Había una vez un hombre tan viejo, tan, pero tan viejo… que vio el arcoíris en blanco y negro. Había una vez un hombre tan pequeño, tan pequeño… que en vez de viajar en metro, viajaba en centímetro. Había una vez un hombre tan diminuto, pero tan diminuto… que se subió encima de una canica y dijo: “¡El mundo es mío!”. Había una vez una ciudad tan seca, pero tan seca… que las vacas daban leche en polvo. Había una vez una señora tan gorda, tan gorda, pero tan gorda… que su ángel de la guarda tenía que dormir en otro cuarto. Autor: Un lector exagerado.