Está entre Tijuana y Tecate. No me negaron ni confirmaron si en la ciudad o el campo. Pero es un galerón. Más o menos en espacio como para una cancha de basquetbol pero sin tribunas. Y figuradamente de existir tableros, entonces está algo curioso de un extremo a otro: varias bardas o muros como las construidas y por construir en Estados Unidos en su territorio fronterizo. Es algo así como un campo de entrenamiento. Allí se practica con tanta seriedad la forma para “brincarlas”. Hay un muro con bardas de acero. Otro con tubos del mismo material. Casi tres metros de alto rematados por un tramo que dificulta traspasarlo. También uno encementado. Alto. Con alambre de púas. No son grandes los tramos de cada muro. Cuando mucho de unos cuatro metros. Pero según me dicen están muy bien construidos. No supe de quién es el lugar, pero sí que allí practican para poder escalarlos fácilmente. A este sitio no dejan entrar extraños. Solamente los llamados “polleros”, “coyotes” o “enganchadores”. También en algunos de los muros han construido túneles. Unos para deslizarse acostado o “a gatas”. Otros con suficiente altura como para caminar. Pero según cuentan, todos muy bien hechos y seguros. Un ex agente del Instituto Mexicano de Migración me contó esto. Dejó la burocracia harto de tanto trastupije. Cuenta cómo desde el año pasado prácticamente los “polleros” eran los jefes en la delegación de Migración. Y entonces el personal recibió órdenes para proteger a los aspirantes a indocumentados. Pero eso sí: nada de perseguir a los “enganchadores”. De vez en cuando capturaban a uno por allí desperdigado. De esos improvisados “trabajando” por su cuenta. Pero de allí no pasaban. “No te imaginas cuántos dólares se mueven en este negocio”. Puso como ejemplo el mínimo de dos mil y el máximo hasta de 5 mil por paisano. Pero llegan hasta los 10 mil cuando cruzan en auto por la garita internacional. Sin problemas. De allí los llevan al aeropuerto. Y a donde quieran: Nueva York, Chicago, Michigan, Wisconsin y más. Hasta pasaporte falso les dan y les visten para despistar a los agentes de migración norteamericana. Este ex agente sabe de todo el movimiento. Le conozco desde hace mucho. Pero no quiso decirme dónde estaba el “campo de entrenamiento”. Su razón: “Pocos sabemos y de inmediato se enterarían”. Y justificó: “Si te cuento esto es porque tú sí me vas a creer, pero también habrá quienes te lean y no lo crean. Van a pensar: es puro cuento. Pero no. Tan cierto como te lo estoy diciendo”. Le pedí ir jurándole no revelar el lugar pero ni así. Insistí en permitir a uno de nuestros fotógrafos visitar ese jacalón pero nada. “No falta quien vaya a reconocer el jacalón y entonces sí”. Tampoco me quiso dar una foto tomada por él. “Allí estuvo una maquiladora y muchos deben conocer. El único cambio fue quitar el piso para dejar parte con pura tierra. Igual a como están los muros de los gringos”. La verdad nunca me imaginé esto. Sabía sobre la habilidad de muchos para cruzar la frontera con o sin barda. Pero no de un lugar para entrenamiento. Me recuerdan dos episodios. En los años sesentas solo una alambrada dividía nuestros países. Los gringos se dieron cuenta de cómo los paisanos se la pasaban fácil. Simplemente se trepaban y caían al otro lado. Vino la orden: alambre de púas rematando la alambrada. El alcalde en Mexicali les respondió: Don Federico Martínez Manautou sembró rosas del lado mexicano pegadito a la línea divisoria. Los norteamericanos entendieron y quitaron las púas. Pero en los setentas llegaron muchos paisanos. Le abrieron hoyos por todos lados. Así pasaban rápido y sin problema. Entonces la Patrulla Fronteriza no tenía en número ni el equipo y menos oficiales de ahora. Pero en aquel tiempo como ahora los gringos hicieron gran escándalo. El entonces Gobernador del Estado Roberto de la Madrid llamó a su amigo José López Portillo. Mandó al famoso Nassar Haro con su famosa brigada. En dos, tres días capturaron a docenas de “polleros”. Los metieron al cuartel y de allí a México en avión. Varios meses luego los norteamericanos presumieron: pondrían una barda especial. Metálica. Con un diseño de hoyos como figura de gota. Afilados. Con eso, decían, cualquiera se cortará las manos si se atreve a brincar. Además, no se me olvida, farolearon: el muro es tan fuerte como para resistir el choque de un vehículo a más de cien kilómetros por hora. No hubo gran ceremonia para inaugurarla. Simplemente la pusieron y ya. Pero quién sabe cómo, a los paisanos no les detuvo tan famosa nueva barda. La brincaron fácilmente. Y al rato tenía sus hoyos para no molestarse en treparla. Luego pusieron otra dizque más fuerte. Y nada. Recuerdo el caso de un camión. Tenía una plataforma como las grúas pero se elevaba hasta la altura de la barda. Lo colocaban de noche y en las afueras de la ciudad. Los paisanos “hacían cola” y facilito pasaban. Primero se festejó la puntada. Pero luego se volvió descaro y la retiraron. Después construyeron otra barda metálica. Grandes planchas. Según eso las utilizaron en la Guerra de Golfo. Las tendían en el desierto para el aterrizaje. Pero igual. Todavía existe y se la siguen brincando. Ya es parte del escenario fronterizo ver a los paisanos. Trepados en la barda. Esperando el descuido de la patrulla norteamericana para pegar el brinco y meterse a territorio norteamericano. Es cierto: los gringos han presionado para evitar ese paso. Los obligan prácticamente a cruzar por despoblado. Y allí viene el sufrimiento. O se pierden en el desierto y mueren. O también pierden la vida pasando por zonas heladas sin la protección necesaria. Pero me imagino cuando construyan el muro tan cacareado. Ya habrá muchos entrenados para decirle a los paisanos: “Mira, hazle así y asá”, y se brincarán facilito. Las ocurrencias de los mexicanos pueden más frente a la técnica norteamericana. Escrito tomado de la colección “Conversaciones Privadas” de Jesús Blancornelas, publicado el 21 de febrero de 2006.
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