Eligieron Tijuana. Es el primero de tres intentos que en menos de una semana, realizarían más de un centenar de niños, jóvenes y adultos por reingresar a Estados Unidos, su hogar durante años, pero al que renunciaron o del que fueron expulsados. Al mediodía del lunes 10 de marzo de 2014, 44 jóvenes vestidos con togas y birretes inician una fila rumbo a la garita de Otay en Tijuana. Algunos cargan a sus hijos, mochilas y hasta muñecos de peluche. Todos tienen en la mano un fólder que guarda diplomas escolares, documentos de identificación. Pero ninguno tiene documentos legales para ingresar al país del norte, por ello ingresarán con la esperanza de solicitar una visa humanitaria o asilo político que les permita reunirse con sus familias. Mediante el movimiento #BringThemHome (Tráiganlos a Casa), la Alianza Juvenil Inmigrante ha coordinado tres cruces masivos, uno en Arizona y otro en Texas. El tercero fue pensado en tres días con grupos diferentes. Ese día, solamente 35 lograron cruzar. La Alianza Juvenil Inmigrante informó de las amenazas que recibieron por parte de los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) para que los jóvenes, quienes fueron detenidos mientras son turnados a un juez de inmigración, firmaran documentos para ceder la custodia de sus hijos. Entre los mexicoamericanos de ese día, la mayoría adolescentes y menores de 30 años de edad, está Esperanza Cabanillas, quien regresó con su familia a México para intentar continuar sus estudios. Sin embargo, la falta de homologación entre los sistemas educativos de este país y Estados Unidos, no le permitieron renovar sus estudios. “Se siente horrible, regresas a un país al que naciste, pero del que no conoces nada, no te permiten continuar tus estudios y no puedes reingresar a Estados Unidos porque no tienes papeles, aunque hayas estado ahí toda tu vida”, explicó. Del lado mexicano, más de 100 familias apoyaban a los jóvenes en su lucha por reingresar a Estados Unidos y continuar con sus vidas. “Obama, desde aquí inicia la Reforma Migratoria”, gritaba el grupo desde el carril Sentri. Segundo intento: “Estados Unidos tiene que practicar los derechos humanos”. Armando López lleva de la mano a su hija de escasos 5 años. Voluntariamente salió de Estados Unidos donde vivió y trabajó. Asegura que presionado por las leyes antimigrantes de Arizona, lugar donde radicó, hace tres años cruzó la frontera a su país natal. Ahora, Armando y su hija, a metros de encontrarse con los agentes de migración, en el cruce de Otay cree que México no es un buen lugar para vivir: “Son diferentes factores que nos han llevado a tomar esta decisión. Delincuencia organizada, crímenes y violaciones constantes así como falta de oportunidades laborales”, mencionó. Jueves 13 de marzo. Pasa del mediodía, y frente y detrás de Armando, caminan al menos 30 personas más con el mismo blanco: cruzar sin documentos a Estados Unidos y pedir a la autoridad migratoria su asilo y consideración. La idea es compartida: explican que lo que quieren es que el gobierno americano les escuche y determine su situación legal en el país. En el segundo intento de migrantes por cruzar en Tijuana, Enrique Morones, titular de Ángeles de la Frontera, apela a la humanidad del norte. “Hoy van (ingresar) casi 40 migrantes –explica el activista– que estuvieron deportados sin audiencia, sin ser escuchados por un juez. Hoy van a entrar con migración para que por primera vez sean escuchados por la autoridad, ¿cómo es posible que un señor que tiene una hija que trabaja en la milicia, está separada de su padre y hermanos? Estados Unidos tiene que practicar los derechos humanos”. Morones agrega: “Es la segunda acción del grupo Bring Them Home (Tráiganlos a Casa) que se organiza para este ingreso masivo. Con anterioridad se comunicaron con nosotros y nos pidieron apoyo. Del lado americano les estamos dando hospedaje y comida mientras pasa el proceso legal”, dijo a ZETA Enrique Morones. A decir del titular de Ángeles de la Frontera una vez que los migrantes ingresan a las instalaciones estadounidenses la autoridad los ponen en dos centros de detención y posteriormente tendrán entrevistas con un juez, un abogado: “Será el juez quien decidirá si califican o no para permanecer en el vecino país, esto puede tardar unas dos semanas aproximadamente”. Florencio Rodríguez fue deportado de Estados Unidos hace dos años y medio. La razón, lo detuvieron conduciendo una unidad con licencia vencida. Allá dejó más que memorias: “en el otro lado tengo esposa y dos e hijas. Una de ellas trabaja para el gobierno. Cuando me deportaron me fui a mi casa, pero la tuve que abandonar”. Su hija es empleada de la milicia norteamericana y su padre es parte una comunidad indígena en Guerrero “donde hay extorsiones e inseguridad, no se puede vivir más. Voy a pedir asilo político”, narra Rodríguez. De acuerdo a información de la Alianza Juvenil Inmigrante, la administración del presidente Barack Obama habrá llegado a los 2 millones de deportaciones en este mes. Desde hace años, marzo ha sido el mes elegido por cientos de jóvenes Dreamers para manifestarse “Sin papeles, sin miedo” al intentar reingresar al país en el cual crecieron y al que ingresaron desde niños por decisión de su padre.