En términos generales el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer que se concreta a través de determinados ritos o trámites legales. En los últimos años, cada vez más países han aceptado el matrimonio entre personas del mismo sexo, con lo que esta unión conyugal ha dejado de ser patrimonio de la heterosexualidad. El lazo matrimonial es reconocido a nivel social, tanto a partir de normas jurídicas como por las costumbres. Desde el punto de vista del derecho así como desde el de la sociedad y la religión, el matrimonio tiene como finalidad principal la de constituir una familia, es decir, la pareja que se une en matrimonio está sentando las bases para que los frutos de la misma, o sea, los hijos nazcan, crezcan y se desarrollen al resguardo, cuidado y contención de una familia. Agregaría que antes de tener hijos consoliden el matrimonio, espérense unos dos años para ello ya que así habría poca más seguridad para no llegar al divorcio y dejar los hijos al garete. Existen dos grandes tipos de matrimonio: el matrimonio civil (que se concreta frente a una autoridad estatal competente) y el matrimonio religioso (que legitima la unión ante los ojos de Dios). Para la Iglesia Católica, el matrimonio es un sacramento y una institución cuya esencia está en la creación divina del hombre y la mujer. El matrimonio católico es perpetuo: no puede romperse según los preceptos religiosos (a diferencia del matrimonio civil, donde existe el divorcio). Una persona separada, por lo tanto, no puede volver a casarse por Iglesia, solamente logrando la nulidad del mismo. Para que un matrimonio tenga validez es necesario el consentimiento, que es un requisito esencial para la existencia del matrimonio ya que es la voluntad de cada uno de los contrayentes de unirse al otro por la sujeción a las reglas legales a que está sometido el vínculo conyugal. Se manifiesta externamente mediante la declaración de uno y otro cónyuge de tomarse respectivamente como marido y mujer. En el derecho, el consentimiento se caracteriza por: a) debe ser en principio expresado ante oficial público encargado del registro civil, excepcionalmente, ante funcionario judicial. b) la recepción del consentimiento es un elemento esencial para la existencia del matrimonio. c) prohibición de imposición de modalidades. La existencia del consentimiento de los contrayentes es esencial para que se dé un matrimonio válido, de tal forma que no se admite ninguna posibilidad de sustitución de la falta de voluntad. El consentimiento matrimonial se halla regido por el principio fundamental de que a la manifestación externa del mismo debe corresponder la voluntad interna. Por cualquier razón que el consentimiento falte, sea conocida por el sujeto y aun querida, aun cuando haya una aparente manifestación de la voluntad, el matrimonio será nulo, esto prevalece más en la nulidad eclesiástica que en la civil. El código de derecho canónico define el consentimiento matrimonial como: “el consentimiento matrimonial es el acto de voluntad por el cual el varón y la mujer se entregan y aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el matrimonio”. Siempre se compone de estos elementos: consentimiento y confirmación del consentimiento (intercambio de votos). Como el elemento principal para la validez del matrimonio es el consentimiento y éste a la vez es considerado como un Derecho Universal, por lo que la ONU creó la “Convención sobre el Consentimiento para el Matrimonio, la edad mínima para contraer matrimonio y el registro de los matrimonios”, y de conformidad con el artículo 1 en su párrafo 1. No podrá contraerse legalmente matrimonio sin el pleno y libre consentimiento de ambos contrayentes, expresado por éstos en persona, después de la debida publicidad, ante la autoridad competente para formalizar el matrimonio y testigos, de acuerdo con la ley. Este espacio es breve para tratar todo sobre el consentimiento y saber si pudiera proceder la nulidad del matrimonio posteriormente, espero en otra ocasión continuar y si se quiere casar piense muy bien en todo esto y que no sea por calentura, calentura y calentura. Gracias como siempre a mis dos que tres lectores, ¡Feliz día de San Valentín! Y no se peleen, arréglense con besos. El autor ejerce su profesión en Tijuana, B.C. Correo: bautista46@hotmail.com