Lucas 1.26 “Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo”. Lucas 1.30,31,32 “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Vas a quedar embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande, y con razón lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios le dará el trono de David, su antepasado. Gobernará por siempre el pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás”. Lucas 1.38 “Dijo María: yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho. Después de estas palabras el ángel se retiró”. “Alégrate”. Es el llamado gozoso que los profetas dirigirán a la “hija de Sion”, o sea, a la comunidad de los humildes en espera de la venida del Salvador. “Llena de gracia”. La palabra que usa el Evangelio significa en forma precisa; amada y favorecida. Otros habían sido amados, elegidos, favorecidos; pero aquí viene a ser como el nombre propio de María. “Vas a quedar embarazada”. La profecía de Isaías 7.14 anunciaba al que sería Emanuel, o sea, Dios-con-nosotros. “Gobernará por siempre el pueblo de Jacob”. Es una manera de decir que Jesús es el Salvador, descendiente de David, anunciado por los profetas: 2 Samuel 7,16, Isaías 9.6. “Yo soy la servidora del Señor”. Con estas palabras, María no se rebaja en su gesto de falsa humildad, expresa más bien su fe y su entrega. De ella va a nacer el que es a la vez, el Servidor anunciado por los profetas: Isaías 42.1:50.1: 52.13 y el Hijo único, Hebreos 1. María es realmente llena de gracia, porque Jesús nació de ella tal como nace del Padre. Ahora bien, el Evangelio nos dice: “María es la Virgen que da luz al Mesías”. “¿Cómo podré ser madre?” El ángel Gabriel precisa que el niño nacerá de María sin intervención de José. El que va a nacer de María en el tiempo es el mismo que ya existe en Dios, nacido de Dios, hijo del Padre, Juan I.I. Y su concepción en el seno de María no es otra cosa que una venida de Dios a nuestro mundo. ¡Feliz la madre de Dios! Dio a luz al Salvador de todos los tiempos y, al dar a luz permaneció virgen. En verdad Dios no era demasiado grande para María, pues Él mira de lo alto a los orgullosos, pero se hace débil en los humildes. Se dice que María es madre de Dios, y no solamente madre del Hombre Jesús, porque no se puede dividir al Hijo de Dios hecho hombre. Por eso la Iglesia entiende que María ocupa un lugar único en la obra de nuestra salvación. Ella es la maravilla única que Dios quiso realizar en los comienzos de una humanidad reformada a su semejanza. Al lado del Hijo de Dios hecho hombre ella es la criatura que Dios elevó y acercó a sí mismo para poder, en ella, comunicarse al mundo. Al lado de Cristo. Rubén R. Hernández Soto Ensenada, B.C.