Esto es lanzar arena a los ojos de la clase obrera para que no vea la realidad. La prohibición del trabajo infantil es incompatible con el sistema capitalista prevaleciente. La clase proletaria desde temprana edad es explotada de manera bárbara. Con leyes que lo prohíben o sin ellas. Quienes de forma hornada apoyan esta prohibición son unos ilusos completos. Es un deseo piadoso. Nada más. El poner en práctica tal prohibición (suponiendo que fuera factible, y no demagogia como lo es en la realidad) sería una medida reaccionaria. Lo que se debería de hacer es reglamentar severamente la jornada de trabajo, según las distintas edades y aplicando las medidas preventivas para la protección de los niños, la combinación del trabajo productivo con la enseñanza desde una edad temprana es uno de los más potentes medios de transformación de la sociedad capitalista actual. El obrero no es libre en sus actos. En demasiados frecuentes casos resulta tan ignorante que no es capaz de comprender los verdaderos intereses de su hijo o las condiciones normales de desarrollo humano. De cualquier modo, la parte más ilustrada de la clase obrera se da perfecta cuenta de que el porvenir de su clase y, por tanto, de la humanidad, depende enteramente de la formación de la joven generación obrera. Sabe que antes que nada es preciso preservar a los niños y los jóvenes contra los efectos destructivos del sistema capitalista vigente. En la sociedad burguesa la prohibición del trabajo infantil solo existe en el papel, es decir es una entera farsa. Leyes, códigos laborales y Constituciones burguesas son un entero papel mojado. Una cosa son las palabras y otra la salvaje realidad. En el rico valle agrícola de San Quintín, Baja California centenares de niños obreros son explotados sin piedad alguna. También en las fábricas de la ciudad de Tijuana mujercitas menores de edad son explotadas hasta la médula sin compasión alguna a cambio de un miserable sueldo. Las declamaciones grandilocuentes sobre el cariño a la niñez, es pura falsedad. Los discursos de la burguesía sobre los dulces lazos que unen a los padres con sus hijos resultan repugnantes, cuando vemos, día a día cómo el capitalismo destruye todo vínculo de familia en el proletariado y transforma a los niños en simples instrumentos de trabajo. En niños que son en realidad niños esclavos. Ya nos imaginamos, el Día del Niño, a los señores burgueses y a las damas cristianas haciendo gala de altruismo regalando panes y sopa caliente a las criaturas miserables. Damas que regalarán ropa usada que ya no quieren sus sanos y robustos hijos. ¿Podría alguien acusar a tales damas de no tener buenos sentimientos? La televisión rauda y solícita imprimirá videos para mostrar a la entera sociedad cómo las generosas señoras de la clase burguesa se apiadan de los niños pobres. Despreciable teatro burgués. Un día, unas horas del año le ofrecen un taco y una caricia al niño pobre y el resto del año, lo explotan y abusan de él; y lo hunden en el vicio y en el crimen. Que todos los burgueses y clérigos reaccionarios se vayan mucho al diablo con su despreciable comedia. Los hijos de la clase obrera no están ansiosos de actos decadentes rebosantes de hipocresía. Javier Antuna – Tijuana, B. C. [email protected]
Día del Niño: Hipócrita y despreciable festividad (Última parte)
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