Tras su fallecimiento, el escritor tijuanense Federico Campbell recibió diversas muestras de admiración y cariño. Muchos escritores y amigos expresaron sus condolencias, pero también contaron anécdotas de cómo lo conocieron, cómo los impulsó a escribir, tal como lo hicieran Sergio Sarmiento o Juan Villoro en diversos medios. Ante la ausencia del dilecto amigo Federico Campbell, Don Alfonso López Camacho recuerda cómo conoció al escritor que, por cierto, era asiduo visitante de la célebre Librería El Día: “Como hombre de letras, Federico Campbell tenía una natural querencia por los libros, así que no fue un milagro que nos conociéramos en la librería El Día de la Zona Río, lugar que no dejó de frecuentar en sus muchos viajes a Tijuana, en numerosas ocasiones como punto de encuentro con familiares y amigos”, expuso a ZETA Don Alfonso López Camacho. “Corría la década de los ochenta, y desde entonces se fue tejiendo una entrañable amistad cimentada a través de los libros y de los recuerdos compartidos de una Barcelona en la que vivió por los años setenta, y en la que vio la luz su ópera prima ‘Infame Turba’ (agotada desde hace años y que, curiosamente, citó en días pasados Enrique Vila-Matas en su columna “Café Perec” de El País, en referencia a la entrevista a Gabriel Ferrater, la que recordaba con indisimulada devoción) en el año de 1971, bajo el sello de Editorial Lumen. Como nostálgicos de una geografía que dejó de ser cotidiana, había una cierta convergencia en la memoria de nuestras ciudades más cercanas, y en este sentido, Federico transmitía el influjo de la Tijuana de sus años mozos, desde una enriquecedora visión y profundo aprecio”. Ahora, ante la irreparable ausencia de Federico Campbell, Don Alfonso prefiere recodar también al ser humano: “Tengo una percepción clara de algunos de sus rasgos y cualidades personales: de trato amable, voz suave y conversación amena, ensimismado en sus reflexiones y juicioso en el discurso, ajeno a las ínfulas de algunos personajes del gremio literario, vivía atento a los problemas de nuestra moderna e irredenta sociedad de consumo, según ha dejado constancia en esa extensa parcela de su obra literaria que es el trabajo periodístico, ejercido con beligerancia y una gran coherencia ética desde su insobornable independencia intelectual, ajeno a la seductora atracción del poder político. “En su avidez por el conocimiento, en su fascinación por la prodigiosa función del cerebro humano y los avances permanentes de la neurología, latía el espíritu de un hombre joven en la edad madura. En la memoria, precisamente, nos queda la impronta de su recuerdo”, concluyó Don Alfonso López Camacho.