En cuatro días, Tijuana fue el punto de salida de 163 personas, entre familias, madres, niños y jóvenes “Dreamers” buscando reencontrarse con sus familiares en Estados Unidos, mediante la petición de asilo político en el movimiento “Bring Them Home” (Tráiganlos de Regreso a Casa). La acción, organizada por la Alianza Nacional Inmigrante Juvenil (NIYA, por sus siglas en inglés), ha logrado hasta el momento la reunificación de dos familias, la aceptación de 24 Dreamers y la liberación de Elvira Arellano, la mujer que en 2006 solicitó asilo en una iglesia de Chicago para evitar su deportación, pero que un año después fue expulsada a México. Antes de entregarse a las autoridades estadounidenses, en el cruce del 18 de marzo de 2014 en la garita de Otay, Elvira confío: “El Presidente Obama tiene el poder para que estas familias puedan regresar a casa, para detener las deportaciones y separaciones de familias”. Dos días después, fue liberada y le fue otorgada una cita en la Corte de Inmigración para determinar su estatus migratorio. En cada cruce, los organizadores reunieron grupos de 12 a 50 personas, los días 10, 13, 16 y 18 de marzo de 2014. De estas acciones, también hubo una deportación, la de Dolores Lara, un mexicano que firmó su expatriación bajo la amenaza de que su hija perdería la Acción Diferida que le permitía permanecer en Estados Unidos. La NIYA reportó además casos de niños separados de sus padres, remitidos a albergues infantiles y leche podrida dada a beber a un bebé de año, hijo de Karen Ruiz, una de las solicitantes de asilo político. El reclamo es en contra de las 2 millones de familias que han sido separadas durante la administración del Presidente Barack Obama. Por ello, la organización planea un cuarto cruce de deportados solicitando asilo político, en 2015, en el cual participarían musulmanes, filipinos, centroamericanos y veteranos. “Decidimos no esperar la Reforma Migratoria” Con su iPhone en una mano y un celular básico en la otra, Alejandro Aldana coordina entrevistas, envía mensajes a sus compañeros y se comunica con las familias alojadas en un hotel sobre el Bulevar Insurgentes en Tijuana, en espera de cruzar la frontera. El joven de 26 años es uno de los tres coordinadores que desde la frontera mexicana organizaron los cuatro cruces masivos por la Garita de Otay, en una semana. Es también una de las 163 personas que solicitaron asilo político a Estados Unidos. Un día antes de reingresar al vecino país, en el que vivió durante diez años, Alex habla con ZETA del proceso de meses para reunir a las familias en México y de su experiencia como indocumentado. Tijuana fue el sitio de la tercera acción de este tipo. La primera fue en la garita de Nogales, Arizona, con nueve participantes, en julio de 2013. Después en el cruce de Nuevo Laredo y Laredo, en Texas, con 30 Dreamers. El joven nacido en Guanajuato, explica que los cruces tienen como objetivo la reintegración de familias separadas por las acciones de deportación. Desde 2010, Alex Aldana forma parte de la Coalición Inmigrante Juvenil de California, la cual cuenta con siete sedes en Estados Unidos. A su vez, ésta forma parte de la Alianza Nacional Juvenil Inmigrante, con 28 organizaciones pro migrante en Estados Unidos. “En 2013, cuando las conversaciones de la reforma estaban jugando con la gente, decidimos no esperar más una Reforma Migratoria, no podemos esperar a que un gobierno o un político nos diga cuándo vamos a entrar con nuestras familias”, apunta el joven. Todo empezó con una desaparición En medio de su ceremonia de graduación, Freddy no aparece. Su familia lo busca desesperadamente, sus compañeros tampoco saben de él. No responde su celular. La última vez que lo vieron, vestía toga y birrete. Pasó un mes y el joven mexicano, criado en Atlanta, Georgia, fue reportado como desaparecido. Entonces, su familia recibió una llamada. Cuando se dirigía a su graduación de preparatoria, Freddy fue arrestado por autoridades migratorias y enviado a un Centro de Detención en Georgia. Ahora se encontraba en México, deportado. Sin conocer el país donde nació, Freddy busca la forma de cruzar la frontera y seis meses después está de regreso en Atlanta, en su hogar, con su familia. La Policía lo arresta por una falta de tránsito y comienza su segundo proceso de deportación. Es entonces que interviene la activista Dulce Guerrero, actual miembro de NIYA. Lleva el caso de Freddy hasta la Corte de Inmigración, donde la resolución es favorable para el joven mexicano. “A partir de eso, analizamos el caso de Freddy, cómo cruzó la frontera después de ser deportado hasta reunirse con su familia y desde Estados Unidos, obtuvo su residencia legal”, comenta Alex Aldana. De ahí, la NIYA comenzó a investigar cómo repetir ese proceso con las familias separadas, pero sin poner en riesgo su vida mediante cruces ilegales. Así, se encontró con el proceso legal del asilo político y adoptó también la imagen de toga y birrete que los jóvenes Dreamers utilizan en los cruces de reingreso a Estados Unidos. Huir por miedo Después de las entrevistas para televisión, de las demostraciones de apoyo de cientos de mexicanos, de gritar “Sin papeles, sin miedo” y de encarar a los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza, cada uno de los casi 200 mexicanos que cruzaron la frontera solicitando asilo político, esperaron 12 horas para ser cuestionados por agentes de ICE. Después de un primer cuestionamiento, viene la “entrevista de miedo creíble”, el interrogatorio que debe aprobar un solicitante de asilo político y puede durar hasta tres horas. Hay cinco categorías a reunir para obtener este alojamiento en Estados Unidos: grupo social, ideología política, identidad indígena, religión y nacionalidad. Jóvenes, madres y padres deben responder a los agentes estadounidenses preguntas básicas de identidad como por qué entraron y/o salieron de Estados Unidos, qué los motivó a salir de México, si fueron víctimas de abusos, amenazas o persecuciones. Alex Aldana, quien como activista tiene bien estudiado este proceso legal, asegura que mientras mayor número de categorías reúna el solicitante, mayor posibilidad tiene de ser concedido con el asilo político. Por ejemplo, el grupo social incluye identidad de género y a la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales). Quienes solicitan el asilo por esta vía, pueden argumentar la inexistencia del delito de crimen de odio en México o agresiones que hayan sufrido por su orientación sexual. Después de la entrevista, cada persona es procesada y puede permanecer en el Centro de Detención de dos semanas a 48 días. Durante este periodo, sus expedientes son remitidos a las Cortes de Inmigración. Ahí el juez determina si se procede a una deportación inmediata, o si el caso será revisado en un caso ante los tribunales. Para que un caso de asilo político inicie en Corte, pueden transcurrir uno o dos años. Durante ese periodo, el solicitante recibe un permiso de residencia, trabajo y seguro social para vivir legalmente en Estados Unidos. “Ésta es la estrategia, reunificar a las familias, concederles estos periodos para que vivan sin preocupación en Estados Unidos, de manera legal”, comenta Alex Aldana. Ya en la Corte, los casos pueden tomar hasta siete años en resolverse, lo que significa una especie de periodo de gracia para los migrantes. Hay más estrategias para garantizar su estancia legal, como apelar la resolución si resulta negativa o solicitar el cambio del caso a los tribunales de otros estados o ciudades con mayores probabilidades de aprobar el asilo. Una muestra. En San Francisco, se otorga asilo político al 98 por ciento de los casos de la comunidad LGBT que lo solicita. Caso contrario es Florida, estado con los índices más bajos de otorgamiento de asilo político. 48 horas de esparcimiento, por mil 152 de reclusión Los Centros de Detención de mayor capacidad semejan hangares. Numerados de Alpha a Eta, en el alfabeto griego, son ocho las divisiones a las que 100 personas son enviadas. Hay, por ejemplo, señalamientos para colocar a los detenidos por nacionalidad. Antes de ser procesados, recibir uniformes y quedar formalmente detenidos, los migrantes pasan por una breve revisión médica para diagnosticar alguna condición grave. Se les pregunta también su orientación sexual. Uno de sus derechos -que no siempre les son informados a los detenidos- consiste en una llamada telefónica. Para realizarla, deben crear primero una cuenta bancaria vía telefónica para depositar los 30 dólares que cuesta la llamada. Todas las personas que cruzaron a solicitar asilo político, tienen anotados los números telefónicos de los organizadores del cruce, de lado norteamericano. Por esa vía, informan de sus números de proceso y los activistas comienzan a realizar llamadas para conocer el estatus de los detenidos. Según Alex Aldana, todos los participantes recibieron asesoría y entrenamiento para aprobar las entrevistas de miedo, el llenado de formas migratorias -para impedir que firmen su auto deportación- y sobre todo, para sobrellevar el mes en reclusión. Aunque en los Centros de Detención hay una librería, una sala comunitaria y patios, cada detenido tiene una hora libre al día para salir de su celda. “Mucha gente se deprime porque no tiene contacto con sus familias, tienen miedo de ser deportados y de regresar a la terrible realidad con la que se encontraron en México”, plantea Alex, quien pasará por el mismo proceso. En la primera acción de cruce, los activistas de la NIYA documentaron 20 casos de detenidos. En la segunda, en Nuevo Laredo, Texas, 19 mujeres embarazadas detenidas, algunas sin recibir medicamentos necesarios ni atención médica. Por ello, el objetivo de obtener información desde el interior de los Centros de Detención mediante la infiltración. El reclutamiento En cuatro años de activismo pro migrante en Estados Unidos, Alex Aldana ha participado en decenas de acciones de desobediencia civil. Ha marchado desde San Francisco hasta Washington, ha sido arrestado siete veces y enviado durante siete horas a un Centro de Detención y Deportación. A sus 26 años, vivió una década en Estados Unidos. Antes de eso, residía con su familia en Guanajuato, ciudad de la que huyeron al ser víctimas del crimen organizado que utilizaba los productos químicos de la empresa de su padre para fabricar drogas sintéticas y transportarlas. Durante su adolescencia, Alex comenzó a participar con organizaciones dedicadas a la defensa de los gays y migrantes. Como indocumentado, notó que en los albergues “no había un sistema de ayuda, ni de educación para los indocumentados”. Por eso empezó a protestar “por la reunificación de las familias, veía que los jóvenes eran beneficiados con la Acción Diferida, pero no abogaban por sus familias”. A finales de 2013, el grupo de activistas se comunican con él para pedirle que funcione como “ancla política” desde México. Es decir, que salga de Estados Unidos y se acerque a las familias y Dreamers viviendo en México para realizar la cuarta acción de cruce. Alex ya había decidido cruzar hacia México para cuidar de su abuela, quien estaba en la etapa final de una enfermedad terminal, en Guadalajara, Jalisco, para cuidarla. La NIYA comenzó a contactar a familias en Estados Unidos con integrantes deportados en México desde noviembre de 2013 para explicarles el concepto de asilo político y ofrecerles la oportunidad de reunificación. Una red conformada por familias de 24 estados de la Unión Americana, principalmente Arizona, Carolina del Norte, California y Texas, sirvió como enlace para que en enero y febrero de este año, Alex, acompañado de otros dos activistas, comenzaran a entrevistarse con los interesados. “Las concentraciones más grandes fueron en Jalisco, DF, Michoacán, Sonora y Baja California”, recuerda Alex, quien viajó a las casas de familias de esas entidades para documentar los casos y enlazar la información con las asociaciones en Estados Unidos. Así, la organización documentó los testimonios de niños que encontraban cabezas de decapitados en las calles de Michoacán o cuyos padres fueron asaltados, encañonados y asesinados. “En el DF, en Veracruz y en Morelia, son diferentes cárteles, pero la misma historia. Familias que han vivido en Estados Unidos, pero llegan a un México muy diferente, mucho más corrupto, están huyendo por sus vidas y por proteger a sus hijos”, afirma Aldana. Así, se reunió a 163 personas entre familias completas, Dreamers, parejas gays, mujeres golpeadas, hijos en búsqueda de sus padres y padres buscando reencontrarse con sus hijos. Antes de cruzar por las puertas giratorias de entrada a Estados Unidos, Alex camina al lado de Elvira Arellano, Rocío y Felipe, sus compañeros de organización. Con un tono de seguridad, se repite: “El gobierno nos teme cuando le perdemos el miedo”.