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miércoles, julio 9, 2025
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Con sabor a madre raza

El aforismo “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” decanta con pureza la condición dominante del mundo mexicano: el cinismo. Mientras Salvador de Madariaga señala en su “Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón” que el cáncer del espíritu español es la envidia, en “El Laberinto de la Soledad”,  Octavio Paz ensaya sobre el nihilismo mexicano. Don Salvador sintetiza en una línea su dicho en tanto que Paz dedica muchas para bosquejar la anarquía mexicana. El vericueto de Paz para acercarse de puntitas, casi pidiendo permiso, a hablar del nihilismo  (desbarajuste, caos, desgobierno) del mexicano, expresa por sí solo lo complicado, lo elaborado de la forma nacional para dirigirse al Otro. El pasaje donde lo ensaya semeja el intrincado ceremonial de un exégeta: barroco, profuso, confuso, difuso, educado, propio, atento, formal, correcto, pulido y considerado para explicar que al mexicano le vale madre el civismo, la planeación, la organización, el control, la puntualidad, el seguimiento, los resultados, la calidad, la competitividad, el método, el desarrollo, el orden en tanto lo haga usando términos bonitos, sobando el lomo mientras dice estás en tu casa, primero la amistad que el negocio, como tú quieras, ordenes, gustes o mandes, estoy a tus órdenes, etcétera.  Ama la improvisación, el ahí se va, el caos, la gambeta, el albur, el soborno, el favor, el ligue, el restregón, la salpicadura, el chiste. La verborrea cantinflesca. Debajo de esa hojarasca, de esa máscara, de ese rito mexicano, encontramos la raíz india que se resiste a adoptar las costumbres y la forma de trabajar como occidental. El mexicano no sabe decir no, en la cara, de frente y viendo a los ojos. Decir las cosas con claridad no es ni educado ni “político”. Quien lo hace, no es mexicano, es un bárbaro sin educación  (o sea, la mayoría de los norteños, no somos “mexicanos”. Por ejemplo, no sabemos de albures.  Nota Apartheid de la R.) El espíritu nacional, ese que todos los días habla por nuestra raza es la pura neta: habla de una tribu caótica. Vasconcelos –un diletante decimonónico de línea vaticana– la inventó  pensando metafísicamente no necesariamente en una raza terrenal. El indescifrable proverbio de la UNAM “Por nuestra raza hablará el Espíritu” cobra significado al enterarnos que un gobierno revolucionario le mochó “santo” de ahí que el “Por Nuestra Raza hablará el Espíritu” sea incomprensible, críptico, enigmático, una suerte de pato cojo: ni vuela ni camina. En México nada es lo que parece, razón por la que el discurso político mexicano siempre ha de ser leído, descifrado, extraído del arcano náhuatl por sacerdotes iniciados –una casta de nimbados– quienes descubren que la substancia de lo dicho se encuentra en el reverso –que no vemos, que no se expone a la luz del día– y que en los hechos de la realidad autóctona termina en un vulgar vale madre. Nada que ver con la fachada: hay que ir al patio trasero. (“Para petacas las de Miguel”; “Para petacas las mías”; “El rey petaquero”; “Lléguele por atrás”. Nota albureramente críptica de la R.) Una vez recorrida la obligada forma laberíntica mexicana, pido permiso a mis pacientes lectores para tocar la línea que dio origen al título de esta columna: el actual caos empresarial por efecto de la autodenominada simplificación fiscal que al Virrey Videgaray le valió reconocimiento internacional, huele a madre al revés. Todo hace pensar que le vale ídem. (El Doble V es amanuense del Rey Único. Nota Protocolaria de la R.)

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Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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