Impulsado por un chorro de luz destellado desde un platillo volador que sobrevoló una zona desértica, el cantautor español Enrique Bunbury apareció inmóvil sobre un pequeño templete al fondo del escenario insertado al centro de la Monumental Plaza de Toros de Tijuana, como si recién saliera de una incubadora, semejada por la estructura de una pantalla multi led que de principio a fin detalló cada uno de los capítulos sonoros. Atrapando la mirada de unos ocho mil espectadores, Bunbury bajó del ovni, ataviado con un conjunto de pantalón y chamarra de piel diseñados para su gira de encuentros musicales “Palosanto”, la cual arribó el sábado 15 de febrero a Tijuana, luego de conquistar el jueves 13 la capital bajacaliforniana, hasta donde llegó la obra maestra del intérprete de temas como “Alicia” y “Frente a Frente”. Entre luces de tonos naranjas, azules y mostazas, el rockero iberoamericano, retoño de la extinta agrupación Héroes del Silencio, saltó al filo del escenario para entablar una íntima conversación con sus seguidores, a quienes se expuso cubriendo sus ojos con lentes espejo, y prometiéndoles una velada a través de los tiempos, puntualizando una retrospectiva hacia lo lejano, inmediato y presente, el decimocuarto álbum de estudio en su historial. Sujeto a su última compilación de melodías, de las que recientemente fue reconocido con Disco de Platino por la venta de más de 60 mil unidades de “Palosanto” en México, Bunbury dibujó el gran acto en medio de un contexto surrealista, el mar semi-apaciguado por la Luna llena, pero bordeando el muro metálico que delimita dos mundos a la falda de un viejo faro que rompe incesantemente la brisa de una fría noche de febrero. “Despierta” es el primer track de “Palosanto”, y también de la lista de canciones de la gira. Así lo dispuso el de cabello rizado, quien al frente de diez gigantescos televisores colmando la escena entre leds, logró arrancar el aliento y atragantarse los sentidos de “Los Bunburys”, esos treinta-cuarentones que conformaron la mayoría del conglomerado que, con vestidura casual, dejó fuera la vestimenta rockera. Escoltado por las cuerdas de dos guitarras eléctricas, un bajo, teclados y sintetizadores, tamborcitos, platillos, tarola y un set de percusiones, Enrique Bunbury recetó dos horas de viaje, destacando un ensamble con sabor distinto para cada acto, así como la iluminación y la apuesta audiovisual, a la que se enlistaría una nueva versión del “Club de los imposibles”, rescatada del disco “Flamingos”, seguida de “Los Inmortales”, extraída de su obra más reciente. Proyectada a los extremos de la plaza, su figura avivó a los melómanos que atentos siguieron sus movimientos sobre las pantallas, cautivando las gradas, palcos y el redondel con atmósferas fluorescentes y visuales de viejos edificios, luces inteligentes de destellos verdes y rosados, sin menospreciar los poderosos riffs en las guitarras como antesala a la primera interacción con su público: “Buenas noches Tijuana, un inmenso placer tocar y cantar para ustedes esta noche. Hace un tiempo que no cruzábamos a este lado de la frontera. Espero cumplirles. Tocaré un poco de ‘Palosanto’ y canciones del pasado lejano, y del pasado inmediato”, subrayó el amo de esa noche, quien al tomar su guitarra acústica recibió como respuesta el grito de su nombre en repetidas ocasiones. “Contracorriente” recordó los tiempos del álbum “Radical Sonora”, publicado en 1997, una de sus tantas búsquedas musicales que hoy lo posiciona como uno de los ídolos del rock hispanoamericano. Como un viaje interminable que nunca cruzó sus caminos, Bunbury, de 47 años de edad, se exhibió con una apuesta maravillosa, un sonido contemporáneo, personal, moderno, universal, alejado de los lugares comunes. Aunque algunas piezas de “Palosanto” fueron grabadas con orquesta sinfónica y coros al estilo góspel, la película sobre el escenario pierde su estructura, pero guarda la esencia metafórica del que comparte el papel de director y actor del filme discográfico, quien establece un hilo conductor inusual. Bunbury se aferra a la necesidad de un cambio: “La insostenibilidad del proyecto humano tal y como lo defendemos, o defienden en nuestro nombre”, explicó el español en su portal, donde anunció que participará en la banda sonora de la película que abordará la vida de Mario Moreno “Cantinflas”. Atento a los tiempos, Enrique se inspiró en el hartazgo que llevó a la gente a salir a las calles a manifestar el descontento y desencanto en México, España, Chile, Colombia, Grecia, Túnez y en el mundo, para elaborar un disco social y dar voz a un sentimiento general, mostrando su fijación por las problemáticas sociales, acentuándolo en la producción del álbum y compartiéndolo en la experiencia en vivo. Volviendo a nacer luego de una revolución interna, Enrique Ortiz de Landázuri Yzarduy, continuó el encuentro sonoro con “Hijo de Cortés”, un melodrama rítmico a base de teclados, pianos y sintetizadores; seguido de “Ódiame”, del disco “Licenciado Cantinas”, cautivando con la interpretación y el sonido entusiasta de un órgano; y “Más Alto que Nosotros Solo el Cielo”, también del último material discográfico, acompañado visualmente con la fuerza de un huracán que destruye los pastizales a su paso. Casi 40 minutos después del inicio del recital, Ortiz de Landázuri Yzarduy mostró su agradecimiento: “De verdad muchas gracias. Ahora vamos a hacer una canción de ‘Hellville de Luxe’”, entonando “Porque las Cosas Cambian” para repetir un ambiente entre tonalidades anaranjadas y mostazas, intercalando después “Destrucción Masiva”, tema que letrística y visualmente resulta una crítica social al sistema capitalista, parte de esta nueva aventura que tituló la gira que esta semana terminó su paso por México, para continuar por Centro y Sudamérica, Europa y Estados Unidos. De pie, con los brazos abiertos, Bunbury volcó la euforia y los múltiples coros a unísono al interpretar “El Extranjero”, tema publicado en 1999. A la lista se unió “Deshacer el Mundo”, para la que el espigado cantante decidió quedarse en camiseta de tirantes, y dejarse acompañar por gráficos de desfiles militares, marchas y manifestaciones en contra de los gobiernos de todo el orbe. Un águila impresa en la pantalla de led sobrevolando al ritmo de la guitarra, y los músicos de Bunbury colocando un eslabón sonoro a “El Rescate”, desenterrado del álbum “El Viaje a Ninguna Parte”, lograron el clímax del concierto, para mantenerlo al interpretar “Los Habitantes” (del disco “Las Consecuencias”) y ligarlo con “Salvavidas” (de “Palosanto”), además de “El Hombre Delgado que No Flaqueará Jamás” y “Hay muy Poca Gente” (de “Hellville de Luxe”), ante una guerra de guitarras y tonalidades que el público bien supo apreciar, y Enrique reparar. “Muchas gracias, cómo nos oyen allá arriba, les queremos escuchar en ésta”, pronunció Enrique Bunbury para, acto seguido, dar vida a “Nada”, provocando el más alto nivel de euforia de la noche, pues el público encendido, cantó de inicio a fin las estrofas de que dieron paso a la última media hora del encuentro con el zaragozano. Llegó el momento de “Que Tengas Suertecita”, y finalmente Bunbury se liberó en el escenario, dejándose querer, paseando de una esquina a otra del escenario, quedando en el retrato de miles de cámaras fotográficas que como estrellas relumbraron en la oscuridad de una noche rockera en la ciudad, en la que las cuerdas eléctricas convivieron en armonía con las acústicas. El sonido de un órgano muy peculiar irrumpió con las estrofas de “De Todo el Mundo”, para luego poner entre paréntesis “Dímelo”, en la que detuvo el tiempo para plasmarse apuntando el cielo estrellado y recibir el grito de los presentes, quienes veían con júbilo los últimos instantes del concierto. “Hermanos y hermanas de Tijuana, ha sido un inmenso privilegio estar con ustedes. Un inmenso placer estar con todos ustedes esta noche; hasta siempre”, dijo Bunbury a manera de despedida, para minutos después volver y culminar su concierto con “Lady Blue”, “Frente a Frente” e “Infinito”.