien tomaría la decisión –si no ha prescrito– si se dan los elementos para considerar la reclasificación por homicidio”, señala la titular de Averiguaciones Previas. Ley proteccionista y prescripción El abogado Fernando Rosales explica: códigos y leyes relativas a justicia para menores se han caracterizado por la protección –incluyendo tratados internacionales–, la Constitución donde se estipula que los únicos que cometen delitos son los mayores de 18 años. “Como consecuencia se crean estos órganos reguladores para quienes cometían no delitos, sino infracciones”, dice el especialista, caracterizando al Consejo Tutelar como “muy paternalista, demasiado garantista hacia el menor”. Del caso de Nora Paulina menciona que se trató de una conducta –donde ahora pierde la vida una persona– que la realizó un menor de edad el cual fue juzgado por el Consejo para Menores por un acta de nacimiento que lo acreditó como tal. “Hoy que se abrió este NUC sería interesante que se revisara si realmente en aquel momento era menor o mayor de edad”. El abogado ejemplifica: un atropellado donde la primera acusación es por lesiones, pero en caso de fallecimiento se hace una reclasificación de la conducta. En este caso particular la persona fue juzgada por lesiones, dictándose una medida de arraigo que causó ejecutoria y que nadie en su momento la impugnó. Rosales menciona el rubro de la prescripción, la cual según el Código Penal extingue la llamada pretensión punitiva, la pretensión de una sanción penal. Refiere que el homicidio culposo, de acuerdo al Código, la pena es de tres a cinco años de prisión, y de acuerdo a la Ley Penal marca la prescripción cuando la suma de la mínima y la máxima la divides entre dos, que da cuatro años. Esto a partir del incidente (septiembre del 2005) contra la fecha del fallecimiento, abril del 2014, por lo que considera prescrita la conducta. “Y más porque ya fue juzgada por un delito de lesiones”, amplía Rosales. Refiere que la Ley para Menores sí incluía la reparación del daño, lo que debía ser reclamado ante el mismo Consejo de Menores, obligando a los padres del menor a pagar, pero no se sigue de oficio, sino a petición de parte, en este caso los familiares de la joven. El abogado considera que los familiares pueden iniciar un Juicio Ordinario Civil por la responsabilidad civil objetiva, aclarando que la ley civil marca diez años como periodo de prescripción. “No hay nadie que defienda a la víctima si no tienes dinero”, sostiene por su parte Martha Ibáñez López, hermana de Nora Paulina, luego de narrar cómo buscó apoyo legal en un despacho popular de la UABC, igual en la Defensoría de Oficio del Estado donde le aclararon que ellos a quienes defendían era a los acusados. “De ahí salí sin esperanzas, ahí decidí ya no hacer nada y nos dedicamos totalmente a la recuperación de Paulina”. “Nosotros pensamos ya no hacer nada, es tiempo perdido, es apostarle a algo que no te va a dar nada” sintetiza Martha Ibáñez externando de paso su poca confianza en el sistema de justicia, se sincera: “Muy dentro de mí pienso que fue un accidente, pero no justifico que la haya dejado ahí. Yo me doy por bien servida que viniera el muchachito y dijera ‘¿sabes qué? Pasó esto’, se siente tan feo no saber la verdad…nunca ver una mínima señal de arrepentimiento”.