Muchos mexicanos ofrendaron su vida por su bandera, al bajar de su asta una bandera extraña a nuestra lucha social y política: ajena a nuestra nacionalidad y cultura. Cambiaron nuestro lábaro patrio por la bandera de la hoz y el martillo. Su pueblo enardecido salió a las calles enarbolando en lo más alto nuestra bandera, protestando porque la bajaron para subir en su lugar una bandera no aceptada por ser extranjera. El gobierno de aquella época dispuesto a establecer en México un gobierno comunista, izó la bandera antes mencionada en el lugar de la nuestra y de inmediato hubo muchas protestas, molesto por eso armó a los ejidatarios y les hizo creer que eran el segundo gobierno, luego repartió mucho licor para que ebrios dispararan contra una multitud desarmada que solo formaba un mar de banderas gritando ‘no queremos banderas extrañas a nuestra nacionalidad, nosotros tenemos la nuestra’. Muchas banderas cayeron al caer sus portadores, pero prestos a seguir su lucha, los que no fueron heridos, levantaron las banderas ensangrentadas, para seguir luciéndolas como parte de aquel pueblo fuerte y amoroso, extremadamente fervoroso de su patria y gritaba ¡viva México! ¡Viva nuestra bandera! ¡Viva Cristo Rey! Desde entonces en desagravio, el 24 de febrero fue declarado día de fiesta nacional como día de la bandera. Narrativa tomada de la “Historia Gráfica de la UNS…”. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B. C.