El mejor legado de un padre a sus hijos es un poco de tiempo cada día. Amar a la madre de sus hijos es lo mejor que un padre puede hacer. Buen padre es el que logra un fuerte vínculo de amistad con su hijo, sin temor, pero de gran respeto. Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene. Grande es siempre el amor maternal, pero se hace infinito cuando el hijo amado se sabe admirado. No es la carne y la sangre sino el corazón lo que nos hace padres e hijos. No les evitemos a nuestros hijos las dificultades de la vida, enseñémosles más bien a superarlas. Prudente madre es la que conoce a su hija. La alegría en la familia se nota cuando la tenemos en el corazón. Me enamoré y nunca más me volví a enamorar. La fidelidad te la propones. Una casa será fuerte e indestructible cuando esté sostenida por: padre comprensivo y valiente, madre amorosa y prudente. Una familia feliz no es sino un paraíso anticipado. La convivencia familiar debe existir mientras tengamos vida. El corazón habla cuando algo le aflige y debe pedir perdón. Es obligación familiar estar unidas las familias a pesar de las adversidades. No nomás en fin de año estrechemos el amor de corazón y piel que poseemos en la familia. El amor familiar es para siempre. Si nos vamos, en el cielo continuará. Que no perdamos jamás estos valores que escribí. Nunca, sociedad tijuanense y mundial. Leopoldo Durán Ramírez Tijuana, B. C.